Las bienaventuranzas del Obispo

24 noviembre, 2021

Las bienaventuranzas del Obispo, bajo este título, se conoce la interpretación al castellano, de un fragmento de la Homilía por el Arzobispo de Nápoles, Italia, Mons. Domenico Battaglia. La misma fue pronunciada el pasado 31 de octubre del presente año, en la ordenación Episcopal de tres Obispos Auxiliares, Michele Autuoro, Francesco Beneduce y Gaetano Castello.

Las bienaventuranzas del obispo[1]

Bienaventurado el obispo que hace de la pobreza y del compartir su estilo de vida, porque con su testimonio está construyendo el reino de los cielos.

Bienaventurado el obispo que no teme marcar su rostro con las lágrimas, para que en ellas puedan reflejarse los dolores de la gente, las fatigas de los presbíteros, encontrando en el abrazo con quien sufre la consolación de Dios.

Bienaventurado el obispo que considera su ministerio un servicio y no un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dando a todos el derecho de ciudadanía en su corazón, para habitar la tierra prometida a los mansos.

Bienaventurado el obispo que no se encierra en los edificios de gobierno, que no se vuelve un burócrata más atento a las estadísticas que a los rostros, a los procedimientos que a las historias, tratando de luchar junto al hombre por el sueño de justicia de Dios porque el Señor, encontrado en el silencio de la oración diaria, será su alimento.

Bienaventurado el obispo que tiene corazón para la miseria del mundo, que no tiene miedo de ensuciarse las manos con el barro del alma humana para encontrar allí el oro de Dios, que no se escandaliza del pecado y de la fragilidad de los demás porque es consciente de su propia miseria, porque la mirada del Crucificado Resucitado será para él un sello de perdón infinito.

Bienaventurado el obispo que aleja la doblez del corazón, que evita cualquier dinámica ambigua, que sueña el bien incluso en medio del mal, porque será capaz de regocijarse con el rostro de Dios, encontrando su reflejo en cada charco de la ciudad de los hombres.

Bienaventurado el obispo que trabaja por la paz, que acompaña los caminos de la reconciliación, que siembra en el corazón del presbiterio la semilla de la comunión, que acompaña a una sociedad dividida en el sendero de la reconciliación, que lleva de la mano a todo hombre y mujer de buena voluntad para construir la fraternidad: Dios lo reconocerá como su hijo.

Bienaventurado el obispo que por el Evangelio no tiene miedo de ir contra la corriente, “endureciendo” su rostro como Cristo dirigiéndose a Jerusalén, sin dejarse detener por las incomprensiones y por los obstáculos porque sabe que el Reino de Dios avanza en la contradicción del mundo.


[1] Fuente: Bendito el Obispo

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