Mons. Olivera | Pedir por la conversión es un acto de amor, para que se encuentren con Aquel que es el verdadero camino, con Jesucristo, el Dios con nosotros, así lo expresaba el Obispo Castrense de Argentina en su Homilía, compartida en la Santa Misa, celebrada en la Parroquia, Ntra. Sra. de Luján Castrense, el sábado 28 de agosto en CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). En dicha celebración Eucarística, Mons. Santiago Olivera, Admitió a las Sagradas Órdenes al Seminarista Agustín Cañamero.

Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Vicario General, Mons. Gustavo Acuña, el Capellán Mayor de la FAA, Padre César Tauro, el Capellán Mayor de GNA, Padre Jorge Massut, el Rector del Seminario Castrense, San Juan de Capistrano y Santo Cura Brochero, Padre Daniel Díaz Ramos. También el Vicerrector, Padre Diego Pereyra, el Confesor Ordinario del Seminario, Mons. Alberto Pita, los Capellanes Castrenses, Padre Ricardo González, Padre Francisco Roverano y Padre Santiago García del Hoyo, asistieron Seminaristas y fieles castrenses.

En su mensaje Mons. Olivera decía, “es una alegría poder celebrar esta Eucaristía para acompañar a nuestro hermano Agustín, quien va a hacer este paso en su formación sacerdotal, la Admisión que un Seminarista realiza en la etapa de su formación, es un momento muy importante”. Agregando, “el momento de la Admisión es, cuando la Iglesia oficialmente lo recibe en este ya camino recorrido y el camino por recorrer para profundizar más, para ir configurándose más con Jesús, como buen Pastor”.

En la Homilía, el Obispo se refirió a San Agustín, diciendo del Santo, “(…) nos enseña la posibilidad de la conversión, que unidos por Santa Mónica es una invitación siempre a todos para rezar por la conversión de todos, siempre en primer lugar por la propia”.Añadiendo, el Obispo Castrense nos explicaba sobre esto último, “(…) si no nos miramos a nosotros mismo podemos caer en esto que reclama Jesús a los hombres de su tiempo, de la hipocresía, que es no vivir en la verdad. Mónica y Agustín nos enseñan la posibilidad de la conversión de uno y de los otros”.

Profundizando, Mons. Santiago, nos pedía, “(…) hay que rezar mucho por la conversión de quienes nos gobiernan, presidencia, gobernadores, municipalidades. Pedir por la conversión de los que legislan, pedir por la conversión de quienes administran la justicia, pedir por la conversión nuestra y de cada uno”.

Añadiendo más adelante, “Santa Mónica y San Agustín nos prueban la eficacia de la oración perseverante, confiada y que es parte del amor, porque pedir por la conversión del otro no es porque me molesta lo que dice y hace, sino es porque está más lejos o apartado de Dios. Pedir por la conversión es un acto de amor, para que se encuentren con Aquel que es el verdadero camino, para que se encuentren con el Señor de la Historia, con Jesucristo, nuestro amigo y el Dios con nosotros”.

Casi en el final de sus palabras el Obispo Castrense de Argentina nos exhortaba, “estamos llamados a la unidad de la vida, estamos llamados a purificar nuestro corazón. Cada uno de nosotros podríamos preguntarnos, cómo está nuestro corazón, si tenemos de verdad un buen corazón”. –