Mons. Olivera | Que Ntra. Sra. de Stella Maris, nos sostenga en este particular tiempo, que, en la barca de nuestra vida, no haya tormenta en la que no esté María y su Hijo Jesús, invitándonos a la renovación de la fe

28 junio, 2021

Mons. Olivera | Que Ntra. Sra. de Stella Maris, nos sostenga en este particular tiempo, que, en la barca de nuestra vida, no haya tormenta en la que no esté María y su Hijo Jesús, invitándonos a la renovación de la fe, así lo señalaba el Obispo Castrense de Argentina al compartir la Homilía en la celebración Eucarística. Fue en la mañana del lunes 28 de junio, en la celebración del 64° aniversario del Vicariato Castrense, hoy Obispado Castrense de Argentina, y el 38° aniversario de la consagración de la Iglesia Catedral Castrense, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Canciller y Capellán Mayor de la Armada, Padre Francisco Rostom Maderna, el Capellán Mayor del Ejército, Padre Eduardo Castellanos, el Capellán Mayor de la FAA, Padre César Tauro. También, el Capellán Mayor de GNA, Padre Jorge Massut, el Capellán Mayor de PNA, Diego Tibaldo Castrenses, el Rector de la Catedral Castrense, Capellán Castrense, Padre Diego Pereyra, el Rector del Seminario, el Capellán Castrense, Padre Daniel Díaz Ramos y los Capellanes Castrenses, Padre Ricardo González, Padre Hugo López, Padre Santiago García del Hoyo y el Padre Darío Verón.

El 28 de junio de 1953, se creaba el Vicariato Castrense, treinta años después, el 28 de junio de 1983 se consagraba nuestra Iglesia Catedral bajo la advocación de Ntra. Sra. de Stella Maris. Al respecto, Mons. Santiago nos decía en la Homilía, “la dedicación de la Iglesia es un día de fiesta, que no puede pasar desapercibido, sino que marca un hito importante en la vida eclesial”.

Agregando, además, “este día, se celebrará en nuestra Iglesia Catedral como solemnidad.  Pero sin lugar a duda, por ser la Iglesia Catedral cobra en toda la Diócesis un espíritu distinto, por ello se celebra en todo nuestro ámbito como fiesta”.

A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera:

CABA, 28 de junio de 2021

Iglesia Catedral Castrense, Stella Maris

Homilía

Mons. Santiago Olivera

Obispo Castrense de Argentina

64 años de la Creación del Vicariato Castrense y 38 años de la Dedicación de la Iglesia Catedral

Con la sencillez de esta Eucaristía, pero a la vez Solemnidad, en este día, celebramos con solemnidad, el aniversario de la Iglesia Catedral castrense, “Nuestra Señora, Stella Maris” dedicada un 28 de junio de 1983 y a la vez recordamos los 64 años del acuerdo entre la República Argentina y la Santa Sede creándose el entonces Vicariato Castrense, para la Asistencia religiosa de las Fuerzas, hoy de acuerdo con la Adecuación del 21 de abril de 1992, Obispado Castrense de la República Argentina.  El Vicariato, hoy Obispado, fue creado para atender al cuidado espiritual de los militares y los miembros de las Fuerzas Federales. Para este cuidado espiritual nuestros capellanes compartimos la vida de nuestro pueblo que se nos ha confiado. Y los sacerdotes incardinados y agregados, asumimos como nuestros militares y miembros de las Fuerzas Federales de Seguridad, que se suman sin duda los Auxiliares, la posibilidad de dar la vida sin límite por la defensa y custodia de nuestro pueblo si así se nos requiere. Estar allí donde nuestros fieles están es nuestro desafío, es nuestra identidad sacerdotal para el servicio de nuestro pueblo. Y en este aniversario que tanto significa para nuestros fieles, recordamos, además, que la Iglesia Catedral que fuera inaugurada un 16 de agosto de 1965, también un 28 de junio, pero de 1983 fue consagrada.

El rito de la dedicación de Iglesias y de altares es una de las más solemnes acciones litúrgicas. El lugar donde la comunidad cristiana se reúne para escuchar la Palabra de Dios, rezar y, principalmente, para celebrar los sagrados misterios como hoy estamos celebrando, donde se reserva el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, este templo que es imagen peculiar del templo espiritual edificado con piedras vivas que somos cada uno de nosotros los bautizados.

Iglesia es tanto la comunidad de los fieles como el edificio donde estos se reunimos. También el altar, que concentra la mirada del pueblo santo reunido para participar del Sacrificio del Señor, porque es signo de Cristo, piedra fundamental y cimiento espiritual.

Por eso, obviamente, veneramos el altar, lugar donde se hace presente Jesucristo en cada celebración Eucarística, por eso veneramos el altar cuando pasamos de frente nos inclinamos como símbolo de lo que Él representa. La dedicación de la iglesia es un día de fiesta, que no puede pasar desapercibido, sino que marca un hito importante en la vida eclesial. Este día, se celebrará en nuestra Iglesia Catedral como solemnidad.  Pero sin lugar a duda, por ser la Iglesia Catedral cobra en toda la Diócesis un espíritu distinto, por ello se celebra en todo nuestro ámbito como fiesta.

Celebrar a la Iglesia Catedral, es signo de comunión con el Pastor Propio, es signo de pertenencia a una Iglesia Particular.

Todo lugar sagrado católico existe para reunir a los fieles en los actos de culto y la adoración comunitaria a la Santísima Trinidad. Por tratarse de lugares en los que Dios tiene su morada y los sacerdotes renovamos el sacrificio de Cristo en la cruz, la Iglesia ha dispuesto el rito de solemne dedicación para agradecer al Señor, porque en esta casa, que se ha edificado no cesa de favorecer a ésta su familia, más allá de los que siempre nos reunimos, a toda la familia que peregrina y simboliza el misterio de la comunión de Dios con nosotros.

Por otro lado, y en sintonía con una costumbre ancestral íntimamente ligada con la devoción popular, los recintos dedicados al culto suelen estar encomendados a advocación o de la Virgen o de los Santos, hoy renovamos en esta Iglesia nuestra devoción a Ntra. Sra. Stella Maris, nuestra Madre, renovamos nuestra fe en la Iglesia y en la presencia de Dios, renovamos nuestra certeza en el obrar del Señor que nos sigue santificando y nos reúne en este lugar santo para escuchar su Palabra y alimentarnos con el verdadero pan de vida.

En el año 1983, realizaron aquí, distintos ritos como la aspersión en recuerdo de nuestro Bautismo; la unción del altar y de las paredes de esta Iglesia como en la Confirmación se han ungido recuerdan esas velas encendidas con esas cruces recordatorias de aquel día. Son varios, que pueden resumirse en: la aspersión en recuerdo del Bautismo; la unción del altar y de los muros de la Iglesia como en la Confirmación, cremación del incienso sobre el altar; revestimiento e iluminación de éste y Eucaristía. El rito sigue los pasos de los tres sacramentos de la Iniciación cristiana, reforzando el simbolismo de la Iglesia como representación de la comunidad que se reúnen en ella.

Sin duda la aspersión, es una analogía con el Bautismo en virtud de la cual, fuimos hechos hijos de Dios, se nos rocía con agua bendita, justamente para recordarnos el nacimiento a la vida nueva que recibimos en el Bautismo.

La oración de dedicación, también una peculiar y solemne oración de dedicación, en la que se expresa la voluntad de dedicar para siempre la Iglesia al Señor y se pide su bendición. Con esta oración comienza el rito de la dedicación, este templo, Stella Maris dedicado para siempre darle culto al Señor.

El altar, es signo de Cristo, que es llamado y es, por excelencia, el “Ungido”, y los muros, símbolo de los fieles, como “piedras vivas” son ungidos con el santo Crisma, significando que toda la iglesia está dedicada para siempre al culto cristiano. Se hacen doce o cuatro unciones, según la tradición litúrgica, para-significar que la Iglesia es imagen de la ciudad santa de Jerusalén, fundamentada en los Doce Apóstoles y en los Evangelios.

El incienso que en el rito se quema sobre el altar, significa que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también para expresar las oraciones de los fieles que se elevan desde allí. La incensación de la Iglesia significa que llega a ser casa de oración; pero se inciensa primero al pueblo de Dios, que él es el templo vivo en el que cada uno de los fieles es un altar espiritual como hemos escuchado al Apóstol Pablo.

El altar con manteles blancos y su iluminación con cirios indica que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, celebramos la Eucaristía, el memorial de la muerte y resurrección de Cristo, allí comemos la Cena del Señor. Por eso el altar, como mesa del Banquete eucarístico, se viste y se adorna festivamente.

Todos estos signos nos hablan de Dios, de Jesús, de María, y de la necesidad del discipulado como hemos escuchado en el Evangelio de hoy, hemos escuchado recién dos nuevas vocaciones, dos llamados. Estos llamados al seguimiento del Señor, son exigentes, tenemos que depositar en Él todas nuestras fuerzas y tenemos que confiar en Él, con todo nuestro corazón y toda nuestra vida.

El deseo de seguir al Maestro a dónde vaya va acompañado con la certeza que solo en Él debemos fundamentar nuestro seguimiento, solo en Él debemos apoyarnos.  Y nada ni nadie puede opacar la exigencia evangélica de seguir a Jesús. La luz de estas dos llamadas, uno que no tienen lugar que le dice que, los otros tienen sus madrigueras y los pájaros tienen sus nidos, pero no tiene lugar para donde reclinar su cabeza al Señor. Y el otro, la exigencia de no anteponer nada aún, sin duda Jesús no desconocía el mandamiento de honrar al padre y a la madre, o de enterrar a los muertos con cristiana sepultura, como hoy debemos realizar, sin embargo, Dios siempre tiene la primacía.    

Podríamos preguntarnos entonces a la luz del Evangelio, ¿Cómo lo seguimos? Si de verdad el Señor tiene la primacía, en nuestra vida debe primar actitudes evangélicas. La plasmación del Evangelio en nuestra vida, la encarnación de la Palabra que leemos, lo que María ha dicho, <<hágase en mí, según tu Palabra>> debe ser una actitud y una oración al Señor cada día, hágase en mí, según tu Palabra.  

¿Y qué debemos cambiar, por tanto, donde fundamentamos nuestro seguimiento, qué seguridad buscamos? Nuestra seguridad está sin duda, en el seguimiento humilde, sencillo y libre al Señor. Por ello podríamos preguntarnos, dónde, o en quién ponemos nuestras seguridades.

Que María, Nuestra Señora de Stella Maris, nos sostenga en este particular tiempo tan duro y difícil, que, en la barca de nuestra vida, no haya tormenta en la que no esté María y su Hijo Jesús, invitándonos a la renovación de la fe. Podríamos sintetizar, que a estos dos que quieren seguir a Jesús y a nosotros, consagrados y laicos, consagrados por el Bautismo, sólo Dios basta, con Él podemos seguirlo, porque con El nada podrá faltarnos.

Que María nuestra Madre nos ayude, a decir el sí renovado cada día, para un discipulado y un seguimiento que no lo traicione que intenta vivir hasta el fin el Evangelio de su Hijo. Que así sea.-  

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