Papa Francisco | Hoy en el Segundo Domingo de Adviento, debemos emprender un viaje de conversión

9 diciembre, 2018

Papa Francisco | Hoy en el Segundo Domingo de Adviento, debemos emprender un viaje de conversión, el resumen se desprende del mensaje brindado por el Santo Padre al momento de encontrarse con los peregrinos reunidos en Plaza San Pedro. Al medio día del Estado Vaticano, el Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio de Palacio Apostólico para recitar ante los fieles el Ángelus.

Allí, señaló, “hoy, el segundo domingo de Adviento, se nos muestra cómo dar sustancia a esta expectativa: al emprender un viaje de conversión, cómo concretar esta expectativa”. Recordando, “el Evangelio nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien «viajó por toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lc 3, 3)”.

El Papa nos afirma e interroga, “para preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las demandas de conversión a las que el Bautista invita. ¿Cuáles son estas necesidades para una conversión?”. Explicándonos, “no puedes tener una relación de amor, de caridad, de fraternidad con otros si hay «agujeros», ya que no puedes ir por un camino con muchos posos. Esto requiere cambiar la actitud.”

El Santo Padre nos advierte, “necesitamos reducir tanta dureza causada por el orgullo y el orgullo. Cuánta gente, tal vez sin darse cuenta, es soberbia, dura, no tiene esa relación de cordialidad”. Alentándonos a un cambio de actitud, “siempre pensamos: «¿Quién da el primer paso?». El Señor nos ayuda en esto, si tenemos buena voluntad. De hecho, la conversión está completa si lleva a reconocer con humildad nuestros errores, nuestras infidelidades y nuestros incumplimientos”.

El Santo Padre afirma, “el creyente es el que, al estar cerca de su hermano, como Juan el Bautista abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en esos contextos existenciales impermeables, marcados por el fracaso y la derrota”. Pero atentos, “no debemos permitirnos ser sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo”.

Casi en el final, Su Santidad Francisco nos recuerda, “los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer entender que, a pesar de todo, el reino de Dios continúa siendo construido día a día con el poder del Espíritu Santo”.

A continuación compartimos con ustedes la interpretación del italiano al castellano del mensaje brindado por Su Santidad Francisco antes de recitar el Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El domingo pasado, la liturgia nos invitó a vivir el tiempo de Adviento y la espera del Señor con la actitud de vigilancia y también de la oración: «vigilar» y «besugo». Hoy, el segundo domingo de Adviento, se nos muestra cómo dar sustancia a esta expectativa: al emprender un viaje de conversión, cómo concretar esta expectativa. Como guía para este viaje, el Evangelio nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien «viajó por toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lc 3, 3). Para describir la misión del Bautista, el evangelista Lucas recoge la antigua profecía de Isaías, que dice: «Voz de uno que clama en el desierto: ¡Prepare el camino del Señor, alinee sus caminos! Cada barranco será llenado, cada montaña y cada colina serán bajadas «(versículos 4-5).

Para preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las demandas de conversión a las que el Bautista invita. ¿Cuáles son estas necesidades para una conversión? En primer lugar, estamos llamados a reclamar las depresiones producidas por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a otros con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que asume la responsabilidad de las necesidades de nuestro prójimo. Reclamar las depresiones producidas por el frío. No puedes tener una relación de amor, de caridad, de fraternidad con otros si hay «agujeros», ya que no puedes ir por un camino con muchos posos. Esto requiere cambiar la actitud. Y todo esto, hazlo incluso con especial cuidado para los más necesitados. Entonces necesitamos reducir tanta dureza causada por el orgullo y el orgullo. Cuánta gente, tal vez sin darse cuenta, es soberbia, dura, no tiene esa relación de cordialidad. Es necesario superar esto realizando gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, pidiendo el perdón de nuestras faltas. No es fácil de reconciliar. Siempre pensamos: «¿Quién da el primer paso?». El Señor nos ayuda en esto, si tenemos buena voluntad. De hecho, la conversión está completa si lleva a reconocer con humildad nuestros errores, nuestras infidelidades y nuestros incumplimientos.

El creyente es el que, al estar cerca de su hermano, como Juan el Bautista abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en esos contextos existenciales impermeables, marcados por el fracaso y la derrota. No podemos ceder ante situaciones negativas de cierre y rechazo; No debemos permitirnos ser sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo. Es el, Él Bautista invitó a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza, vigor y severidad. Sin embargo, sabía cómo escuchar, sabía cómo realizar gestos de ternura, gestos de perdón hacia la multitud de hombres y mujeres que acudían a él para confesar sus pecados y ser bautizados con el bautismo de penitencia.

El testimonio de Juan el Bautista nos ayuda a avanzar en nuestro testimonio de vida. La pureza de su proclamación, su coraje para proclamar la verdad, logró despertar las expectativas y esperanzas del Mesías que había estado inactivo durante mucho tiempo. Incluso hoy, los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer entender que, a pesar de todo, el reino de Dios continúa siendo construido día a día con el poder del Espíritu Santo. Pensamos, cada uno de nosotros: ¿cómo puedo cambiar algo de mi actitud, para preparar el camino para el Señor?

Que la Virgen María nos ayude a preparar el camino del Señor día tras día, comenzando con nosotros mismos; y difundirse a nuestro alrededor, con tenaz paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad.

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