CABA | La vida de Enrique Shaw es un don para nuestra Patria y para la Iglesia, rezamos confiados para que ella, un día pueda presentarlo como faro y referente, el resumen es parte de la Homilía compartida por el Obispo Castrense de Argentina, Mons. Santiago Olivera. Fue en la tarde de ayer, miércoles 24 de febrero, en la en la Catedral Castrense, Stella Maris, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), durante la celebración Eucarística de acción de gracias por vida del Siervo de Dios, Enrique Shaw en conmemoración por los 100 años de su nacimiento y de súplica confiada, para Gloria de Dios, por su pronta Canonización.
Presidió Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Vicario General Castrense, Mons. Gustavo Acuña, el Canciller Castrense y Capellán Mayor de la Armada Argentina, Padre Francisco Rostom Maderna, los Capellanes Mayores de las Fuerzas Armadas, del Ejército Argentino, Padre Eduardo Castellanos, Fuerza Aérea Argentina, Padre César Tauro. También, los Capellanes Mayores de las Fuerzas Federales de Seguridad, de GNA (Gendarmería Nacional Argentina), Padre Jorge Massut, PNA (Prefectura Naval Argentina), Padre Diego Tibaldo y de la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria), Padre Rubén Bonacina, el Rector de la Catedral Castrense, Padre Diego Pereyra y Capellanes Castrenses de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad.
Participaron de la celebración que también fue transmitida por las redes sociales de la Diócesis, autoridades de la Armada Argentina, efectivos de la Fuerza, familiares del Siervo de Dios Enrique Shaw, el Postulador de la Causa de Canonización. En Homilía, Mons. Olivera expresaba, “(…) da mucha alegría a nuestra Diócesis Castrense poder reconocer a un hombre que pasó por nuestra Armada Argentina, y su vida iluminó en su tiempo e ilumina hoy”.
Agregando, “sin lugar a duda sabemos que todo es Providencia, pero lo vemos realmente como Providencial que, en estos difíciles tiempos de nuestra Patria, se ponga la mirada en un hombre “amigo de Dios” (como escuchado recién en la lectura del Apóstol Santiago 2, 23) trabajador, empresario en plenitud, creyente, por tanto, alegre, de palabra, sin doblez, honrado y solidario”.
Continuando, nuestro Obispo Santiago señalaba, “con San Juan Pablo II, experimentamos que “la vida del otro es un don para cada uno”, la vida de Enrique es un don para cada uno, “es un don para mí debemos decirnos”, es un don para nuestra Patria, es un don para la Iglesia. Rezamos confiados para que ella, un día pueda presentarlo como faro y referente, así son los santos y sin ánimo de adelantar ningún juicio, muchos intuimos y olemos la vida en Dios de Enrique Shaw”.
Además, Mons. Olivera, recordó, “no puedo dejar de mencionar que el Siervo de Dios tenía una profunda devoción Eucarística. Enrique entendió este gran misterio de fe en su íntima relación con el modo de ver a los hermanos:
“La Eucaristía permeó toda su vida y se plasmó en algunas líneas formativas para los dirigentes de empresa. Vivía y enseñaba que el empresario tenía un deber propio de perfeccionamiento que se realiza en el darle a los demás. Un deber de servicio abierto a las necesidades de los otros a semejanza de Jesús Eucaristía. La empresa debe ser analógicamente sacramentalisable, refería, de promoción humana, de dignificación humana personal”.
A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:
Misa por los 100 años
Del Siervo de Dios, Enrique Shaw
Lecturas Santiago 2, 14- 24
Salmo
Evangelio San Lucas 1, 26-38
Queridos hermanos, me da mucha alegría celebrar esta Eucaristía también con la presencia de alguna manera de la Epifanía de nuestra Diócesis Castrense, con fieles de la Armada Argentina y los Capellanes Castrenses de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad a quienes servimos.
Me da mucho gozo poder celebrar aquí, en la Iglesia Catedral Castrense, la Eucaristía de acción de gracias en el recuerdo de los 100 años del nacimiento de un miembro de la familia naval, como fue durante sus años juveniles el siervo de Dios Enrique Shaw.
En muchos lugares y en su condición de laico, padre de familia, promotor de la Educación y la cultura, de la Doctrina Social de la Iglesia, trabajador y empresario le rinden homenaje a un hombre de Dios, con la “mirada en el cielo y sus pies en la Tierra”.
Pero insisto da mucha alegría a nuestra Diócesis Castrense poder reconocer a un hombre que pasó por nuestra Armada Argentina, y su vida iluminó en su tiempo e ilumina hoy. Sin lugar a duda sabemos que todo es Providencia, pero lo vemos realmente como Providencial que, en estos difíciles tiempos de nuestra Patria, se ponga la mirada en un hombre “amigo de Dios” (como escuchado recién en la lectura del Apóstol Santiago 2, 23) trabajador, empresario en plenitud, creyente, por tanto, alegre, de palabra, sin doblez, honrado y solidario.
Es una buena oportunidad para reiterar en este ámbito la labor del Contralmirante Luis María González Day que nos regaló la obra “Shaw, de Cadete Naval a Aspirante a Santo”, porque si bien fueron pocos años su paso por la Armada Argentina, sabemos que son años que marcaron y forjaron su sensibilidad humana, su amor por la Patria y la familia, su personalidad cristiana. Había en Enrique genes maternales y familiares que supo desarrollar y hoy en esta Eucaristía damos juntos por esta vida, muchas gracias a Dios. Con San Juan Pablo II, experimentamos que “la vida del otro es un don para cada uno”, la vida de Enrique es un don para cada uno, “es un don para mí debemos decirnos”, es un don para nuestra Patria, es un don para la Iglesia. Rezamos confiados para que ella, un día pueda presentarlo como faro y referente, así son los santos y sin ánimo de adelantar ningún juicio, muchos intuimos y olemos la vida en Dios de Enrique Shaw. Esta Eucaristía es de acción de gracias por su vida y de súplica confiada, para Gloria de Dios, por su pronta Canonización.
Me gustaría dar gracias al cielo, por aquellos superiores suyos que supieron ver en el Siervo de Dios, sus valores humanos y espirituales y que como profecía dejaron escrito en sus evaluaciones:
“Inspira confianza y tendrá siempre quien lo siga”, “Es consciente de toda situación y sabe asumir responsabilidades”, “es enérgico en su misma persona”, “capaz de resistir contrariedades y privaciones”, “Este oficial posee una gran pureza interior y es de una lealtad y honestidad de procedimientos sobresalientes”.
No puedo dejar de pensar en su familia, que buen legado, que emocionante saber que las raíces de ustedes, hijos y nietos de Enrique, son estas. Que gracia y desafío.
Gracias a Dios mucho vamos a oír en este tiempo sobre el Siervo de Dios, podremos conocer ejemplos y testimonios de un hombre que supo anteponer sus propios intereses para pensar en los otros, muestra de una “caridad exquisita”, que buscó el desarrollo y vida digna de sus empleados, para él la empresa era su familia, quizá pudo verla también así, porque la Armada tiene muy fuerte la convicción de ser arte de la “gran familia naval” con todo lo que ello implica.
Hemos leído la carta del Apóstol Santiago. Enseguida pensé en el Siervo de Dios. Esta Palabra está hecha carne en Enrique. La fe es viva si se vive. Y como sabemos compartió que la mejor manera de trasmitir el Evangelio es viviéndolo. Sabemos que las palabras pueden convencer, pero arrastra el ejemplo.
Somos mirados más por lo que hacemos que por lo que decimos. Hay sobrados testimonios de su preocupación por los pobres, de su preocupación por “sus obreros y sus familias” de su generosidad, el hombre es justificado por las obras que expresan la fe hemos escuchado. Enrique, sin duda, un “amigo de Dios”. Supo encarnar la fe. Supo con exigencia plasmar el Evangelio. Supo de su necesidad de Dios y de su asistencia.
El Evangelio que quise que compartiéramos hoy es el de la Anunciación a la Virgen María, a quien Enrique quería y la sentía no sólo cerca sino “socia”.
En el diálogo con el Ángel María supo decir Sí, María pronunció el mejor y siempre fiel HAGASE. Conmueve conocer sus oraciones, por su “libretita” en el lenguaje de la Armada “la morocha” donde se anotaban las novedades, Enrique escribió, Enrique rezó:
¡Oh María! ¡Forma a Cristo en mí! Enséñanos a decir que Si a Dios para siempre…
Enséñanos a decirlo, como tú, en la humildad, la pureza, la simplicidad y el abandono en la Voluntad de Dios…
Nuestro ejemplo debe ser la Virgen María – “He aquí la esclava del Señor”, tanto por su disponibilidad para asumir su propia responsabilidad como el servicio…Debo unirme más a Dios. Quiero ponerme bajo la dirección de la Virgen, modelo ejecutiva de la voluntad de Dios”.
Me da mucha alegría que estén los seminaristas de nuestra Diócesis, que se preparan para servir y anunciar el Evangelio a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas, aquí tenemos otro laico modelo, del cual podrán rescatar y profundizar en sus enseñanzas, quien decía: “Todo se logra con María, como socia” en el mar con Stella Maris y en tierra con la Virgen de Luján”. Que el Sí de María, que supo vivir el Siervo de Dios sea el Sí que busquemos sin egoísmos y con sincero empeño.
No puedo dejar de mencionar que el Siervo de Dios tenía una profunda devoción Eucarística. Hoy y durante estos días nos reunimos en torno a la Eucaristía, misterio grande de fe, donde oímos sin engaños: “Tomen esto es mi Cuerpo, Beban esta es mi Sangre”, donde tenemos la posibilidad de ver con los ojos de la fe esa “entrega de Jesús hasta el extremo “.
Enrique entendió este gran misterio de fe en su íntima relación con el modo de ver a los hermanos:
“La Eucaristía permeó toda su vida y se plasmó en algunas líneas formativas para los dirigentes de empresa. Vivía y enseñaba que el empresario tenía un deber propio de perfeccionamiento que se realiza en el darle a los demás. Un deber de servicio abierto a las necesidades de los otros a semejanza de Jesús Eucaristía. La empresa debe ser analógicamente sacramentalisable, refería, de promoción humana, de dignificación humana personal. La Eucaristía nos hace hermanos, manifestaba en un texto escrito por él: “Eucaristía y vida empresaria”. Sabiendo superar las barreras artificiales, individuales y colectivas, que separan al dirigente de empresa del personal por la devoción eucarística, porque Cristo, por la comunión, nos une fusionándonos misteriosamente en nosotros.”
Cuando asumí como Obispo para las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad aquel 30 de junio de 2017, dije, al terminar la homilía: “Me da mucha alegría y consuelo saber que entre nosotros está presente la vida de Enrique Shaw. Hoy lo renuevo y vivo mi servicio con la certeza de su presencia y su cercanía.
Que María, nuestra buena Madre y Señora, Reina de todo, y San José, en este año dedicado a él, varón Justo y Servidor fiel, y el testimonio del Siervo de Dios nos ayuden a renovarnos en la fe, en la esperanza y en la caridad. Fe encarnada, fe hecha obra, esperanza alegre y agradecida y real y concreta caridad. Que así sea.-
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