“Malvinas, 40 aniversario”
“En el Año Jubilar Diocesano, renovamos la experiencia de una Iglesia -puertas abiertas- que nos espera y recibe”
Novena “Ntra. Sra. de Stella Maris”
Patrona de nuestra Iglesia Catedral
DÍA 9:
+En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
PRESENTACIÓN: Contemplamos a María, Madre del Amor Hermoso:
La historia del «amor hermoso» comienza en la Anunciación, con aquellas admirables palabras que el ángel dirigió a María, llamada a ser la Madre del Hijo de Dios. De este modo, Aquel que es «Dios de Dios y Luz de Luz» se convierte en Hijo del hombre; María es su Madre, sin dejar de ser la Virgen que «no conoce varón» (cf. Lc 1, 34). Como Madre-Virgen, María se convierte en Madre del amor hermoso.
Se puede decir también que la historia del «amor hermoso» comenzó, en cierto modo, con la primera pareja humana, Adán y Eva. La tentación en la que cayeron y el consiguiente pecado original no los privó completamente de la capacidad del «amor hermoso». Esto se comprende leyendo, por ejemplo, en el libro de Tobías, que los esposos Tobías y Sara, al explicar el significado de su unión, se refieren a los primeros padres Adán y Eva (cf. Tb 8, 6). En la nueva alianza, lo atestigua también san Pablo hablando de Cristo como nuevo Adán (cf. 1 Co 15, 45): Cristo no viene a condenar al primer Adán y a la primera Eva, sino a redimirlos; viene a renovar lo que es don de Dios en el hombre, cuanto hay en él de eternamente bueno y bello, y que constituye el substrato del amor hermoso. La historia del «amor hermoso» es, en cierto sentido, la historia de la salvación del hombre.
El «amor hermoso» se aprende sobre todo rezando. En efecto, la oración comporta siempre, para usar una expresión de san Pablo, una especie de escondimiento con Cristo en Dios: «vuestra vida está oculta con Cristo en Dios» (Col 3, 3). Sólo en semejante escondimiento actúa el Espíritu Santo, fuente del «amor hermoso». Él derrama ese amor no sólo en el corazón de María y de José, sino también en el corazón (de todo) el que escucha la Palabra y la custodia. (s. Juan Pablo II).
INVITACIÓN: Abrir las puertas a Jesús para aprender de Él:
De la mansedumbre del corazón de Jesús, aprende nuestro corazón y nos dejamos “moldear” según lo que el Espíritu nos quiera dar.
«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»: Es una expresión fuerte, en este mundo que desde el inicio es un lugar de enemistad, donde se riñe por doquier, donde por todos lados hay odio, donde constantemente clasificamos a los demás por sus ideas, por sus costumbres, y hasta por su forma de hablar o de vestir. En definitiva, es el reino del orgullo y de la vanidad, donde cada uno se cree con el derecho de alzarse por encima de los otros. Sin embargo, aunque parezca imposible, Jesús propone otro estilo: la mansedumbre. Es lo que él practicaba con sus propios discípulos y lo que contemplamos en su entrada a Jerusalén: «Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica» (Mt 21,5; cf. Za 9,9).
Él dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29). Si vivimos tensos, engreídos ante los demás, terminamos cansados y agotados. Pero cuando miramos sus límites y defectos con ternura y mansedumbre, sin sentirnos más que ellos, podemos darles una mano y evitamos desgastar energías en lamentos inútiles. Para santa Teresa de Lisieux «la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades” (Papa Francisco)
Rezamos juntos: Concédenos, Señor, dejarnos moldear el corazón por tu amor
PROPUESTA: nos dejamos ayudar por una de las “presencias” significativas de nuestra Catedral, los vitraux, esas bellas imágenes plasmadas en el vidrio y que han dibujado el rostro de María, de los santos y una bella imagen también de la Santísima Trinidad.
Las obras de arte han sido el resultado del trabajo paciente de un artista, así también Dios Artista paciente de nuestras vidas- ha creado una “obra de arte” con nosotros y quiere moldearla- día a día- con la acción de su Espíritu de amor.
Rezamos juntos esta bella oración de San Ignacio de Loyola, que nos ayude a la disponibilidad para con el Artista de nuestras vidas, el Dios Bueno y paciente:
ORACIÓN DIOCESANA– (Para estos tres días, rezaremos la oración de la Diócesis)
Bajo tu amparo, Madre Virgen de Luján,
hemos puesto el cuidado de nuestra querida diócesis
que peregrina en todo nuestro país y más allá de sus fronteras.
Te damos gracias porque tú eres Madre,
que dispensas tus muchas bondades y mercedes
a nuestro querido Ejército, nacido junto a nuestra Patria.
Eres Madre, esa estrella de los mares
que guía a la valiente muchachada de la Armada
y animas el denuedo y la fe de los Prefectos navales.
Eres Madre, y te elevas y acompañas,
lauretana, a nuestros aviadores soldados,
para asegurarles rutas de paz y amor.
Eres Madre, Virgen de Luján, y te preocupas de cuidar,
para que cada gendarme sea una persona de bien.
Eres Madre, la que vela por un buen viaje y custodia
a los que cuidan la seguridad de nuestros aeropuertos
y de nuestro pueblo. Porque eres Madre, Madre de todos,
testamento más preciado que nos dejó tu Hijo Jesús en la cruz.
Madre y Virgen de Luján, te pedimos también:
por nuestro Obispo Santiago,
por los sacerdotes capellanes y los diáconos,
por las consagradas y religiosas,
por los seminaristas,
por las familias que acompañan la misión
y esperan el regreso de los que están en tierra, aire y mar,
por los enfermos y por los privados de su libertad,
por los que han servido a nuestra Patria
y ya gozan de un merecido descanso.
Y, a los que ya han transitado su peregrinar,
recíbelos en el mejor Puerto para arribar: tu casa del
Cielo, donde un día también nosotros esperamos llegar.
Por tu Hijo Jesús, Nuestro Señor. Amén
(Anoto en un cuaderno personal lo que ha resonado en mi corazón de la oración de hoy)
+En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
“La Virgen María nos anima a vivir y compartir con gozo ser Familia Diocesana”
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