Mons. Olivera | La gratitud es una condición clave para la vida del creyente y nosotros en este día también queremos unirnos para agradecer el don de la vida de estos 44 hermanos nuestros, así lo expresó el Obispo Castrense de Argentina al presidir la Santa Misa al conmemorarse el 6° aniversario del hundimiento del submarino ARA San Juan. Celebrada en la Iglesia Catedral Castrense, Stella Maris en la mañana del 15 de noviembre de 2023, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), donde participaron efectivos de la Armada Argentina y retirados de la Fuerza.
Mons. Santiago Olivera, decía en la Homilía, “gracias a todos por estar presente en esta Eucaristía, es importante año tras año renovar nuestra oración confiada por aquellos hermanos nuestros que, cumpliendo esa vocación que abrazaron perdieron la vida”. Luego de nombrar, uno por uno los nombres de la tripulación fallecida del ARA San Juan, el Obispo, decía, “me parecía importante recordar sus nombres, son parte de nuestra familia argentina, nuestra gran familia naval, nos reunimos hoy, para renovar la memoria de aquellos que en cumplimiento de su deber y vocación perdieron la vida. La primera Lectura que hemos escuchado el Libro de la Sabiduría, corresponde en la Liturgia del día de ayer, seguramente los capellanes han pensado que nos hemos equivocado, pero me parecía importante que la volvamos a compartir en esta mañana porque la Palabra de Dios es clave para nosotros.
Y el Libro de la Sabiduría nos vuelve a recordar una verdad, que fuimos creados por Dios para no morir y tener una vida incorruptible, porque fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios”. Agregando, “continúa el libro, <<las almas de los justos están en las manos de Dios, a los ojos de los insensatos parecían muertos, su partida de este mundo fue considerada una desgracia, y su alejamiento de nosotros una completa destrucción, pero ellos, están en paz>>.
Con esta convicción es que rezamos a Dios por el alma de estos 44 hermanos nuestros que viviendo su vocación, que lo saben ustedes más que nosotros pero que por ser parte de nuestra familia castrense, los capellanes lo sabemos y lo meditamos más de una vez, y lo experimentamos con cercanía, la vocación para las Fuerzas Armadas es una vocación podríamos decir de permanente riesgo, la vida ofrecida que algunos nos toca justamente dar hasta lo más preciado, que es la propia vida por el cumplimiento del deber”.
En otro párrafo, Mons. Olivera continuaba diciendo, “nosotros pedimos por el eterno descanso por estos hermanos nuestros, pero tan bien y a la vez damos gracias por el don de la vida de cada uno de ellos. Y extendemos nuestra acción de gracias por cada uno de los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas que son parte de nuestra Iglesia Diocesana que entregan diariamente sus vidas y que en algunos momentos nos ponen bajo la mirada aquellos que lo hicieron de un modo extremo”.
Profundizando, el Obispo señaló, “hemos escuchado recién en el Evangelio que diez fueron curados, fueron sanados como signo de una curación mucho más importante de Jesús, que fue expresado por el samaritano, por el extranjero, aquel que reconoce la obra de Dios y se acerca a Jesús para dar gracias. Desde ese día podríamos decir que la gratitud queda como evangelizada y la gratitud siempre será la expresión más grande de haber comprendido una vida en profundidad y no superficial”.
Mons. Santiago compartía más adelante, “(…) la gratitud es una condición clave para la vida del creyente y nosotros en este día también queremos unirnos para agradecer el don de la vida de estos 44 hermanos nuestros. Pedimos por ellos que nos preceden, todos sabemos, aunque nos cueste -decíamos el dos de noviembre en la Misa que tradicionalmente celebramos aquí, en la Iglesia Catedral, Stella Maris por los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas, por todos los fieles difuntos- que la muerte es una realidad que todos sabemos pero que a ninguno nos gusta como contemplarla o pensarla”.
Concluyendo, dijo el Obispo, “pidamos entonces al Señor por estos hermanos que nos precedieron que podamos vivir con hondura nuestra fe, que sepamos que para morir solo hace falta estar vivo. Renovemos nuestra certeza y confianza de un Dios que no se distrae y como lo decía en el Libro de la Sabiduría, <<las almas de los justos están en las manos de Dios y no los afectará ningún tormento, a los ojos de los insensatos parecían muertos, su partida de este mundo es considerada una desgracia, pero ellos están en Paz>>”.-
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