MONS. OLIVERA | Miren hacia la estrella, invoquen a María, Ella, nuestra madre atenta y cercana estará a su lado para ayudarlos, sostenerlos y guiarlos, así lo expresó el Obispo Castrense de Argentina al compartir la homilía durante la celebración de la Santa Misa en acción de Gracia, por el nuevo aniversario de fundación de la PNA (Prefectura Naval Argentina) que se cumplirá el próximo 30 de junio. Eucaristía presidida por el Obispo, Mons. Santiago Olivera en el Parroquia Ntra. Sra. de Luján Castrense, asistieron autoridades y fieles de la Fuerza Federal de Seguridad en la mañana del martes 25 de junio.
En la Homilía Mons. Santiago decía, “lo primero que quisiera compartirles es que debemos dar sinceras gracias: A Dios por su infinita bondad y misericordia; a nuestros próceres que, en los albores del nacimiento tanto de la Patria como de las distintas instituciones, buscaron una identidad cristiana para las mismas; y a quienes desde ese momento pasaron y los que hoy están en la querida Prefectura Naval Argentina (…)”. Agregando, dijo, “damos gracias a Dios por la dedicación y la presencia constante de cada uno de ustedes, una presencia que requiere disponibilidad, paciencia, espíritu de sacrificio y sentido del deber”.
Continuando, el Obispo señaló, “sabemos y así conocemos a los prefecturianos (…) como hombres y mujeres dispuestos al sacrificio, devotos a la patria y capaces de imponerse las máximas privaciones con tal de proteger y socorrer a las poblaciones, a quienes lo necesitan en alta mar, en los litorales costeros, como garantes del orden, de la seguridad, del cuidado del medioambiente, de la tranquilidad y también de la defensa contra toda amenaza y perturbación, en fin, donde la Patria lo demanda”.
Prosiguiendo, Mons. Olivera compartía, “para nosotros como Obispado para las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad de la Nación sus presencias nos llenan de orgullo y renovamos con sincera convicción nuestro deseo de servirlos y cuidarlos, desde nuestra identidad, esto es de consagrados para animarlos a unir la profesión a la vocación. Tenemos presente las palabras de Jesús, “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” y las de María: “hagan todo lo que Él les diga”, como también nos formulamos la pregunta, ¿quién es mi amigo? ¿y mi prójimo?”
En otro párrafo, Mons. Santiago reflexionaba, “ciertamente experimentamos como Nación que estamos heridos, tenemos que sanar muchas enfermedades sociales. Tenemos que estar fuerte y convencidos. Las tentaciones pueden venir de todos lados, pero debemos recordar hoy como en las Bodas de Caná aquellas palabras de María los servidores: “Hagan lo que Jesús les dice”, ante tantas necesidades, ante tanta miseria, ante la mentira y la ambición, ante el desencuentro, la violencia y ante el egoísmo, escuchemos muy en el corazón <<Hagan lo que Jesús les dice>>”.
Finalmente, el Obispo compartió, “que esta bella imagen de la Virgen Stella Maris, a quien desde hace 76 años veneramos como patrona de la Institución, esté siempre ante sus ojos. “Miren a la Estrella, llamen a María”, cuando el deber resulta sumamente duro y afanoso, cuando las voces del desaliento, de la duda, de la tentación, tratan de imponerse sobre la voz de Dios, cuando el agitado mar de las pasiones y del desorden se crece y amenaza, ¡miren hacia la estrella, invoquen a María! Ella, nuestra madre atenta y cercana estará a su lado para ayudarlos, sostenerlos y guiarlos”.
Compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:
Homilía Misa Día de la Prefectura Naval Argentina.
Luján Castrense, 25 de junio de 2024
Hoy nos hemos reunido en esta Parroquia de Luján Castrense, para celebrar un aniversario más de la creación de la Prefectura Naval Argentina, nacida con la Patria en 1810.
Lo primero que quisiera compartirles es que debemos dar sinceras gracias: A Dios por su infinita bondad y misericordia; a nuestros próceres que en los albores del nacimiento tanto de la Patria como de las distintas instituciones, buscaron una identidad cristiana para las mismas; y a quienes desde ese momento pasaron y los que hoy están en la querida Prefectura Naval Argentina como superiores, oficiales, suboficiales, en sus distintos cuerpos y escalafones, personal civil, docente, alumnos de las escuelas de cadetes y suboficiales, dando lo mejor de sí. Damos gracias a Dios por la dedicación y la presencia constante de cada uno de ustedes, una presencia que requiere disponibilidad, paciencia, espíritu de sacrificio y sentido del deber.
Sabemos y así conocemos a los prefecturianos como hombres de ley, y por tanto, profundamente conscientes de la vocación policial, que los hace representantes y guardianes de la ley; los apreciamos como hombres y mujeres dispuestos al sacrificio, devotos a la patria y capaces de imponerse las máximas privaciones con tal de proteger y socorrer a las poblaciones, a quienes lo necesitan en alta mar, en los litorales costeros, como garantes del orden, de la seguridad, del cuidado del medioambiente, de la tranquilidad y también de la defensa contra toda amenaza y perturbación, en fin, donde la Patria lo demanda.
Ustedes Prefecturianos, son servidores y custodios de nuestra geografía y de nuestras vidas. Para nosotros como Obispado para las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad de la Nación sus presencias nos llenan de orgullo y renovamos con sincera convicción nuestro deseo de servirlos y cuidarlos, desde nuestra identidad, esto es de consagrados para animarlos a unir la profesión a la vocación.
Tenemos presente las palabras de Jesús, “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” y las de María: “hagan todo lo que Él les diga”, como también nos formulamos la pregunta, ¿quién es mi amigo? ¿y mi prójimo? Es una apasionante tarea descubrir y ver en el prójimo, en el hermano, en el necesitado, el rostro de Jesús es allí donde el cumplimiento de nuestra misión se realizará satisfactoriamente, pues nos acompañará siempre la certeza de que toda persona es amada por Dios, es su criatura y como tal merece respeto. Parece paradójico, el anuncio del Reino de Dios es un mensaje de paz y de justicia, fundado en la caridad fraterna y en el perdón y, sin embargo, encuentra oposición, violencia y persecución. Permanecer fiel a lo que importa es costoso; cuesta ir contracorriente, cuesta dejar el “siempre se hizo así”, cuesta liberarse de los condicionamientos que algunas modas o ideologías intentan imponer. Pero a los cristianos, a cada uno de nosotros y particularmente ustedes están llamados a renovar cada día sus vidas entregadas como misión que la Patria les confía.
La prevención y lucha contra la delincuencia, la droga, la trata, en fin, contra todo tipo de delitos, sumado al apoyo a las actividades relacionadas con situaciones de emergencia concretas, se ha convertido en una realidad “viva” en todo el territorio nacional. Aquí, vale la pena destacar como la proximidad y familiaridad con Dios –fuente de todo bien- y con su Madre, sumado a la unidad y camaradería entre ustedes, redundan en ejemplo y en una proximidad con la población que, desahuciada ante la carencia de ejemplos y modelos, sin embargo encuentra un halo de esperanza al ver en los uniformados, a personas que por su ejemplo, disciplina, educación, religiosidad, comportamiento, generosidad de sus propias vidas, son dignos de imitar.
Ciertamente experimentamos como Nación que estamos heridos, tenemos que sanar muchas enfermedades sociales. Tenemos que estar fuerte y convencidos. Las tentaciones pueden venir de todos lados, pero debemos recordar hoy como en las Bodas de Caná aquellas palabras de María los servidores: “Hagan lo que Jesús les dice”, ante tantas necesidades, ante tanta miseria, ante la mentira y la ambición, ante el desencuentro, la violencia y ante el egoísmo, escuchemos muy en el corazón “Hagan lo que Jesús les dice.”
La historia institucional, digna de destacar y silenciosa, todos los días escribe nuevas páginas y es larga y rica en méritos ante los hombres y ante Dios; es una historia tejida de actos heroicos, hasta la pérdida de la vida en el cumplimiento del deber, como testimonian sus anales, monumento precioso que constituye su honor, un honor que requiere ser preservado por las generaciones actuales y que sirve de ejemplo para una sociedad que busca cambiar para bien.
A estos discípulos de ayer y de hoy que sufren persecución, Jesús les recomienda: “no teman a quienes matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. No hay que dejarse asustar por los que intentan extinguir el poder de la Verdad mediante la arrogancia y la violencia, porque no pueden hacer nada contra el alma, es decir, contra la comunión con Dios. El único temor que debe tener el discípulo, el prefecturiano de bien, es el de perder este don divino, renunciando a vivir según el Evangelio y procurándose así la muerte moral, que es el efecto del pecado.
Es cierto, que también no pocas veces se experimenta el cansancio de las tareas y exigencias cotidianas. Ante los retos de cada día, hagan resplandecer la esperanza cristiana, que es certeza de la victoria del amor ante el odio y de la paz ante la guerra», así se «contribuye a la construcción de un orden fundado sobre la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Cuidar de las personas, proteger su dignidad y su seguridad, es precioso a los ojos de Dios que todo lo ve y sabrá recompensarlo con creces.
Que esta bella imagen de la Virgen Stella Maris, a quien desde hace 76 años veneramos como patrona de la Institución, esté siempre ante sus ojos. “Miren a la Estrella, llamen a María”, cuando el deber resulta sumamente duro y afanoso, cuando las voces del desaliento, de la duda, de la tentación, tratan de imponerse sobre la voz de Dios, cuando el agitado mar de las pasiones y del desorden se crece y amenaza, ¡miren hacia la estrella, invoquen a María! Ella, nuestra madre atenta y cercana estará a su lado para ayudarlos, sostenerlos y guiarlos. Que ella les conceda todo lo que su corazón desea, para ustedes, para su vida llena de sacrificios y para sus queridas familias y seres queridos que los acompañan en todo momento. Así sea.
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