MONS. OLIVERA | Con total confianza depositemos en manos de nuestra Patrona la Virgen Stella Maris la vida de Nuestra Patria, de sus Gobernantes, de nuestras queridas Armada, Prefectura Naval y la Marina Mercante, depositemos en Ella todos los proyectos, deseos y emprendimientos, así lo señaló el Obispo Castrense y para las Fuerzas Federales de Seguridad de Argentina, Mons. Santiago Olivera al compartir la Homilía en la Solemnidad de la Asunción de María. Fue en la mañana del jueves 15 de agosto, en la Iglesia Catedral, Stella Maris, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago, concelebraron, Capellanes de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad, participaron el Jefe de Estado Mayor Conjunto, Brigadier General Xavier Julián Isaac, el Jefe de Estado Mayor de la Armada Argentina, Vicealmirante Carlos María Allievi, el Jefe del Estado Mayor del Ejército, General de División Carlos Alberto Presti, el Director, el Subprefecto Nacional Naval, prefecto general Alejandro Annichini. Además, estuvieron presentes integrantes de la de la Armada Argentina, PNA (Prefectura Naval Argentina) y de la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria) y de la Marina Mercante.
Mons. Olivera decía en la Homilía, “para todos nosotros es un motivo de verdadera alegría recibir en Nuestra Iglesia Catedral a los hombres y mujeres que la Iglesia nos confía para el cuidado espiritual, al Jefe del Estado Mayor Conjunto, Jefes y Subjefes de las Fuerzas y miembros de ellas, celebramos a la Armada, a la Prefectura. Sean de corazón, muy bienvenidos esta es la casa de ustedes, porque la Casa de la Madre “es la casa de todos”, nos llena de gozo no solo recibirlos sino saber que servimos a buena gente, a buenos hombres y mujeres que entregan por amor a la Patria su vida y están dispuestos a no reservarse nada para sí, para cumplir su vacación y misión”.
Continuando, agregó el Obispo, “estamos llamados a vivir según el querer de Dios para gozar un día de la Patria verdadera, y por lo tanto para ser los Bienaventurados. María, creatura humana, siendo la “llena de Gracia, la Predilecta del Padre”, nos ayuda y sostiene para alcanzar este mismo don que Ella ha recibido. La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta”.
En otro párrafo, Mons. Santiago compartía, “(…) en esta fiesta Mariana nosotros tenemos el gozo de celebrar un año más, la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María bajo la advocación de Stella Maris, Patrona de la Armada, de la Prefectura Naval y de la Marina Mercante, como también la Titular de esta Iglesia Catedral, por eso recibimos a todos, por eso nos alegra que en nuestra Iglesia Diocesana también estén presentes hombres y mujeres de la PSA y de otras Fuerzas.
Celebrar a María en esta, nuestra casa, el Templo Madre, la Catedral Castrense, que es signo de unidad y de pertenencia, multiplica nuestro gozo. Y sin duda, nos renueva en la vocación a la que hemos sido llamados de servir a los hombres y mujeres de las Fuerzas que se nos confía para acompañarlos en el viaje de la vida. María, Madre nuestra en sus distintas advocaciones nos manifiesta su cercanía de madre en nuestras realidades personales y concretas. Ella, la Virgen se hace cercana a nuestra historia, a nuestra geografía, a nuestras vidas”.
A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense y para las Fuerzas Federales de Seguridad de Argentina:
Iglesia Catedral Stella Maris,
Solemnidad de la Asunción de María
15 de agosto de 2024
Para todos nosotros es un motivo de verdadera alegría recibir en Nuestra Iglesia Catedral a los hombres y mujeres que la Iglesia nos confía para el cuidado espiritual, al Jefe del Estado Mayor Conjunto, Jefes y Subjefes de las Fuerzas y miembros de ellas, celebramos a la Armada, a la Prefectura. Sean de corazón, muy bienvenidos esta es la casa de ustedes, porque la Casa de la Madre “es la casa de todos”, nos llena de gozo no solo recibirlos sino saber que servimos a buena gente, a buenos hombres y mujeres que entregan por amor a la Patria su vida y están dispuestos a no reservarse nada para sí, para cumplir su vacación y misión.
Hoy celebramos la Fiesta de la Asunción de María, fiesta que la Iglesia celebró desde los siglos VI y VII, y el Papa Pio XII, promediando el siglo XX convirtió en dogma de fe, esto que estamos celebrando es lo que debemos creer: “La inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, al término de su vida mortal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”. Para nosotros parece que es de sentido común, María Santísima que nació sin pecado, no debía sufrir la corrupción del sepulcro. La solemnidad de hoy celebra la Glorificación de la Madre de Dios y Madre nuestra, pero también en ella contemplar, podemos ver nuestro destino, podemos ver la gracia que Dios nos tiene reservada. La muerte ha sido vencida hemos escuchado en la segunda lectura de hoy, y se nos invitó a dar gracias a Dios por la victoria de nuestro Señor.
Estamos llamados a vivir según el querer de Dios para gozar un día de la Patria verdadera, y por lo tanto para ser los Bienaventurados. María, creatura humana, siendo la “llena de Gracia, la Predilecta del Padre”, nos ayuda y sostiene para alcanzar este mismo don que Ella ha recibido.
Nos compartió el Papa Benedicto XVI, en su encíclica sobre la esperanza, (Spes Salvi) número 49:
Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto, de hace más de mil años, la Iglesia saluda a María, la Madre de Dios, como «estrella del mar»: Ave maris Stella. «La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta.
La verdadera estrella de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su sí abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella, que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Juan 1,14)
Es un desafío, es una exigencia, pero es nuestra vocación, ser luz de esperanza, testimonio de fe y de vida para nuestros hermanos.
Y en esta fiesta Mariana nosotros tenemos el gozo de celebrar un año más, la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María bajo la advocación de Stella Maris, Patrona de la Armada, de la Prefectura Naval y de la Marina Mercante, como también la Titular de esta Iglesia Catedral, por eso recibimos a todos, por eso nos alegra que en nuestra Iglesia Diocesana también estén presentes hombres y mujeres de la PSA y de otras Fuerzas.
Celebrar a María en esta, nuestra casa, el Templo Madre, la Catedral Castrense, que es signo de unidad y de pertenencia, multiplica nuestro gozo. Y sin duda, nos renueva en la vocación a la que hemos sido llamados de servir a los hombres y mujeres de las Fuerzas que se nos confía para acompañarlos en el viaje de la vida. María, Madre nuestra en sus distintas advocaciones nos manifiesta su cercanía de madre en nuestras realidades personales y concretas. Ella, la Virgen se hace cercana a nuestra historia, a nuestra geografía, a nuestras vidas.
A María: “Stella Maris, Estrella del mar”, se la ha llamado en diversos momentos. En general los marinos así la veneran desde tiempo inmemorial, pues en la oscuridad de la noche, los navegantes durante siglos navegaron guiándose por las estrellas para llegar a puerto. Para los creyentes, María es la Estrella que nos guía al puerto final, el de la bienaventuranza eterna. Ya desde el siglo IX podemos leer: “María es la Estrella del Mar a la que debemos seguir con nuestra fe y comportamientos, mientras damos tumbos en el mar proceloso de la vida. Ella nos iluminará para creer en Cristo nacido de ella para salvación del mundo”. Extraordinaria oración del siglo XII de San Bernardo la hacemos nuestra cada vez que veneramos y honramos con este título a la Virgen: “Si se levantan los vientos de la tentación: si te arrastran los acantilados de la desesperación: mira a la estrella: invoca a María. Si están a punto de ahogarte las olas de la soberbia, la ambición, la envidia, la rivalidad, mira a la estrella: invoca a María”.
Sabemos nosotros de tormentas, de historia argentina sufrida y doliente, de tantos momentos de prueba y dificultad, de grietas y zanjas, de medias verdades y mentiras, de tantas miserias y pecados, personales y sociales, de enfrentamientos estériles entre hermanos, pero invocamos a María, y disponemos nuestro oído para escuchar de su boca: “Hagan lo que Él les diga”, Él es su Hijo que cambia nuestras realidades y que nos invita a dejarnos conducir por sus enseñanzas. EL Evangelio es exigente pero no imposible de ser vivido y en verdad sólo seremos plenos y felices aún en medio de tormentas si “escuchamos y cumplimos la Palabra”. María acogió la Palabra, la encarnó en su vientre y supo ser su reflejo. Descubrió con humilde generosidad las maravillas que hizo Dios en Ella, no se miró a si misma por su sí generoso y disponibilidad, sino que proclamó la grandeza de Dios y se puso en camino, camino que se transformó en “Anuncio y Servicio”.
Una nueva y profunda concepción de nuestra condición cristiana nos ubicará en una sólida y segura roca en medio de la inestabilidad de los pareceres humanos, haciéndonos plenamente conscientes de haber recibido de Dios una vocación de servicio que se ejerce a través de los múltiples dones, talentos, capacidades, medios, destinos, en el amplio despliegue con que cada Fuerza dispone a lo largo y ancho de la Nación.
Como argentinos, estamos acostumbrados a navegar por mares y ríos tranquilos, pero hace tiempo, -quizá mucho tiempo- también en ríos y mares embravecidos, lo cual requiere de una mayor pericia para llegar a buen puerto. Quizá por momentos, pareciera que Jesús está dormido, sin embargo, a una sola palabra suya calma la tempestad y podríamos exclamar también nosotros con sus discípulos: “¿¡quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?!”: Jesucristo es éste es DIOS. ¡Qué distinta sería nuestra historia, personal y de la Patria, si dejáramos a Dios que nos condujera y guiara! María es Su humilde Servidora, que nos trajo, nos trae y nos lleva a Jesús, “Dios con nosotros”
Cada 18 de agosto los fieles castrenses celebramos a “Stella Maris”, Titular de la Iglesia Catedral, sede del Obispo Castrense, unidos a la gran familia de la Armada, a la Prefectura Naval y Marina Mercante que la tienen como Patrona, unos desde el 18 de agosto de 1937 y otros desde el 10 de octubre de 1948, al principio festejando dicha fiesta el último viernes de noviembre y luego por disposición del Obispo Diocesano se instituyó como fiesta ese día el 18 de agosto. Este año, para facilitar la presencia de muchos de ustedes y en el marco de la novena patronal la hemos querido celebrar hoy en la Fiesta de la Asunción adelantándola porque el 18 es Domingo y se dificultaba rendirle los justos honores a nuestra Madre.
Transitamos los años de preparación al Jubileo 2027, y prepararnos para celebrar el futuro, nos compromete en el hoy y en la valoración de la historia nuestra, por eso quiero compartirles una vez más las palabras que San Juan Pablo II, en la mañana del 4 de abril de 1992 dijo ante mi predecesor Mons. Martina con motivo de la bendición de esta imagen que preside nuestra Iglesia Catedral:
«Recordando que entonces la Cruz de Cristo llegó a través de los mares, ahora os acompaña en esta travesía oceánica la imagen de la Virgen Stella Maris, que habéis traído a este encuentro para que sea bendecida por el Papa y que a su regreso presidirá, como Patrona, la Iglesia Catedral del Obispado Castrense de la querida Nación Argentina. Os entrego, pues, esta imagen que he bendecido con grande veneración, recordándoos que la Virgen María, a la que invocamos también como Estrella de la Evangelización, sigue acompañando siempre la obra salvífica de su Hijo. Que en la singladura de vuestra vida sea Ella la que os ayude a seguir fielmente a Cristo.»
Son palabras del Papa Santo que para nosotros son brújula que conduce. María nos ayude a seguir con fidelidad a su Hijo.
Con total confianza depositemos en manos de nuestra Patrona la Virgen Stella Maris la vida de Nuestra Patria, de sus Gobernantes, de nuestras queridas Armada, Prefectura Naval, nacida con nuestra Patria, y la Marina Mercante, depositemos en Ella todos los proyectos, deseos y emprendimientos.
En sus manos ponemos la vida de todos los hombres y mujeres que la integran las distintas Fuerzas y nuestro Obispado, como así también de nuestras familias. A su cuidado encomendamos las almas de nuestros seres queridos difuntos, que nos precedieron con el signo de la fe y duermen el sueño de la paz en la esperanza del reencuentro con ellos algún día junto a Dios, con la certeza que la Madre de Dios y nuestra también, seguirá siendo Estrella del Mar que nos marca el rumbo a seguir, concediéndonos en la vida y en la muerte la misericordiosa dulzura de la paz.
Que Así sea.
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