SINGAPUR | Los animo a seguir trabajando por la unidad y la fraternidad de la humanidad, por el bien común de todos, así lo pidió el Santo Padre al compartir su mensaje en el Encuentro con Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático en el marco de la etapa de su 45º viaje apostólico internacional a Asia y Oceanía. El mismo se desarrolló en el Teatro del Centro Cultural de la Universidad Nacional de Singapur; todo sucedía luego de la ceremonia de bienvenida en el Palacio Presidencial, la visita de cortesía al Presidente de la República, Tharman Shanmugaratnam, y el encuentro con el Primer Ministro, Lawrence Wong.
El Papa les decía, “la de Singapur es una historia de crecimiento y resistencia. Desde sus humildes comienzos, esta nación ha alcanzado un alto nivel de desarrollo, demostrando que es el resultado de decisiones racionales y no de la casualidad: es el resultado de un compromiso inquebrantable para llevar a cabo proyectos e iniciativas bien pensados y en sintonía con las características específicas del lugar. También es importante que Singapur no sólo haya prosperado económicamente, sino que se haya esforzado por construir una sociedad en la que la justicia social y el bien común se tengan en alta estima”.
Continuando, señaló, “las sofisticadas tecnologías de la era digital y la rápida evolución en el uso de la inteligencia artificial no pueden hacernos olvidar que es esencial cultivar relaciones humanas reales y concretas; y que estas tecnologías pueden aprovecharse precisamente para acercarnos unos a otros, fomentando la comprensión y la solidaridad, y no para aislarnos peligrosamente en una realidad ficticia e intangible”. Profundizando, el Santo Padre dijo también, “Singapur es un mosaico de etnias, culturas y religiones que conviven en armonía, y esta palabra es muy importante: armonía. La consecución y preservación de esta inclusividad positiva se ve facilitada por la imparcialidad de los poderes públicos, comprometidos en un diálogo constructivo con todos, haciendo posible que cada cual aporte su contribución singular al bien común y no permitiendo que el extremismo y la intolerancia cobren fuerza y pongan en peligro la paz social”.
En otro párrafo, el Pontífice subrayaba, “la Iglesia católica en Singapur, desde el principio de su presencia, ha tratado de aportar su singular contribución al progreso de esta nación, especialmente en los ámbitos de la educación y la sanidad, inspirándose en el espíritu de sacrificio y dedicación de sus misioneros y fieles. Siempre animada por el Evangelio de Jesucristo, la comunidad católica está también a la vanguardia de las obras de caridad, contribuyendo significativamente a los esfuerzos humanitarios y gestionando con este fin varias instituciones sanitarias y numerosas organizaciones humanitarias, entre ellas la Cáritas que todos conocemos”.
Completando, el Papa cerraba diciendo, “los animo a seguir trabajando por la unidad y la fraternidad de la humanidad, por el bien común de todos, de todos los pueblos y de todas las naciones, con un entendimiento que no sea excluyente ni estrechamente centrado en los intereses nacionales. Singapur es un brillante ejemplo de lo que la humanidad puede lograr trabajando juntos en armonía, con sentido de la responsabilidad y en un espíritu de inclusión y fraternidad. Esto es como un resumen de vuestra actitud: trabajar juntos en armonía, con sentido de la responsabilidad y con un espíritu de fraternidad e inclusión”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO
A INDONESIA, PAPÚA NUEVA GUINEA
TIMOR-LESTE, SINGAPUR
(2-13 de septiembre de 2024)
ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Teatro del Centro Cultural de la Universidad Nacional de Singapur
Jueves 12 de septiembre de 2024
Señor Presidente
distinguidas Autoridades
distinguidos representantes de la sociedad civil
Miembros del Cuerpo Diplomático
Agradezco al Señor Presidente las amables palabras de bienvenida que ha tenido a bien dirigirme y que renuevan mi gratitud por su reciente visita al Vaticano. A todas las Autoridades agradezco la cordial acogida en esta ciudad-Estado vuestra, encrucijada comercial de primera importancia y lugar de encuentro de pueblos diferentes.
Quien llega aquí por primera vez no puede dejar de sentirse impresionado por el bosque de rascacielos ultramodernos que parecen surgir del mar. Son un claro testimonio del ingenio humano, el dinamismo de la sociedad singapurense y la perspicacia del espíritu emprendedor, que han encontrado aquí un terreno fértil para expresarse.
La de Singapur es una historia de crecimiento y resistencia. Desde sus humildes comienzos, esta nación ha alcanzado un alto nivel de desarrollo, demostrando que es el resultado de decisiones racionales y no de la casualidad: es el resultado de un compromiso inquebrantable para llevar a cabo proyectos e iniciativas bien pensados y en sintonía con las características específicas del lugar. Precisamente hoy se cumple el centenario del nacimiento de Lee Kuan Yew, el primer Primer Ministro de la República de Singapur, que ocupó el cargo de 1959 a 1990 y dio un fuerte impulso al rápido crecimiento y transformación del país.
También es importante que Singapur no sólo haya prosperado económicamente, sino que se haya esforzado por construir una sociedad en la que la justicia social y el bien común se tengan en alta estima. Pienso en particular en su dedicación a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos mediante políticas de vivienda pública, una educación de alta calidad y un sistema sanitario eficiente. Espero que estos esfuerzos continúen hasta que todos los singapurenses participen plenamente.
Y a este respecto, quisiera señalar el riesgo que entraña cierto pragmatismo y exaltación del mérito, a saber, la consecuencia no deseada de legitimar la exclusión de los marginados de los beneficios del progreso.
En este frente, reconozco y alabo las diversas políticas e iniciativas puestas en marcha para apoyar a los más débiles, y espero que se preste especial atención a los pobres, a los ancianos -cuyo trabajo ha sentado las bases del Singapur que hoy conocemos- y también a proteger la dignidad de los trabajadores inmigrantes, que tanto contribuyen a construir la sociedad, y a los que debe garantizarse un salario justo.
Las sofisticadas tecnologías de la era digital y la rápida evolución en el uso de la inteligencia artificial no pueden hacernos olvidar que es esencial cultivar relaciones humanas reales y concretas; y que estas tecnologías pueden aprovecharse precisamente para acercarnos unos a otros, fomentando la comprensión y la solidaridad, y no para aislarnos peligrosamente en una realidad ficticia e intangible.
Singapur es un mosaico de etnias, culturas y religiones que conviven en armonía, y esta palabra es muy importante: armonía. La consecución y preservación de esta inclusividad positiva se ve facilitada por la imparcialidad de los poderes públicos, comprometidos en un diálogo constructivo con todos, haciendo posible que cada cual aporte su contribución singular al bien común y no permitiendo que el extremismo y la intolerancia cobren fuerza y pongan en peligro la paz social. El respeto mutuo, la cooperación, el diálogo y la libertad de profesar las propias creencias con lealtad a la ley común son condiciones determinantes del éxito y la estabilidad de Singapur, requisitos para un desarrollo no conflictivo y caótico, sino equilibrado y sostenible.
La Iglesia católica en Singapur, desde el principio de su presencia, ha tratado de aportar su singular contribución al progreso de esta nación, especialmente en los ámbitos de la educación y la sanidad, inspirándose en el espíritu de sacrificio y dedicación de sus misioneros y fieles. Siempre animada por el Evangelio de Jesucristo, la comunidad católica está también a la vanguardia de las obras de caridad, contribuyendo significativamente a los esfuerzos humanitarios y gestionando con este fin varias instituciones sanitarias y numerosas organizaciones humanitarias, entre ellas la Cáritas que todos conocemos.
Además, la Iglesia -según las indicaciones de la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II sobre las relaciones con las religiones no cristianas- ha promovido constantemente el diálogo interreligioso y la cooperación entre las distintas comunidades de fe, en un espíritu de apertura y respeto mutuo, fundamentales para construir una sociedad justa y pacífica.
Esta visita mía se produce cuarenta y tres años después del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Singapur. Pretende confirmar a los católicos en la fe y exhortarlos a seguir trabajando con alegría y dedicación con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, por la construcción de una sociedad civil sana y cohesionada, por el bien común y por un testimonio cristalino de su fe.
Singapur tiene también un papel específico que desempeñar en el orden internacional -no lo olvidemos-, amenazado hoy por sangrientos conflictos y guerras, y celebro su meritoria promoción del multilateralismo y de un orden basado en normas y compartido por todos. Los animo a seguir trabajando por la unidad y la fraternidad de la humanidad, por el bien común de todos, de todos los pueblos y de todas las naciones, con un entendimiento que no sea excluyente ni estrechamente centrado en los intereses nacionales.
Y permítanme recordar también el papel de la familia, el primer lugar donde todos aprenden a relacionarse con los demás, a ser amados y a amar. En las condiciones sociales actuales, los cimientos sobre los que se asientan las familias están en entredicho y corren el riesgo de debilitarse. Deben estar en condiciones de transmitir los valores que dan sentido y forma a la vida y de enseñar a los jóvenes a establecer relaciones sólidas y sanas. Por lo tanto, son dignos de elogio los esfuerzos por promover, proteger y apoyar la unidad familiar a través de la labor de diversas instituciones.
No podemos ocultar que hoy vivimos una crisis medioambiental, y no debemos subestimar el impacto que una pequeña nación como Singapur puede tener en ella. Su ubicación única le da acceso al capital, la tecnología y el talento, recursos que pueden impulsar la innovación para cuidar de la salud de nuestra casa común.
Su compromiso con el desarrollo sostenible y la preservación de la creación es un ejemplo a seguir, y su búsqueda de soluciones innovadoras a los retos medioambientales puede animar a otros países a hacer lo mismo. Singapur es un brillante ejemplo de lo que la humanidad puede lograr trabajando juntos en armonía, con sentido de la responsabilidad y en un espíritu de inclusión y fraternidad. Esto es como un resumen de vuestra actitud: trabajar juntos en armonía, con sentido de la responsabilidad y con un espíritu de fraternidad e inclusión. Los animo a seguir por este camino, confiando en la promesa de Dios y en su amor paternal por todos.
Señor Presidente, Señoras y Señores, que Dios les ayude a responder a las necesidades y expectativas de su pueblo, y les anime a experimentar que, con quienes permanecen humildes y agradecidos, Él puede lograr grandes cosas para el bien de todos.
Que Dios bendiga a Singapur.
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