MONS. OLIVERA | En un mundo que se debate en guerras, violencias y desencuentros, vemos en el rostro humilde de San Francisco, un corazón que nos invita a seguir intentando la paz, el encuentro, la fraternidad, así lo señalaba el Obispo Castrense y para las Fuerzas Federales de Seguridad de Argentina, al compartir su nota que fue publicada en la columna de opinión del diario mendocino MDZ. El 3 de octubre de 1226 fallecía San Francisco de Asís, al cumplirse el 798 aniversario, Mons. Santiago Olivera nos habla del Santo Patrono de los animales, veterinarios y ecologistas.
En la nota el, el Obispo nos narra, “(…) pensar en San Francisco hoy, podemos valernos de dos enseñanzas del Papa Francisco, que han sido inspiradas en este gran santo. Antes de meternos de lleno en eso, vale recordar que San Francisco inspiró al cardenal Jorge Bergoglio tomar su nombre, cuando fue elegido Papa, aquel marzo del 2013. El mismo papa Francisco, valiéndose de la riqueza espiritual de este gran santo- de muchos devotos y muy popular- escribió dos encíclicas, en las cuales nos ha invitado a todos, desde la fraternidad universal a vivir este tiempo y, a cuidar este mundo como la casa común de todos”.
Continuando, agregaba, “la valoración de “La Casa común”, como llama el Papa Francisco a nuestro planeta, implicará que debamos dejarla mejor de lo que lo hemos recibido. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. (…) Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”.
Más adelante, Mons. Santiago señala, “(…) Francisco, el Papa nos traza pistas que han nacido también del corazón y de la experiencia de San Francisco: Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano”.
Profundizando, el Obispo compartía también en su redacción, “cuánta actualidad del mensaje de San Francisco, más en este tiempo que, por ejemplo, vemos muchas partes de nuestro país- especialmente en el centro de él- padecer por el fuego. O sequías interminables o sobreabundancia de agua que genera estragos. Armonía de la naturaleza que nos estamos encargando de desequilibrar. Llamar “hermano” o “hermana” a toda la creación, fue- para San Francisco- un estilo de su trato diario donde las personas, tuvieron un lugar privilegiado dentro del orden de la creación. Aspiró a la fraternidad universal”.
Completando, dijo, “en un mundo que se debate en guerras, violencias y desencuentros, vemos en el rostro humilde de este sencillo fraile, un corazón que nos invita a seguir intentando la paz, el encuentro… la fraternidad. Poner nuestra mirada en Francisco nos habla también, de la confianza y el caminar con la certeza de saberse amados por Dios”.
A continuación, compartimos en forma completa la nota de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense y para las Fuerzas Federales de Seguridad:
Quién es San Francisco de Asís: patrono de animales, veterinarios y ecologistas
Uno de los santos más venerado y querido es San Francisco de Asís, no solo de los cristianos sino de todos, por su fraternidad universal, y el respeto por toda la creación.
San Francisco de Asís, (Giavanni di Pietro Bernardone) nació en Asís, Italia, en 1181/2 y falleció un 3 de octubre de 1226, en Asís. Fue un gran santo Diácono, humilde y sencillo, conocido como el “pobrecillo de Asís” (il poverello d´ Assisi, canonizado en 1228, celebrándose su fiesta cada 4 de octubre. Llevó en su cuerpo y fue el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas. Hijo de un rico y reconocido comerciante (Pietro) y de Pica de Boulemont, perteneciente de una familia noble. Abrazó la pobreza, dejando todo lo que poseía, y podemos decir también su futuro y seguridades humanas, invitando a sus seguidores a vivir la misma vida.
Para pensar en San Francisco hoy, podemos valernos de dos enseñanzas del Papa Francisco, que han sido inspiradas en este gran santo. Antes de meternos de lleno en eso, vale recordar que San Francisco inspiró al cardenal Jorge Bergoglio tomar su nombre, cuando fue elegido Papa, aquel marzo del 2013. El mismo papa Francisco, valiéndose de la riqueza espiritual de este gran santo– de muchos devotos y muy popular- escribió dos encíclicas, en las cuales nos ha invitado a todos, desde la fraternidad universal a vivir este tiempo y, a cuidar este mundo como la casa común de todos.
Casa común, que nos invita a vivir en clave evangélica fundamental, al modo que lo vivió el «poverello de Assisi«, y tan válido para “nuestro hoy”, como es valorando la creación, el respeto por el medio ambiente y por la naturaleza, con la certeza que todo es Creación de Dios. La valoración de “La Casa común”, como llama el papa Francisco a nuestro planeta, implicará que debamos dejarla mejor de lo que lo hemos recibido. La encíclica “Laudato si”, del Santo Padre Francisco, nos trae la vivencia espiritual del santo de Asís y nos comparte:
Laudato si’, mi’ Signore (Alabado seas, mi Señor), cantaba San Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».
Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. (…) Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. Ante esta realidad que nos asusta, Francisco, el Papa nos traza pistas que han nacido también del corazón y de la experiencia de San Francisco:
Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano. Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores «invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón». Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él que, «lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas».
Esta convicción no puede ser despreciada como un romanticismo irracional, porque tiene consecuencias en las opciones que determinan nuestro comportamiento. Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo.
Cuánta actualidad del mensaje de San Francisco, más en este tiempo que, por ejemplo, vemos muchas partes de nuestro país- especialmente en el centro de él- padecer por el fuego. O sequías interminables o sobreabundancia de agua que genera estragos. Armonía de la naturaleza que nos estamos encargando de desequilibrar. Llamar “hermano” o “hermana” a toda la creación, fue- para San Francisco– un estilo de su trato diario donde las personas, tuvieron un lugar privilegiado dentro del orden de la creación. Aspiró a la fraternidad universal. Procuró el dialogo y el encuentro, con otras culturas y religiones. Amó con un gran corazón de hermano a todos.
El papa Francisco nos enseña, en su encíclica Fratelli tutti, que San Francisco de Asís escribía para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. Para muestra basta un botón, reza el refrán y aquí compartimos una de las actitudes de San Francisco y que el Papa nos la quiso compartir en la misma encíclica
Hay un episodio de su vida que nos muestra su corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión. Es su visita al Sultán Malik-el-Kamil, en Egipto, que significó para él un gran esfuerzo debido a su pobreza, a los pocos recursos que tenía, a la distancia y a las diferencias de idioma, cultura y religión. Este viaje, en aquel momento histórico marcado por las cruzadas, mostraba aún más la grandeza del amor tan amplio que quería vivir, deseoso de abrazar a todos. La fidelidad a su Señor era proporcional a su amor a los hermanos y a las hermanas. Sin desconocer las dificultades y peligros, San Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran «entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios». En aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos años atrás Francisco invitara a evitar toda forma de agresión o contienda y también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no compartían su fe.
¡Qué actualidad de la propuesta de San Francisco! En un mundo que se debate en guerras, violencias y desencuentros, vemos en el rostro humilde de este sencillo fraile, un corazón que nos invita a seguir intentando la paz, el encuentro… la fraternidad. Poner nuestra mirada en Francisco nos habla también, de la confianza y el caminar con la certeza de saberse amados por Dios. Él descubrió que «dejando todo encontró todo” y del que es todo, se amplió su corazón, para acoger el cuidado de la creación y acoger a quien es la cumbre de la misma: el ser humano, cada persona, toda persona, sin distinción.
“Paz y bien” es el clásico saludo franciscano. Cristo es nuestra paz y Él pasó haciendo el bien. Síntesis profunda y sencilla, en ese saludo, de este gran santo que celebramos.
¡Paz y bien a cada uno!
* Santiago Olivera. Obispo Castrense y de las Fuerza Federales de Seguridad de la República Argentina
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