PAPA FRANCISCO | Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se hace sentir a los ojos del Señor, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje antes de rezar la oración mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora de Roma), Su Santidad Francisco se presentó en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunió con fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
A la luz del Evangelio de hoy, (Mc 10, 46-52), el Papa dijo, “nos habla de Jesús que cura a un hombre de la ceguera. Se llama Bartimeo, pero la gente de la calle lo ignora: es un pobre mendigo. «¿Qué quieres que haga por ti?». Esta pregunta, ante un ciego, parece una provocación y, en cambio, es una prueba. Jesús está preguntando a Bartimeo a quién busca realmente, y por qué razón”.
Continuando, agregó, “en primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es sólo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: ‘Existo, mírame. No puedo ver, Jesús. ¿Me ves?» Sí, Jesús ve al mendigo y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón”.
Profundizando, el Santo Padre continuó diciendo, el “segundo punto: la fe. ¿Qué dice Jesús? «Vete, tu fe te ha salvado» (v. 52). Bartimeo ve porque cree; Cristo es la luz de sus ojos. El Señor observa cómo lo mira Bartimeo. ¿Cómo miro yo a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Le miro como Jesús?”
Completando dijo, “por último, el camino: Bartimeo, curado, «seguía a Jesús por el camino» (v. 52). Pero cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego por dentro, que sigue a Jesús una vez que se ha acercado a Él. Cuando te acercas a un pobre y te haces cercano, es Jesús quien se acerca a ti en la persona de ese pobre. Por favor, que no haya confusión: dar limosna no es caridad. Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se hace sentir a los ojos del Señor”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
Hoy el Evangelio de la liturgia (Mc 10, 46-52) nos habla de Jesús que cura a un hombre de la ceguera. Se llama Bartimeo, pero la gente de la calle lo ignora: es un pobre mendigo. Aquella gente no tiene ojos para este ciego; lo dejan, lo ignoran. Ninguna mirada de atención, ningún sentimiento de compasión. Bartimeo tampoco ve, pero oye y es oído. Grita, grita con fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» (v. 48). Jesús, sin embargo, le oye y le ve. Se pone a su disposición y le pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 51).
«¿Qué quieres que haga por ti?». Esta pregunta, ante un ciego, parece una provocación y, en cambio, es una prueba. Jesús está preguntando a Bartimeo a quién busca realmente, y por qué razón. ¿Quién es para ti el «Hijo de David»? Y así, el Señor comienza a abrir los ojos del ciego. Consideremos tres aspectos de este encuentro, que se convierte en diálogo: el grito, la fe, el camino.
En primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es sólo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: ‘Existo, mírame. No puedo ver, Jesús. ¿Me ves?» Sí, Jesús ve al mendigo y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón. Pensad en nosotros, cuando pasamos junto a algún mendigo por la calle: cuántas veces miramos hacia otro lado, cuántas veces lo ignoramos, como si no existiera. ¿Y escuchamos el grito de los mendigos?
Segundo punto: la fe. ¿Qué dice Jesús? «Vete, tu fe te ha salvado» (v. 52). Bartimeo ve porque cree; Cristo es la luz de sus ojos. El Señor observa cómo lo mira Bartimeo. ¿Cómo miro yo a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Le miro como Jesús? ¿Soy capaz de entender sus preguntas, su grito de auxilio? Cuando das limosna, ¿miras al mendigo a los ojos? ¿Tocas su mano para sentir su carne?
Por último, el camino: Bartimeo, curado, «seguía a Jesús por el camino» (v. 52). Pero cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego por dentro, que sigue a Jesús una vez que se ha acercado a Él. Cuando te acercas a un pobre y te haces cercano, es Jesús quien se acerca a ti en la persona de ese pobre. Por favor, que no haya confusión: dar limosna no es caridad. Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se hace sentir a los ojos del Señor.
Recemos juntos a María, aurora de salvación, para que custodie nuestro camino a la luz de Cristo.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
Hoy hemos concluido el Sínodo de los Obispos. Recemos para que todo lo que hemos hecho este mes vaya adelante para el bien de la Iglesia.
El 22 de octubre se cumplieron 50 años de la creación por san Pablo VI de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo, y mañana se cumplirán 60 años de la Declaración Nostra aetate del Concilio Ecuménico Vaticano II. Especialmente en estos tiempos de grandes sufrimientos y tensiones, animo a quienes están comprometidos con el diálogo y la paz a nivel local.
Mañana se inaugurará en Ginebra una importante Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 75 años después de los Convenios de Ginebra. Ojalá este acontecimiento despierte las conciencias para que, durante los conflictos armados, se respete la vida y la dignidad de las personas y de los pueblos, así como la integridad de las estructuras civiles y de los lugares de culto, de conformidad con el derecho internacional humanitario. Es triste ver cómo en la guerra se destruyen hospitales y escuelas.
Me uno a la querida Iglesia de San Cristóbal de las Casas, en el estado mexicano de Chiapas, que llora al sacerdote Marcelo Pérez Pérez, asesinado el domingo pasado. Un celoso servidor del Evangelio y del pueblo fiel de Dios. Que su sacrificio, como el de otros sacerdotes asesinados por fidelidad al ministerio, sea semilla de paz y de vida cristiana.
Estoy cerca del pueblo de Filipinas golpeado por un potente ciclón. Que el Señor sostenga a ese pueblo tan lleno de fe.
Os saludo a vosotros, romanos y peregrinos. Saludo, en particular, a la Hermandad del Señor de los Milagros, de los peruanos en Roma, a quienes agradezco su testimonio y animo a continuar en su camino de fe.
Saludo al grupo de ancianos de Loiri Porto San Paolo, a los niños confirmandos de Assemini (Cagliari), a los «Peregrinos de la salud» de Piacenza, a los seculares oblatos cistercienses del santuario de Cotrino y a la Confederación de caballeros pobres de san Bernardo de Claraval.
Y, por favor, ¡continuemos rezando por la paz, especialmente en Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, para que se ponga fin a la escalada y se anteponga el respeto a la vida humana, que es sagrada! Las primeras víctimas se encuentran entre la población civil: lo vemos todos los días. ¡Demasiadas víctimas inocentes! Vemos todos los días imágenes de niños masacrados. ¡Demasiados niños! Recemos por la paz.
Deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no olviden rezar por mí. Buen almuerzo y adiós
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