PAPA FRANCISCO | Todas las cosas hay que hacerlas con amor, así lo pidió el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy, Su Santidad Francisco se presentó en la ventana del estudió Apostólico Vaticano, desde donde se reunió con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
En esta jornada, el Santo Padre señaló, “el Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 12,28-34) nos habla de una de las muchas discusiones que tuvo Jesús en el templo de Jerusalén. Uno de los escribas se acerca y le pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (v. 28)”.
Continuando, agregó, “Jesús nos da la respuesta, combinando estos dos mandamientos, que son los principales: «Amarás al Señor tu Dios» y «amarás a tu prójimo». Y esto es algo que está en el corazón de nuestra fe. Todos nosotros -lo sabemos- necesitamos volver al corazón de la vida y de la fe, porque el corazón es «la fuente y la raíz de todas las demás fuerzas, convicciones» (Enc. Dilexit nos, 9)”.
Completando, el Papa compartió, “(…), podemos hacer muchas cosas, ciertamente, pero hacerlas sólo para nosotros mismos y sin amor, y eso no sirve; hacerlas con el corazón distraído o con el corazón cerrado, y eso no sirve. Todas las cosas hay que hacerlas con amor. El Señor vendrá y nos preguntará ante todo por el amor: «¿Cómo habéis amado?». Es importante entonces fijar en el corazón el mandamiento más importante. ¿Cuál es? Ama al Señor tu Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo. Y cada día hacer nuestro examen de conciencia y preguntarnos: ¿es el amor a Dios y al prójimo el centro de mi vida?”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 12,28-34) nos habla de una de las muchas discusiones que tuvo Jesús en el templo de Jerusalén. Uno de los escribas se acerca y le pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (v. 28). Jesús responde uniendo dos palabras fundamentales de la ley mosaica: «Amarás al Señor tu Dios» y «Amarás a tu prójimo» (vv. 30-31).
Con su pregunta, el escriba busca «el primero» de los mandamientos, es decir, un principio que subyace a todos los mandamientos; los judíos tenían muchos preceptos y buscaban la base de todos ellos, uno que fuera el fundamental; intentaban ponerse de acuerdo en uno fundamental, y había discusiones entre ellos, buenas discusiones porque buscaban la verdad. Y esta cuestión es también esencial para nosotros, para nuestra vida y para el camino de nuestra fe. Porque también nosotros, a veces, nos sentimos dispersos en tantas cosas y nos preguntamos: pero, al final, ¿qué es lo más importante de todo? ¿Dónde puedo encontrar el centro de mi vida, de mi fe? Jesús nos da la respuesta, combinando estos dos mandamientos, que son los principales: «Amarás al Señor tu Dios» y «amarás a tu prójimo». Y esto es algo que está en el corazón de nuestra fe.
Todos nosotros -lo sabemos- necesitamos volver al corazón de la vida y de la fe, porque el corazón es «la fuente y la raíz de todas las demás fuerzas, convicciones» (Enc. Dilexit nos, 9). Y Jesús nos dice que la fuente de todo es el amor, que nunca debemos separar a Dios del hombre. Al discípulo de todos los tiempos el Señor le dice: en tu camino lo que cuenta no son las prácticas externas, como holocaustos y sacrificios (v. 33), sino la disposición del corazón con la que te abres a Dios y a los hermanos en el amor. Hermanos y hermanas, podemos hacer muchas cosas, ciertamente, pero hacerlas sólo para nosotros mismos y sin amor, y eso no sirve; hacerlas con el corazón distraído o con el corazón cerrado, y eso no sirve. Todas las cosas hay que hacerlas con amor.
El Señor vendrá y nos preguntará ante todo por el amor: «¿Cómo habéis amado?». Es importante entonces fijar en el corazón el mandamiento más importante. ¿Cuál es? Ama al Señor tu Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo. Y cada día hacer nuestro examen de conciencia y preguntarnos: ¿es el amor a Dios y al prójimo el centro de mi vida? ¿Mi oración a Dios me impulsa a ir hacia mis hermanos y a amarlos gratuitamente? ¿Reconozco la presencia del Señor en el rostro de los demás?
Que la Virgen María, que llevó impresa la ley de Dios en su corazón inmaculado, nos ayude a amar al Señor y a nuestros hermanos.
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Después del Ángelus
Los saludo a todos, romanos y peregrinos de Italia y de otros países.
Saludo a las Hermanas Carmelitas Misioneras del Espíritu Santo, que celebran veinticinco años de su Fraternidad Seglar; saludo a los fieles de Venecia, Pontassieve, Barberino del Mugello, Empoli y Palermo, y de Santa Maria alle Fornaci en Roma; así como a los adolescentes de Catanzaro con sus educadores parroquiales.
Saludo a los donantes de sangre de Coccaglio (Brescia); y al grupo de Emergencia Roma Sur, comprometido en recordar el artículo 11 de la Constitución italiana, que dice: «Italia repudia la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de los demás pueblos y como medio de solución de controversias internacionales». ¡Recordad este artículo! ¡Adelante!
Y que este principio se aplique en todo el mundo: que se prohíba la guerra y se aborden los problemas mediante el derecho y las negociaciones. Que se silencien las armas y se dé espacio al diálogo. Recemos por la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar, Sudán del Sur.
Y sigamos rezando por Valencia, y las demás comunidades de España, que tanto están sufriendo estos días. ¿Qué hago yo por la gente de Valencia? ¿Rezo? ¿Ofrezco algo? Pensad en esta pregunta.
Y les deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.
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