PAPA FRANCISCO | No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y de alegría, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora de Roma) Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunión con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
El Papa nos decía, “en el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación distinta, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31)”.
Profundizando, agregaba, “podemos detenernos en esta expresión: lo que pasa y lo que permanece. En primer lugar, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, la violencia, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo se acaba, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan”.
Completando, el Pontífice dijo, “al mismo tiempo, Jesús habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen para siempre. Así, nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y de eternidad, y a no vivir más bajo la angustia de la muerte”.
Antes de concluir, el Papa, compartió, “(…) incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin miedo a perder lo que termina, sino con alegría por lo que permanece. No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y de alegría”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación distinta, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).
Podemos detenernos en esta expresión: lo que pasa y lo que permanece.
En primer lugar, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, la violencia, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo se acaba, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan. Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no apegar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán.
Al mismo tiempo, Jesús habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen para siempre. Así, nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y de eternidad, y a no vivir más bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él, en Cristo, encontraremos un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrena. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un sentido nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una vida nueva.
Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin miedo a perder lo que termina, sino con alegría por lo que permanece. No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y de alegría.
Preguntémonos, pues: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan, que pasan deprisa, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Hagámonos esta pregunta, por favor. Nos ayudará.
Y pidamos a la Santísima Virgen, que se ha confiado totalmente a la Palabra de Dios, que interceda por nosotros.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
ayer en Shkodra fueron beatificados dos mártires: Louis Palić, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores, y Gjon Gazulli, sacerdote diocesano, víctimas de la persecución religiosa en el siglo XX. Y hoy ha sido beatificado en Friburgo de Brisgovia otro mártir, el sacerdote Max Josef Metzger, fundador del Instituto Secular de Cristo Rey, combatido por el nazismo por su compromiso religioso en favor de la paz. Que el ejemplo de estos mártires reconforte a tantos cristianos discriminados por su fe en nuestro tiempo. ¡Aplaudamos a la nueva Beati!
Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, cuyo tema es «La oración de los pobres sube hasta Dios» (Sir 21,5). Doy las gracias a quienes, en las diócesis y en las parroquias, han promovido iniciativas de solidaridad con los más necesitados. Y en este día recordemos también a todas las víctimas de la carretera: recemos por ellas, por sus familias, y comprometámonos en la prevención de los accidentes.
Hago una pregunta, cada uno puede hacerse esta pregunta: ¿me privo de algo para dárselo a los pobres? Cuando doy limosna, ¿toco la mano del pobre y le miro a los ojos? Hermanos y hermanas, ¡no olvidemos que los pobres no pueden esperar!
Me uno a la Iglesia italiana que celebra mañana una Jornada de oración por las víctimas y los supervivientes de abusos. Cada abuso es una traición a la confianza, ¡es una traición a la vida! La oración es indispensable para «reconstruir la confianza».
También quiero recordar a todos los pescadores, con ocasión de la Jornada Mundial de la Pesca, que se celebrará el próximo jueves: María, Estrella del Mar, protege a los pescadores y a sus familias.
Y saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, a los fieles de Ponta Delgada y Zagreb; a la Escolanía del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y a la comunidad ecuatoriana en Roma, que celebra la Virgen del Quinche. Saludo a los grupos de Chioggia y Caorle; a los bomberos de Romeno (Trento) y al coro parroquial de Nesso (Como).
Hermanos y hermanas, recemos por la paz: en la atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, en Myanmar, en Sudán. La guerra hace inhumanos a los pueblos, los induce a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernantes escuchen el grito de los pueblos que piden la paz.
Saludos a los hijos de la Inmaculada. Deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!
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