PAPA FRANCISCO | Los hijos son un don de Dios, por desgracia, este don no siempre se trata con respeto

8 enero, 2025

PAPA FRANCISCO | Los hijos son un don de Dios, por desgracia, este don no siempre se trata con respeto, así lo señaló el Santo Padre Francisco al compartir su mensaje durante la Audiencia General, es de destacar que al final de la misma Mons. Santiago Olivera se encontraba y saludaba al Pontífice. Celebra en el Aula Pablo VI, Su Santidad Francisco centró su meditación en el tema Yo, el más amado del Padre, una meditación sobre los niños en el contexto del tiempo de Navidad. (Lectura: Lc 18,15-17).

El Papa nos decía, “quisiera dedicar ésta y la próxima catequesis a los niños y reflexionar sobre la plaga del trabajo infantil. Hoy podemos mirar hacia Marte o hacia los mundos virtuales, pero nos cuesta mirar a los ojos de un niño que ha quedado al margen y es explotado y maltratado. El siglo que genera inteligencia artificial y diseña existencias multiplanetarias aún no ha asumido la lacra de la infancia humillada, explotada y herida de muerte”.

Siguiendo, señalaba, “los hijos son un don de Dios. Por desgracia, este don no siempre se trata con respeto. La propia Biblia nos lleva a las calles de la historia donde resuenan cantos de alegría, pero también se alzan los gritos de las víctimas. Pensemos en cuántos niños mueren hoy de hambre y penuria, o destrozados por las bombas”.

Mas adelante, el Santo Padre subrayó, “incluso sobre Jesús recién nacido irrumpe de inmediato la tormenta de la violencia de Herodes, masacrando a los niños de Belén. Un drama oscuro que se repite de otras formas en la historia. Y aquí, para Jesús y sus padres, está la pesadilla de convertirse en refugiados en un país extranjero, como sucede también hoy a tantas personas (cf. Mt 2,13-18), a tantos niños”.

En otro párrafo, Su Santidad continuó diciendo, “en su vida pública, Jesús iba predicando por los pueblos junto con sus discípulos. Un día se le acercaron unas madres y le presentaron a sus bebés para que los bendijera; pero los discípulos las reprendieron. Entonces Jesús, rompiendo con la tradición que consideraba al niño sólo como un objeto pasivo, llama a los discípulos y les dice: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios»”.

Profundizando, agregó, “en un pasaje similar, Jesús llama a un niño, lo pone en medio de los discípulos y les dice: «Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3). Y luego advierte: «Pero a cualquiera que ofenda a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar» (Mt 18,6)”.

Finalmente, el Papa dijo, “los discípulos de Jesucristo nunca deben permitir que se descuide o maltrate a los niños, que se les prive de sus derechos, que no se les quiera ni se les proteja. Los cristianos tienen el deber de prevenir seriamente y condenar con firmeza la violencia o los abusos contra los niños. (…) quienes se reconocen hijos de Dios, y especialmente quienes son enviados a llevar a los demás la buena noticia del Evangelio, no pueden permanecer indiferentes; no pueden aceptar que a hermanas y hermanos pequeños, en lugar de amarlos y protegerlos, se les robe su infancia, sus sueños, víctimas de la explotación y la marginación”.

Primera Audiencia General del Papa del año 2025, encuentro y saludo con Mons. Olivera.-

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Catequesis. El Padre más amado. 1

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Quisiera dedicar ésta y la próxima catequesis a los niños y reflexionar sobre la plaga del trabajo infantil.

Hoy podemos mirar hacia Marte o hacia los mundos virtuales, pero nos cuesta mirar a los ojos de un niño que ha quedado al margen y es explotado y maltratado. El siglo que genera inteligencia artificial y diseña existencias multiplanetarias aún no ha asumido la lacra de la infancia humillada, explotada y herida de muerte. Reflexionemos sobre ello.

En primer lugar, nos preguntamos: ¿qué mensaje nos da la Sagrada Escritura sobre los niños? Es curioso constatar que la palabra que más se repite en el Antiguo Testamento, después del nombre divino de Yahvé, es la palabra ben, es decir, «hijo»: casi cinco mil veces. «He aquí que la heredad del Señor son los hijos (ben), su recompensa es el fruto del vientre» (Sal 127,3). Los hijos son un don de Dios. Por desgracia, este don no siempre se trata con respeto. La propia Biblia nos lleva a las calles de la historia donde resuenan cantos de alegría, pero también se alzan los gritos de las víctimas. Por ejemplo, en el libro de las Lamentaciones leemos: «La lengua del lactante se pegaba a su paladar a causa de la sed; los niños pedían pan y no había quien se lo partiera» (4,4); y el profeta Naum, recordando lo que había sucedido en las antiguas ciudades de Tebas y Nínive, escribe: «Los niños eran aplastados en las encrucijadas de todos los caminos» (3,10). Pensemos en cuántos niños mueren hoy de hambre y penuria, o destrozados por las bombas.

Incluso sobre Jesús recién nacido irrumpe de inmediato la tormenta de la violencia de Herodes, masacrando a los niños de Belén. Un drama oscuro que se repite de otras formas en la historia. Y aquí, para Jesús y sus padres, está la pesadilla de convertirse en refugiados en un país extranjero, como sucede también hoy a tantas personas (cf. Mt 2,13-18), a tantos niños. Después de la tempestad, Jesús crece en un pueblo nunca mencionado en el Antiguo Testamento, Nazaret; aprende el oficio de carpintero de su padre legal, José (cf. Mc 6,3; Mt 13,55). Así, «el niño crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios caía sobre él» (Lc 2,40).

En su vida pública, Jesús iba predicando por los pueblos junto con sus discípulos. Un día se le acercaron unas madres y le presentaron a sus bebés para que los bendijera; pero los discípulos las reprendieron. Entonces Jesús, rompiendo con la tradición que consideraba al niño sólo como un objeto pasivo, llama a los discípulos y les dice: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios». Y así señala a los pequeños como modelo para los adultos. Y añade solemnemente: «En verdad os digo que el que no reciba el Reino de Dios como lo recibe un niño, no entrará en él» (Lc 18,16-17).

En un pasaje similar, Jesús llama a un niño, lo pone en medio de los discípulos y les dice: «Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3). Y luego advierte: «Pero a cualquiera que ofenda a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar» (Mt 18,6).

Hermanos y hermanas, los discípulos de Jesucristo nunca deben permitir que se descuide o maltrate a los niños, que se les prive de sus derechos, que no se les quiera ni se les proteja. Los cristianos tienen el deber de prevenir seriamente y condenar con firmeza la violencia o los abusos contra los niños.

También hoy, en particular, demasiados niños son obligados a trabajar. Pero un niño que no sonríe, un niño que no sueña, no podrá conocer ni hacer florecer sus talentos. En todas partes de la tierra hay niños explotados por una economía que no respeta la vida; una economía que, al hacerlo, quema nuestra mayor reserva de esperanza y de amor. Pero los niños ocupan un lugar especial en el corazón de Dios, y quien hace daño a un niño tendrá que rendirle cuentas.

Queridos hermanos y hermanas, quienes se reconocen hijos de Dios, y especialmente quienes son enviados a llevar a los demás la buena noticia del Evangelio, no pueden permanecer indiferentes; no pueden aceptar que a hermanas y hermanos pequeños, en lugar de amarlos y protegerlos, se les robe su infancia, sus sueños, víctimas de la explotación y la marginación.

Pidamos al Señor que abra nuestras mentes y nuestros corazones al cuidado y a la ternura, y que cada niño y cada niña crezca en edad, sabiduría y gracia (cf. Lc 2, 52), recibiendo y dando amor. Gracias.

______________________________________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús por todos los niños y las niñas del mundo, para que, recibiendo y dando amor, puedan crecer en edad, en sabiduría y en gracia. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

* * *

Estoy muy agradecido a estas mujeres y hombres que nos hicieron reír con el circo. El circo nos hace reír como niños. La gente del circo tiene esta misión, incluso de nosotros: hacernos reír y hacer cosas buenas. Muchas gracias a todos.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los fieles de Adria y Alba Adriática y les animo a vivir plenamente el camino de la fe en sus respectivas parroquias.

Os saludo con afecto a vosotros, estudiantes del Instituto Oriani de Faenza, exhortándoos a ser testigos conscientes de Cristo entre vuestros coetáneos.

Y saludo al cardenal Gambetti, que conmemora el 25 aniversario de su ordenación.

Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. En estos días, que siguen a la Epifanía, seguimos meditando sobre la manifestación de Jesús, el Cristo, a todos los pueblos. La Iglesia invita a cada bautizado a que, después de adorar la gloria de Dios en el Verbo hecho carne, refleje su luz con su vida.

Y no olvidemos rezar por la paz. No olvidemos la atormentada Ucrania; no olvidemos Nazaret, Israel. No olvidemos a todos los países en guerra. Pidamos por la paz. Y no olvidemos que la guerra siempre, siempre, es una derrota.

Que el Señor bendiga a todos.

Abre el seminario diocesano castrense

Necesitamos tu ayuda para el sostenimiento de los seminaristas

Noticias relacionadas

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pin It on Pinterest

¡Compartí esta noticia!

¡Enviásela a tus amig@s!