Buenos Aires | No hicimos más que cumplir con nuestra misión, he peleado buen combate, acá estoy Señor, todo esto, te lo ofrezco, el título nos sacude sublimemente, como nos conmueve, nos despierta el viento frío del mar azul Argentino. Le pertenece a, Alicia Videla de Ursino, Enfermera del Hospital Naval Jubilada, del Hospital Naval Puerto Belgrano, una mujer heroína e invisible de nuestra historia argentina hasta ahora.
Cuando hablamos de Malvinas, instantáneamente a pesar de que muchos jamás conocimos aquel territorio, nuestra imagen se posa en aquellas dos grandes Islas, la Isla Gran Malvina y la Isla Soledad, con ellas, los Soldados y la guerra. Pero aquí, en nuestro continente, todos vivimos la guerra, en mayor o menor grado, pero en aquel tiempo, nuestra familia Castrense lo entregó todo, y una de esas personas, es justamente Alicia.
Por tal razón, viajamos al sur de la provincia de Buenos Aires, a Punta Alta, muy cerca de la Base Naval Puerto Belgrano y del Hospital Naval, pues allí, vive Alicia, quien nació en Puerto Belgrano, la misma, en 1978, se recibió de Enfermera en nuestra provincia de Mendoza. Casi un lustro antes del inicio de la guerra, Alicia visitó su ciudad natal (Puerto Belgrano), cruzó de oeste a este nuestro país, allí, en ese viaje que sería solo de vacaciones, conoció a su gran amor, Roberto, “Rober” Ursino, con quien se casó y compartió la vida.
La historia de nuestra protagonista salía a la luz no hace mucho, cuando el libro, “Mujeres Olvidadas de Malvinas”, de la Licenciada Sandra Elizabhet Solohaga, traía al presente una serie de historias que narraban esa parte no contada. Allí, en el volumen, de Editorial El Trébol, en la página 115, se lee bajo el título, Alicia Elena Videla, la historia donde cuenta apenas un fragmento de su vida en la guerra.
Eran mediados de junio, la guerra había terminado en las Islas el 14 de junio de 1982, la vuelta al continente, traía a algunos a casa y a muchos de nuestros hermanos, al hospital. Uno de esos centros fue, el Hospital Naval de Puerto Belgrano, ellas, las Enfermeras Navales, fueron las encargadas de asistirlos, curar sus heridas y consolarlos.
Mientras en el Hospital Naval de Puerto Belgrano se evacuó a todos los enfermos internados al hospital municipal, allí, se acondicionaban las salas y se alistaban los elementos, el clima en el nosocomio castrense se manejaba en otro nivel, es decir, se sabía de la guerra, pero no tenía aun conciencia de lo que era. Alicia nos cuenta, “uno nunca está preparado para la guerra, si bien se nos había instruido con los detalles que debíamos saber, lo cierto era que muy íntimamente, ninguno estaba apto, ni emocionalmente, ni espiritualmente para asistir a un conflicto de ésta magnitud, pero, debimos dar vuelta nuestra capa, porque habíamos entrado en guerra (…)”, el uniforme de las Enfermeras Navales, se completa con una capa azul y roja, azul para tiempos de paz y rojo por la guerra.
El viento pujante del mar austral, no solo traía consigo el frío de aquel invierno, esta vez, puso en primer plano los resabios de aquella guerra, que lejos de las bombas, las trincheras, hoy el campo de batalla se desplegaba en las Salas de nuestro Hospital Naval. Alicia nos narra, “éramos 137 Enfermeras Navales, más 13 Enfermeros civiles que se unieron a la tarea, en total sumábamos 150 profesionales, todo estaba listo, pero no sabíamos cuándo sería ese día”.
Y, hablando de aquello, así lo recuerda, “si bien muchas dicen que fue de noche la llegada de los Soldados, para mí, el recuerdo me ubica de mañana, muy temprano, estaba nublado, típico amanecer de invierno. Cierro mis ojos y aún lo puedo ver todo, estaba detrás del ventanal, cuando las luces de los camiones alumbraban el camino, acercándose al Hospital y allí, las camillas que traían a los pacientes”.
Un silencio se produjo, Alicia que es una de esas mujeres fuertes y valientes, estaba reviviendo todo aquello, esa historia tan real como dolorosa, con sus ojos humedecidos, que a su vez la dotaron de un brillo aún más dulce, recuperó el relato. “Fue muy fuerte, es como una fotografía en mi mente, estoy allí, lo veo todo, estoy detenida, parada frente a esa ventana, viéndolos llegar, sintiéndome parte de toda esa situación (…), si bien no estuvimos nosotras en las Islas, ellos vinieron a nosotros, ver sus heridas, ver las cara de guerra, era igual desafiante. Pudimos atenderlos, cuidarlos, curarlos, acompañarlos, allí, si algo faltó, fue solo el cansancio a pesar de que físicamente estábamos extremadamente exigidos, era todo nuevo para cada uno de nosotros y también para los Soldados”.
De solo pensar el gran trabajo que desplegaron, médicos, enfermeras, asistentes, trabajadores de todos los ámbitos, sumado al ambiente que se respiraba, su atmosfera exigía de mucha fortaleza. Es allí donde la espiritualidad es fundamental, el trabajo de nuestra Diócesis en tiempos de la guerra y pos guerra hizo movilizar toda su gran misión pastoral, reuniendo y conteniendo a nuestra familia Castrense.
Alicia, nos ilustra todo aquello, “fueron tiempos muy duros, para nuestros Soldados había terminado la Guerra en las Islas, pero iniciaban un nuevo combate personal, el volver a casa, a sus pueblos, muchos con heridas muy grandes, amputaciones. ¡Dios mío! Pienso y recuerdo el dolor con el cual vivimos no solo nosotros, también nuestros vecinos Punta Alta, Puerto Belgrano, la familia naval entera, todos tenemos una marca, a cada uno nos dejó una enseñanza la guerra, a todos nos selló”.
La misión se activo, y no solo para las Enfermeras Navales, los médicos y demás trabajadores de la Armada Argentina, esa porción de nuestra Patria destilaba la pos guerra sin descanso, dándolo todo sin preguntar nada, ellos, los Soldados lo necesitaban. Hilvanando su historia, Alicia lo describe así, “los Soldados estuvieron meses internados, a nosotros nos cambió totalmente la vida hospitalaria, teníamos otros horarios, todos dando lo mejor por estar a la altura de las circunstancias.
Pero, no solo era de nosotros la exigencia, aquí en Punta Alta, no hay nadie que no haya hecho algo por la guerra, recuerdo a mi marido Roberto, quien trabajaba en talleres generales, especializado en cobreria, estaban a tiempo completo rindiendo en el trabajo”.
Algunos lo recuerdan, otros pocos lo habrán leído, pero muchos se enteraran tal vez hoy, el cómo se vivió toda esta faceta de nuestra historia en nuestra región austral. Lo siguiente nos da una pintura de lo que vivieron nuestros compatriotas, “aquí, en Puerto Belgrano, no solo el Hospital, en las casas, la ciudad, todos, estábamos por las noches en penumbra, nos iluminábamos con velas, ventanas tapadas, se hacían ejercicios de oscurecimiento, se hacía todo lo que se vive en guerra.
Era una experiencia muy fuerte para todos, puesto que no estábamos acostumbrados y debimos aprender, debimos hacer lo que se debía hacer para preservar la vida”.
En medio de la misión, siempre hay destellos, Prodigios, Gracias, Milagros que nos tocan el espíritu y nos renuevan la fe, para que, en medio de tanto dolor, seguir confiando en Dios, para como María afirmar, ¡Hágase en mí, según tu Palabra! En su participación en el libro Mujeres Invisibles, Alicia narra dos historias particulares, una de un Soldado que llegó al continente con pie de trinchera, y por esa causa, el frío del hielo, se le debieron amputar las dos piernas. Sobre él, nos cuenta, “siempre lo recuerdo, se que era de la provincia del Chaco, pero no recuerdo su nombre, el no tenía sus Sacramente y gracias a la misión Pastoral del Capellán, Padre Francisco del Brío, armo grupos para preparar a los muchachos, así pudimos asistir a su Bautismo y Comunión.
Es notable resaltar al Capellán del Brío, era muy normal escucharlo caminar, avanzando por los pasillos, hablando con algún Soldado, o con nosotras mientras estábamos de guardia”. Continúa su relato, “hablar de Malvinas, de nuestra misión, me traslada inmediatamente a la cara y vida de aquel Soldado, pienso y deseo que algún día alguien me cuente, qué fue de su vida, qué le pasó, dónde está”.
El otro vinculo con uno de nuestros Soldados, que es contado en el libro, no se dio en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, “en aquel entonces, una de las tantas participaciones de gran parte de la sociedad, era escribir una carta al Soldado desconocido, lo hacían todos, los chicos en las escuelas, y nosotros también. En mi caso, inicie mis cartas saludando a ese Soldado, de quien no tenía más que el dato, de que era un hermano nuestro, defendiendo la Patria, la gran sorpresa fue que yo sí, tuve respuesta a esa carta”.
Así, lo describía, “iniciamos, como se hacía en aquel tiempo, con lápiz y papel, con el tiempo nos vino a visitar a casa, y con mi esposo lo recibimos, conocimos a su niño, y nos invitó a su casa en Mar del Plata. Pudimos viajar, conocimos a toda su familia, aun hoy tengo noticias suyas, nos comunicamos ahora con otra tecnología, pero siempre se noticias suyas”.
Hace muy pocas semanas, se dio a difusión la historia de nuestra Santa Patrona del Obispado Castrense en Malvinas, en tal sentido, nos intereso saber si Alicia conocía ésta situación, y en especial cómo recibió la noticia. “No conocía la historia de nuestra Virgen de Luján, desconocía totalmente esto hasta que, a mediados de marzo, en el encuentro de Seminaristas Castrenses, nuestro Obispo, Mons. Santiago Olivera nos narró de su entrevista con el Obispo Castrense Inglés y los motivos de ese dialogo. Sí conocí, muchos Capellanes que estuvieron en Malvinas, recuerdo a los Padres, Maffezzini, Martínez, ellos estuvieron allí, viviendo todo el conflicto en las Islas”.
Agregando, “estoy muy esperanzada con la vuelta de la Imagen a nuestro país, tengo mucha alegría, será una experiencia muy especial, será sin dudas algo que jamás olvidaremos para quienes fuimos parte de Malvinas. Saber que ella, quien se nos adelantó en llegar para abrazar a nuestros hermanos en las Islas, impartió su protección y luego peregrinó, que vuelva, será un broche de oro”.
Indiscutiblemente, Alicia es una gran protagonista de nuestra Diócesis, símbolo de prueba y misión en tiempos guerra en nuestro país, pudo ver en primera persona el despliegue de esta gran familia Castrense en aquella época, donde se desgranan rosarios y se desplegaba espiritualidad. Actualmente Alicia, además de colaborar activamente con nuestro Capellanes en la Base Naval Puerto Belgrano, y la Base Aeronaval Comandante Espora, pertenece a la Pastoral Vocacional del Obispado Castrense de Argentina.
Su mirada, su respaldo, su trabajo es muy especial, en tal sentido, quisimos que además de que nos contara ésta reservada historia de su vida hasta ahora, y que a partir hoy es de todos los argentinos, le solicitamos que nos deje un mensaje para las jóvenes de hoy y las generaciones futuras. “Mirando la realidad del mundo de hoy, donde vemos tantos países en conflicto, tantos pueblos que sufren la guerra, guerras que son inútiles, que no tienen sentido, siempre pienso, en que nosotros estuvimos en ese clima, y mirando nuestra actual realidad, sino cuidamos nuestras acciones, es posible que volvamos a esa crisis.
Nunca sabemos, qué es lo que puede pasar en nuestras vidas, ni mucho menos en nuestro país, yo les diría, que aprendamos como dice el Evangelio, ‹‹Amar de verdad, amar en la diversidad››, no nos dejamos aturdir por la vida de hoy tan agitada. Pero tampoco dejemos de lado las pequeñas cosas, debemos valorar cada instante que Dios nos brinda, disfrutemos de una flor, de la familia, del trabajo”.
Alicia, como desde más de 30 años acompaña la tarea pastoral de nuestros Capellanes, especialmente en la ESSA (Escuela de Suboficiales de la Armada) en la Base Naval Puerto Belgrano, donde ayuda al Capellán, Padre Diego Kessler. Continuando su mensaje nos dice, “cuando veo a los jóvenes que bien podrían ser mi nietos, y que cuando tengo oportunidad de hablar con ellos, siempre les digo, ¡Que esto sea tu vocación, si no lo es (…), entonces, vuelve a tu casa y dedícate a otra cosa!
Se los señalo, porque, se tienen que colocar la camiseta, así como nosotros nos vestimos con el uniforme de Enfermera con nuestra capa Azul y Roja, vivan el uniforme, incorpórenle la pasión de sus vidas, así deben ser en la Armada, y en todas las Fuerzas. Porque la Fuerza, se une a nuestras venas y a nuestra vida, yo no puedo dejar de ser Castrense, creo que jamás podría apartarme de ella; cuando me jubile, se me cruzó la idea de que ya no sería más de la gran familia Naval, pero el Señor me demostró lo contrario, y estoy muy feliz por ello.
Yo les digo a las familias, disfruten el día a día, el trabajo, yo me he regocijado cada día por mi tarea, a pesar de que el ambiente no siempre era agradable, pero le daba tantas Gracias a Dios, cada vez entraba a la Base Naval por esta responsabilidad. Cada día, al terminar mi guardia, cansada de trabajar, pasaba siempre a agradecer a nuestra Santa Patrona de la Armada, a Ntra. Sra. Stella Maris, de allí caminaba por ese sendero, ese camino arbolado que me alejaba del Hospital, que oxigenaba mi corazón y volvía a casa renovada.
El día que me jubilé, pensé todo esto (…), y exclamé, ‹he peleado buen combate, acá estoy Señor, todo esto, te lo ofrezco››; esto me encantaría que le suceda a todos los que pasen por las Fuerzas Armadas. ¡Pónganse el uniforme, denlo todo, porque después, al final, el Señor compensa, el ciento por uno!” El silencio, nuevamente invadió el recinto, la ventana se abrió y el viento empujó la cortina, liberando así el paso al sonido de ese mar argentino, que vino como signo y mensaje de nuestro Señor, para abrazar a nuestra heroína, nuestra Enfermera Naval, nuestra mujer de fe, para decirle gracias por su misión librada en nombre de la Patria.-
Soy Una compañera de Alicia ,Enfermera Naval ,Dios le diò a Alicia la Gracia no solo de asistir a los soldados como Hicimos durante la Guerra ,ella siguió con su compromiso d servir a Dios primero en la pastoral Hospitalaria y luego sigue comprometida evangelizando y llevando la palabra con el amor de los hijos Elegidos y bendecidos por Cristo un orgullo haberte conocido y que estés en nuestra vida ! Te quiero !
No conocía en detalle esta historia de mi amiga Alicia, aunque sí sabía que tiene un alma grandota de enfermera. Me siento ahora más honrada en tu amistad, gracias AMIGA!