ARA San Juan | Nadie se va mientras alguien lo recuerde, ni se aleja de nosotros si le damos vida en nuestro corazón

14 noviembre, 2018

ARA San Juan | Nadie se va mientras alguien lo recuerde, ni se aleja de nosotros si le damos vida en nuestro corazón, la frase se desprende de la carta remitida por el Obispo Castrense de Argentina, Mons. Santiago Olivera, destinada a los familiares de la Tripulación del Submarino desparecido. Mañana 15 de noviembre, se cumple un año exacto de aquella primera alerta que reportaba la avería en la nave y que iniciaba en cuestión de días un operativo de Búsqueda y Rescate (SAR) único en su magnitud en las aguas australes argentinas.

Desde el primer momento, nuestro Obispo Castrense de Argentina, se hizo presente frente a nuestra gran familia naval, tal como un año atrás, nuestro Padre y Pastor escribía una carta dedicada a la familia del ARA San Juan, la misma fue difundida entre ellos hace un mes atrás. Dice en parte de su mensaje Mons. Olivera, “cada Fuerza es como una familia; una familia que cuida a sus miembros piensa en ellos, no los abandona y permanentemente está velando por el bienestar de los mismos”.

A pesar del tiempo, nuestro Obispo Diocesano Castrense no elude crudeza de la realidad que viven los familiares, “(…) no bajamos los brazos, pero la situación hace muy difícil el reencuentro con ellos aquí. Aceptar la realidad es también un acto de responsabilidad personal y en pro del bien común”. Mons. Olivera, se pone en la propia piel de nuestros fieles, a ellos les dice, “una angustia oprime nuestro corazón, un nudo fuerte nos impide el paso de la respiración, pero solo un alma noble puede aceptarlo sin perder la paz y con digna resignación. Nadie se va mientras alguien lo recuerde ni se aleja de nosotros si le damos vida en nuestro corazón”.

Nuestros marinos siguen de guardia, y pese a su ausencia física frente a sus seres queridos, Mons. Santiago Olivera les dice, ¡Nuestros 44 hermanos de la Armada Argentina están donde siempre quisieron estar, navegando!  Preguntándonos, “podríamos reprocharles esto, el no estar, pero no lo tomemos a mal, porque era parte de su vocación, es decir, un llamamiento a la heroicidad que conlleva riesgos, incluso el riesgo de dar la vida. Ellos lo sabían, nosotros lo sabíamos y así lo aceptamos”.

Agregando, zarparon encomendándose al amor de nuestra Madre Santísima. Sabemos que la Estrella del Mar, Stella Maris, al cumplirse este tiempo, no ha abandonado a sus hijos y aun protege bajo su manto purísimo el valor, la hidalguía y el patriotismo de estos marinos de honor”. Antes de impartir su Bendición, compartía una oración de San Agustín, señalando que este 15 de noviembre, como lo hizo el año anterior estará, en la BNMP (Base Naval Mar del Plata) para oficiar la Santa Misa junto a ellos.-

A continuación compartimos, la carta en forma textual del Obispo Castrense de Argentina, Mons. Santiago Olivera:

16 de octubre de 2018

 

A las familias de la tripulación del Submarino “ARA San Juan”

 Queridos hermanos:

También hijos. Y por eso quiero escribirles desde la comprensión y el dolor compartido. A muchos de ustedes pude conocer y los tengo bien presentes, de algunos guardo un consolador testimonio de entrega y aceptación desde la fe, la esperanza y el amor. Me da paz y alegría saber que el Capellán de la Base, Padre David Ochoa estuvo acompañándolos y lo sigue haciendo como desde el primer día.

Desde que asumí como Obispo Castrense, he ido descubriendo en la diócesis riquezas desconocidas para el común de la sociedad, entre ellas que cada Fuerza es como una familia; una familia que cuida a sus miembros piensa en ellos, no los abandona y permanentemente está velando por el bienestar de los mismos. La gran Familia Naval es un claro ejemplo. En mis primeros contactos ante la desaparición del ARA San Juan pude ver en varios de ustedes dolor en sus ojos y lo pude sentir en el corazón, pero no un dolor desesperado sino esperanzador, porque si bien la noticia albergaba distintos desenlaces, no obstante, sabían que sus camaradas no ahorrarían medios ni tiempo para buscar a sus hermanos. “Nosotros también tenemos a nuestros amigos allí, que son parte de esta familia -me decían sus compañeros, sobre todo en la BNMP- y estamos sufriendo lo mismo que sus familiares de sangre”

Ya hace casi un año desde que ellos, sus hijos, sus esposos, padres, amigos y novias salieron a navegar pero aún no han regresado, no bajamos los brazos, pero la situación hace muy difícil el reencuentro con ellos aquí. Aceptar la realidad es también un acto de responsabilidad personal y en pro del bien común.

Una angustia oprime nuestro corazón, un nudo fuerte nos impide el paso de la respiración, pero solo un alma noble puede aceptarlo sin perder la paz y con digna resignación. Nadie se va mientras alguien lo recuerde ni se aleja de nosotros si le damos vida en nuestro corazón.

La tristeza de lo sucedido hizo que valore más aun a tantos hombres y mujeres, jóvenes y adultos de las Fuerzas Armadas que entregan sus vidas por el bien de la Patria, que es el bien de todos.

¡Nuestros 44 hermanos de la Armada Argentina están donde siempre quisieron estar, navegando!  Podríamos reprocharles esto, el no estar, pero no lo tomemos a mal, porque era parte de su vocación, es decir, un llamamiento a la heroicidad que conlleva riesgos, incluso el riesgo de dar la vida. Ellos lo sabían, nosotros lo sabíamos y así lo aceptamos.

Zarparon encomendándose al amor de nuestra Madre Santísima. Sabemos que la Estrella del Mar, Stella Maris, al cumplirse este tiempo, no ha abandonado a sus hijos y aun protege bajo su manto purísimo el valor, la hidalguía y el patriotismo de estos marinos de honor.

Si ellos desde su lugar nos pudieran hablar, seguramente nos dirían que nos aman… y que nuestro dolor no opaque la grandeza de este acto de amor a la Patria y el destino que Dios les trazó cuando eligieron el Mar. Y, junto con San Agustín nos consolarían diciendo:

No llores si me amas,

Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo.

Si pudieras oír el cántico de los ángeles
y verme en medio de ellos.
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos
y los nuevos senderos que atravieso.

Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen.
¡Cómo!… ¿tú me has visto,
me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y

amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.

¡Volverás a verme transfigurado y feliz!
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por
senderos nuevos de Luz y de Vida.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas.

Amén.

Este 15 de noviembre estaré con ustedes acompañándolos y pidiendo al Señor por cada uno y por cada familia, celebrando la Santa Misa que es el Sacrificio más grande ofrecido por amor.  Que Nuestra Madre, en la Advocación de Stella Maris, Patrona de la Armada Argentina, nos guíe, acompañe y conforte a todos.

Con mi fraterna bendición.

 

                                                                                           + Mons. Santiago Olivera

Obispo Castrense de Argentina

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