CABA | Hacer memoria de nuestro pasado para proyectarnos hacia un futuro lleno de esperanza

25 junio, 2019

CABA | Hacer memoria de nuestro pasado para proyectarnos hacia un futuro lleno de esperanza, así lo manifestaba el Obispo Castrense de Argentina, Mons. Santiago Olivera durante el desarrollo de su Homilía en la celebración de Santa Misa en el 209 ° Aniversario de Prefectura Naval Argentina (PNA). Fue en la Parroquia Ntra. Sra. de la Esperanza, del barrio porteño de Puerto Madero en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), donde participaron Prefecto Nacional Naval, Prefecto General Eduardo Scarzello, el Sub Prefecto Nacional, Prefecto General Hugo Ilacqua, Encargado General Alte. Mayor Luis Calgaro, la plana mayor y personal de la Fuerza.

La PNA, fundada en 1810, la Fuerza Federal de Seguridad es la encargada de la protección de todas las vías navegables interiores, ríos y logos, así como el mar Argentino, garantizando la navegabilidad y la vida y los recursos naturales. Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, el Vicario General Castrense, Mons. Gustavo Acuña, el Capellán Mayor de PNA, Padre Digo Tibaldo, y los Capellanes Castrenses de PNA, Padre Lucas Martínez; Padre Atilio Rossate y Padre Gustavo Erconilo y el Párroco de la Parroquia Ntra. Sra. de la Esperanza, Padre Alejandro Seijo.

A continuación compartimos con ustedes en forma textual la Homilía brindada por Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

 

Homilía Misa 209° Aniversario Prefectura Naval Argentina

1Lect. Ecli 44, 1.9-13

Ps. 115

Ev. Mt. 12, 46-50

Uno de los festejos en virtud del cual nos congregamos anualmente en torno a cada aniversario de la creación de la Prefectura Naval es la acción de gracias a Dios, de la misma manera que lo hicieron los próceres fundadores de la Patria con el Te Deum posterior al 25 de mayo de 1810. Es importante saber ser agradecidos. «¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?, alzando de salvación e invocando el nombre del Señor». Ps. 115.

Pero es justo y necesario, en cada acción de gracias, hacer memoria del pasado, tal como nos lo recuerda la primera lectura que es un conto de alabanza a los hombres ilustres de Israel, -como también los tuvo nuestra Patria y nuestra institución en sus orígenes-. Hacer memoria de nuestro pasado para proyectarnos hacia un futuro lleno de esperanza. El motivo que mantiene su recuerdo vivo por generaciones es su piedad, su sabiduría, el haber sido hombres de bien. Fueron objeto de la misericordia divina que derramó sobre ellos sus bendiciones. Ellos respondieron positivamente, siendo fieles a Dios y practicando el bien. Muy bien se cantaban en cada Te Deum imploraban a Dios: «Salva a tu pueblo Señor, y bendice tu heredad». El pueblo agradecido le pide a Dios que sea su Pastor y lo guíe por siempre, mientras por otro lado se compromete a bendecirlo y alabar su nombre por siempre jamás.

El fundamento de su postura y por qué no hacerla nuestra también, fue la sabiduría: ese proceder integro de su vida, basado en la experiencia de la vida y en la reflexión de la palabra de Dios. ¡Tenían presente a Dios en todo momento! Su conducta fue aleccionadora para sus descendientes, trazándoles el camino recto con su ejemplo. Por eso su posteridad los recuerda agradecidos y Dios tendrá especial cuidado de sus descendientes, de sus continuadores, de nosotros los protagonistas del hoy y nos rodeará de gloria en la medida que tomemos en serio esa actitud fundante de salva vidas, cuidar los bienes, ser verdaderos servidores de la Patria y nos servirnos de ella.

Nos ayudará en esta misión el hecho de que tengamos a Dios, a Jesús, a María presente en nuestras vidas. Dios dio testimonio de su Hijo «Este es mi Hijo amado en quien tengo puesta mi predilección, escúchenlo». Escuchémoslo, no esquivemos su enseñanza que jamás irá contra la dignidad de ningún ser humano, pues cada uno fue hecho a imagen de semejanza divina, y el muestra constantemente su amor a través de su infinita misericordia con cada uno de sus hijos.

San Ambrosio decía en uno de sus sermones: «Jesús no tiene lazos de cuerda, sino vínculos de amor y afecto del alma». «Cristo es todo para nosotros. Si tú quieres curar tus heridas, él es médico; si estás ardiendo de fiebre, él es fuente refrescante; si estás oprimido por la iniquidad, él es justicia; si tienes necesidad de ayuda, él es vigor; si temes la muerte, él es vida; si deseas el cielo, él es el camino; si huyes de las tinieblas, él es la luz; si buscas comida, él es alimento».

Pidamos al Señor en la Misa que vamos a continuar, por intercesión de nuestra querida Madre la Virgen Stella Maris ser fieles en el cumplimiento de la voluntad del Padre que está en el cielo, como ella lo hizo, tal como lo recuerda el pasaje evangélico leído. Cristo quiere que seamos sus verdaderos hermanos o madres, pero distinguiéndonos principalmente por nuestra docilidad al Padre. ¿Dónde encontramos su voluntad? En nuestro deber diario como Padre, Madres, hijos, hermanos, camaradas, familiares, Capellanes, en fin, según nuestra condición de vida, en los mandamientos, en hacer el bien, en transmitirlo a los demás, en vivir de cara a Dios. Si así lo hacemos, será feliz cada persona, cada familia, cada institución, cada Nación cuyo Dios es el Señor.

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