Córdoba | Nuestra vida de peregrinos, supone caminar confiados en las palabras de Jesús, se nos convoca no como opción, sino como mandato a vivir, el amor cristiano, así lo señalaba el Obispo Castrense de Argentina, al compartir la Homilía, durante la celebración de la Santa Misa. Fue en la tarde del sábado 14 de mayo, donde Mons. Santiago Olivera, Consagró la Parroquia, Sagrado Corazón de Jesús, del BMGD (Barrio Militar Gral. Deheza), Córdoba perteneciente al Ejército Argentino y puso en funciones al primer Párroco, el Capellán Castrense, Padre Walberto Morales.
Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Capellán Mayor del Ejército Argentino, Padre Eduardo Castellanos, el Capellán Mayor de la Fuerza Aérea Argentina, Padre César Tauro. También, el Rector del Seminario Castrense, Padre Daniel Díaz Ramos, el Vicerrector del Seminario, Padre Diego Pereyra y Capellanes de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad, asistieron autoridades del Ejército Argentino, Seminaristas, Religiosas y fieles castrenses.
En la Homilía, decía Mons. Santiago, “este es un día de gozo y como decía, significativo, porque es la primera Parroquia creada propiamente para nuestra Diócesis Castrense de Argentina, ésta es una Parroquia personal. Como todos sabemos, nuestra Diócesis es la única Diócesis personal en nuestro país, por eso el Obispo es, Obispo Castrense de la República Argentina, no tenemos nosotros un territorio como en el caso de la Diócesis territoriales (…)”.
Ampliando, el Obispo, agregó, “en nuestro caso, allí donde se encuentre un hombre o una mujer de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas Federales de Seguridad, o quien trabaja en los ministerios de Defensa, Seguridad o en Presidencia de la Nación, incluidos sus familiares, allí está el Obispado Castrense de Argentina. A ellos, la Santa Iglesia, el Santo Padre, nos confía al Obispado Castrense, el crecimiento de la fe de este pueblo concreto”.
Añadiendo, continuó, “uno puede pensar, por qué este particular pueblo, que tiene esta vocación, no solo de profesión de servicio y de entrega, tenga un especial acompañamiento espiritual, con un Obispo y los Capellanes que están al servicio de aquellos que nos sirven”. En otro tramo, Mons. Olivera, se refirió a una conversación mantenida con amigos de su juventud, donde les contaba sobre las condiciones que debe profundizar un Seminarista Castrense en comparación con uno de una Diócesis territorial, donde puntualmente, uno de los interlocutores agregó, que, según lo escuchado, también debían prepararse para la guerra.
A lo que describo el Obispo, “(…) nosotros sabemos que las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Seguridad se preparan para preservar, para defender, para custodiar la paz, siempre la guerra es algo no querido y es consecuencia de algo no resuelto. Pero sin duda la existencia de las Fuerzas es para la defensa de nuestra Patria y para preservar la paz, pero como tristemente asistimos a esta tragedia, de la guerra de Ucrania con la invasión rusa, deben estar presentes los Capellanes, asistiendo y acompañando”.
Ahondando, Mons. Santiago, continuó, “esto es lo que nos caracteriza, el entregar la vida sin límites, entregar la vida por un bien mayor que es justamente, la custodia de nuestras propias personas, la custodia de nuestra propia tierra. Damos gracias a Dios porque nuestra Diócesis va creciendo y va cumpliendo la misión que el mismo Señor y la Iglesia le ha confiado, que es justamente, estar al servicio de aquellos que nos sirven”.
En otro, punto de la Homilía, el Obispo se refirió a la Consagración de la Parroquia, así lo explicaba, “(…), esta dedicación que verán como signo, las velas y las cruces que acompañarán las paredes o la consagración del altar. En este último, de un modo importante con todo el signo y la simbología que tiene, porque es una de las presencias fundamentales en la liturgia, que nos presenta a Jesucristo”.
Continuando, explicaba, “nos llena de gozo entonces, el poder actualizar en este lugar, que nos venía sirviendo como templo, hoy solemnemente, elevándolo, consagrándolo como templo Parroquial y poniendo al Párroco. Quien ya venía sirviendo como Capellán y por lo tanto equiparado al Párroco, pero ahora, como Párroco, con todos sus derechos y obligaciones de esta Parroquia que es personal”.
Agregando, Mons. Santiago, compartió, “por lo tanto, de ahora en más, todo el que llegue, hombre y mujer de las Fuerzas Armadas, Fuerzas Federales de Seguridad, todos los que lleguen, tendrán que sentirse como en su casa, de esta Diócesis personal. Aunque sean del BMGD (Barrio Militar Gral. Deheza) o de afuera, encontraran aquí, el lugar que los reúne, que los identifica, para fortalecernos y crecer en la fe”.
Sobre el Evangelio, el Obispo Castrense, “hemos escuchado en la primera lectura, como se fortalecía en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, a los cristianos. Que importante, que en el camino de la vida cristiana nosotros sepamos que no es fácil el ser cristiano, que sin lugar a duda podríamos decir y parafraseando nuestra propia vocación de castrenses, es una batalla diaria. Es una lucha constante para dejarnos conducir por el gran Capitán, por el gran Maestro, por Jesucristo, para dejarnos conducir por sus enseñanzas, por las exigencias del Evangelio”.
En otro tramo, Mons. Santiago profundizaba, “(…) es consolador la segunda lectura que hemos escuchado del Libro del Apocalipsis, donde se nos revela, cuál es la clave de esos cielos nuevos, de esa tierra nueva, siempre, el horizonte del cielo. Debe como iluminar nuestra vida, acá estamos pregustando lo que un día contemplaremos y alabaremos, un día veremos cara a cara a Dios”.
Más adelante, compartió, “nuestra vida de peregrinos, supone caminar confiados en las palabras de Jesús y de sus enseñanzas, y en el Evangelio, sin lugar a duda, en este testamento del Señor al terminar así su vida terrena, se nos convoca no como opción, sino como mandato, a vivir el amor cristiano. Siempre debemos preguntarnos, cómo amó Jesús, lo sabemos, pero es bueno siempre, cada tanto que hagamos una mirada de nuestro corazón, que sepamos apropiarnos el modo de amar de Jesús”.
Finalizando, el Obispo señaló, “pidámosle al Señor que nos ayude a vivir esta realidad y este mandato, el amor que se entrega, que busca el bien del otro, que busca la felicidad del otro, el amor que perdona, abrazo, que espera, éste es el modo que tenemos amor nosotros a Jesús. En el modo en que nos amemos unos a los otros, seremos signo de que hemos creído en el Señor que hemos asumido su Palabra y su Evangelio”.
Continuando con la ceremonia, el Capellán, Padre Walberto Morales hizo su profesión de fe, vocación de entrega y de servicio como Párroco de la Parroquia, Sagrado Corazón de Jesús. Seguidamente, luego de rezar las letanías, el Obispo Consagró paredes y el Altar de la Parroquia, el cual fue revestido para la celebración.
Antes de la finalización de la celebración Eucarística, el Vicario General, leyó el Acta de Consagración de la Parroquia, siendo firmado por los presentes y por el Obispo Castrense de Argentina. Luego de la Bendición final, Mons. Santiago en procesión se retiró de la Parroquia, quien en el ingreso de la misma, junto a los Sacerdotes y autoridades presentes descubrió y bendijo la placa recordatoria.-
A continuación, compartimos Homilía completa de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:
Consagración de Parroquia, Sagrado Corazón de Jesús
BMGD Córdoba
14 de mayo de 2022
Homilía de Monseñor Santiago Olivera
Sin lugar a dudas es para nosotros, para toda la Iglesia, -particularmente para la Iglesia Diocesana Castrense- motivo de mucha alegría celebrar este día histórico. Gracias a las autoridades militares presentes, gracias al fiel pueblo de Dios, gracias al Vicario General, a los Capellanes Mayores.
Gracias al Rector y Vicerrector del Seminario Castrense, a los Capellanes de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad, a los Seminaristas, a las religiosas y a la aspirante a Virgen Consagrada de nuestra Diócesis. Este es un día de gozo y como decía, significativo, porque es la primera Parroquia creada en nuestra diócesis, propiamente para nuestra Diócesis Castrense de Argentina, ésta es una Parroquia personal.
Como todos sabemos, la nuestra, es la única Diócesis personal en nuestro país, por eso es el “Obispo Castrense de la República Argentina”; no tenemos nosotros un territorio como en el caso de la Diócesis territoriales, como son Córdoba, o Cruz del Eje o Buenos Aires. En nuestro caso, allí donde se encuentre un hombre o una mujer de las Fuerzas Armadas, o Federales de Seguridad, o quien trabaja en los ministerios de Defensa, de Seguridad o en Presidencia de la Nación, incluso sus familiares, allí la Iglesia nos confía al Obispado Castrense, la vida y el crecimiento de la fe de este pueblo concreto.
Uno puede pensar, por qué este particular pueblo que tiene esta vocación, y no sólo profesión de servicio y de entrega, tenga un especial acompañamiento espiritual, con un Obispo y Capellanes que están al servicio de aquellos que nos sirven; y fundamentalmente podríamos decir que esta Diócesis peculiar, por la vida de nuestros fieles, están preparados, -y los militares lo saben- no sólo para los distintos cambios, y los distintos servicios, los traslados, desarraigos que ellos mismos pasan y sus propias familias, sino también en esta dimensión fundamental de la entrega de la propia vida. Hace algunos días, dialogaba con un matrimonio amigo mío, que nos conocemos desde jóvenes, y se sorprendían de que nuestra Diócesis tuviera un Seminario Diocesano, donde estudian cuatro seminaristas, que hoy están presentes, y que se están preparando y formando para un día ser Capellanes Castrenses, y así, de un modo total, puedan servir a lo largo y ancho del país, aún en las misiones de paz o en el rompe hielos ARA Alte. Irízar, en la Fragata ARA Libertad, o donde la Patria o la Iglesia les pida, y están dispuestos a servir este pueblo. Ellos nos preguntaban sorpresa qué era lo que caracterizaba a un seminarista castrense del de otro seminarista.
Entonces, al enumerar la peculiaridad de lo que significa la formación de un Seminarista Castrense -aunque se eduquen con otros Seminaristas de Diócesis territoriales-, a medida que enumeraba las razones de la preparación y formación específica en un seminario, la mujer misma agregó “y prepararse para la guerra”… Es decir, nosotros sabemos que los militares, las Fuerzas de Seguridad se preparan para preservar, para defender, para custodiar la paz; siempre la guerra es algo no querida y es consecuencia de situaciones no resueltas, pero sin duda la existencia de las Fuerzas es para la defensa de nuestra Patria y para preservar la paz, es necesario… Pero como tristemente asistimos a esta tragedia de la guerra de Ucrania con la invasión rusa, sin lugar a dudas deben estar presentes los Capellanes asistiendo y acompañando. Esto es lo que nos caracteriza a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas que están dispuestos a entregar la vida sin límites, a entregar la vida por un bien mayor que es justamente la custodia de nuestras propias personas, la custodia de nuestra propia tierra.
Damos gracias a Dios porque esta Diócesis va creciendo y va cumpliendo la misión que el mismo Señor y la Iglesia les ha confiado que es justamente, estar al servicio de aquellos que nos sirven. Es también un motivo de alegría e histórico este día, porque aquí, en este lugar donde por Derecho, los Capellanes Castrenses son equiparados a los Párrocos, y de hecho, en esta comunidad celebramos desde hace tiempo, los sacramentos; aquí se celebra la fe, se casa, se bautiza, se celebra la Eucaristía diaria. Pero, ¿cuál es la novedad o qué es lo que haremos distintos, o lo mismo la “Consagración del Templo”, que ha sido bendecido dos veces por Mons. Martina, el segundo Obispo Castrense? Hoy haremos la “Consagración”, esta dedicación que verán como signo las velas y las cruces que acompañarán las paredes y se hará la Consagración del Altar de un modo importante con todo el signo y la simbología que tiene, porque es una de las Presencias fundamentales en la liturgia, que nos presenta a Jesucristo. Por eso, cuando entramos hacemos la reverencia, porque allí, en el Altar, vemos la presencia de Jesús, renovamos la certeza de la fe; cantaremos a los Santos, celebraremos justamente con la liturgia del cielo, tal como hemos escuchado, en la segunda lectura del Apocalipsis, <<el anuncio del cielo>>….
Nos llena de mucho gozo entonces, el poder actualizar en este lugar, que nos venía sirviendo como templo, poder elevarlo hoy y consagrarlo como templo Parroquial y al párroco que ya venía sirviendo como Capellán, pero que ahora, como Párroco ejerciendo el servicio con todos sus derechos y obligaciones de esta Parroquia que es personal.
Por lo tanto, de ahora en más, todo el que llegue, hombre y mujer de las Fuerzas Armadas, Fuerzas Federales de Seguridad, todos los que vienen, tendrán que sentirse aquí como en su casa, de esta Diócesis personal. Aunque sean del BMGD (Barrio Militar Gral. Deheza) o de afuera, encontrarán aquí, el lugar que los reúne, que los identifica, para fortalecerlos y crecer en la fe.
Hemos escuchado en la primera lectura, cómo se fortalecía, -en Libro de los Hechos de los Apóstoles- a los cristianos. Pablo y Bernabé continuaron su viaje, pero fortalecieron allí, a la Asamblea para que permanezcan fieles por la Gracia de Dios, sosteniéndolos en todas las tribulaciones.
¡Qué importante, que en el camino de la vida cristiana nosotros sepamos que no es fácil ser cristiano, que sin lugar a duda, podríamos decir -y parafraseando nuestra propia vocación castrenses-, “es una batalla diaria”. Es una lucha constante para dejarnos conducir por el gran Capitán, por el gran Maestro, por Jesucristo, y dejarnos conducir por enseñanzas, por las exigencias del Evangelio; y muchas veces por plasmar en nuestra vida el Evangelio, tenemos pruebas y dificultades, tenemos persecución, porque así lo tuvo Jesús, nuestro Maestro y nosotros no vamos a esquivar la cruz de Jesús, sino que la vamos que tener que asumir, tomar y cargarla cada día; y es consolador la segunda lectura que hemos escuchado del Apocalipsis, donde se nos revela, cuál es la clave esos “cielos nuevos, de esa tierra nueva”; siempre el horizonte del cielo debe como iluminar nuestra vida, acá estamos pregustando lo que un día contemplaremos y alabaremos, un día veremos cara a cara a Dios.
Nuestra exigencia por ser cristianos, nuestra vida por plasmar el Evangelio siempre será esfuerzo, pero con la certeza y el gozo de que un día alcanzaremos ,aquello que el Señor nos prometió. Nuestra vida de peregrinos, supone caminar confiados en las palabras de Jesús y de sus enseñanzas, y en el Evangelio, sin lugar a dudas, en este testamento del Señor al terminar así su vida terrena, se nos convoca no como opción, sino como mandato a vivir el amor cristiano. Pero no un amor cualquiera, no un amor como el que yo pienso o considero, sino un amor que tiene como modelo al propio Jesucristo; tenemos que amar a los hermanos como el propio Jesús, y siempre debemos preguntarnos, ¿cómo amó Jesús? Lo sabemos, pero es bueno siempre, cada tanto que hagamos una mirada de nuestro corazón, que sepamos apropiarnos el modo de amar de Jesús; de este Señor que nos amó hasta el extremo, que amó sin límites, que entregó su vida, que pasó haciendo el bien y que sin duda actualizó el mismo amor de Dios, porque sabemos que Jesús es el Dios con nosotros, <<quién me ve a mí, ve al Padre>> dice el mismo Jesús.
El amor de Jesús, el modo de amar de Jesús es el modo de amar de Dios, y se nos pide en el Evangelio justamente <<amar como Él nos amó>>. Pidámosle al Señor que nos ayude a vivir esta realidad y este mandato. El amor que se entrega, que busca el bien del otro, que busca la felicidad del otro, el amor que perdona, el amor que abraza, el amor que espera… Éste es el modo que tenemos que amar nosotros a Jesús. Pidamos esta gracia, pidamos el don del amor, que podamos experimentar nosotros el sabernos amados por Jesús y que por lo tanto, siempre nos espera, siempre nos perdona, siempre nos invita a una vida en plenitud, a no bajar los brazos y a reconocer que estamos llamados a manifestar la certeza de nuestra fe.
El modo de amarnos personalmente entre unos y los otros, pero también comunitariamente, será el signo de que los demás puedan creer en el Evangelio. En el modo en que nos amemos unos a los otros, seremos signo de que hemos creído en el Señor, que hemos asumido su Palabra y su Evangelio. Que así sea.
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