Día 2, Triduo de Oración por la Ordenación Diaconal de Darío Joaquín Verón

23 julio, 2020

Sal de la tierra y luz del mundo

Monición de entrada

La vocación no es un asunto de razonamientos complicados. La vocación debe vencer los corazones calculadores, miedosos y egoístas. La vocación es “problema” de amor, y por eso sólo la entienden los corazones grandes y generosos. La vocación es: ser conscientes de que Jesús nos ofrece su amistad. Aceptarla e ir intensificando esa amistad con el trato, es ponerse en camino de responder. Poco a poco se irá transformando nuestro corazón y se irá haciendo semejante al de Jesús, convirtiéndonos, así, en verdadera sal de la tierra y luz del mundo.

Himno – canto: “Sal y luz” Salmos (del día)

Lectura evangélica (Mt 5, 1-16)

Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para tirarla afuera y ser pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. […] Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

(Momento de silencio)

Reflexión

Este mundo, hoy más que nunca, tiene la necesidad de ver en nosotros hombres y mujeres que hemos creído en la Palabra del Señor, en su Resurrección y en la vida eterna hasta el punto de empeñar nuestra vida terrena para dar testimonio de la realidad de este amor que se ofrece a todos los hombres. La Iglesia, en el curso de la historia, no ha cesado de verse vivificada y de alegrarse por la santidad de tantos religiosos y religiosas y laicos, jóvenes, niños, esposos… que, en la diversidad de sus vocaciones, fueron testimonios vivientes de un amor sin límites, testigos de Jesús.

Esta gracia ¿No es cómo un soplo vivificador venido desde lo infinito? ¿Qué nos renueva en la esperanza hacia un gozo eterno y absoluto? Abiertos a este gozo divino, renovando la afirmación de la realidad de la fe e interpretando cristianamente a su luz las necesidades del mundo, pedimos qué, discípulos misioneros, vivamos generosamente las exigencias de nuestra vocación. Contemplando la ternura del Señor cuando llamaba a sus discípulos pequeña grey y les anunciaba que su Padre se había complacido en darles el Reino.

Pedimos para los pastores, seminaristas- especialmente para Darío- y consagrados de nuestro obispado Castrense:

• Conserven la sencillez de los más pequeños del Evangelio y sepan encontrarla en el íntimo y más cordial trato con Cristo o en el contacto directo con sus hermanos.

• No buscar entrar a formar parte de aquellos sabios y prudentes, cuyo número tiende a multiplicarse, para quienes tales secretos están escondidos.

• Ser verdaderamente pobres, mansos, hambrientos de santidad, misericordiosos, puros de corazón: ser de aquellos, gracias a los cuales el mundo conocerá la paz de Dios.

• La alegría de pertenecer a Él para siempre es un incomparable fruto del Espíritu Santo que ya han saboreado. Inundados de este gozo, que Cristo los conservará en medio de las pruebas, sepan mirar con confianza el porvenir.

• Sean testimonios vivientes para los jóvenes y los ayuden a comprender bien la llamada de Jesús que no cesa jamás de hacer resonar en medio de ellos.

Pedimos todo esto, con una gran confianza, porque sabemos, sin duda, de que una vida de testimonio de Obispos, sacerdotes, seminaristas…. despertará en muchos el deseo de responder a la llamada de Cristo.

(Hacemos un momento de silencio)

-Con esta intención e iluminados por la Palabra de Dios, rezamos al estilo del Rosario, un misterio contemplando: “Jesús nos llama a iluminar, con nuestra vida, la vida de nuestros hermanos”. Rezamos Padrenuestro, 10 Ave Marías y 1 Gloria (al finalizar el Gloria rezamos: “Manda Padre muchos y santos obreros tu mies, conserva y santifica a los que están – estamos-“)

Preces: Llenas de alegría y gozo por sentirnos llamados a la gran misión de anunciar la Buena nueva a todos los hombres, dirijamos al Padre nuestra oración confiada “Te rogamos, óyenos”

Para que los pueblos y naciones luchen por los valores del Evangelio, que traen la paz, la justicia y verdadera libertad, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos. Para que los obispos, sacerdotes y consagrados anuncien con ilusión el Evangelio de Jesús en el mundo, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Para que siempre haya corazones jóvenes que estén dispuestos a seguir la llamada de Dios y dedicar su vida, como Jesús, los profetas y los apóstoles, al servicio de sus hermanos los hombres, siendo testigos de esperanza, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Para que los hogares cristianos se sientan testigos del Evangelio y fomenten la vocación cristiana de sus hijos, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Para que todos nosotros seamos verdadera sal de la tierra y luz del mundo, y no nos quedemos a medias, en la desconfianza, en la inseguridad, en el conformismo, en el agua turbia, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Señor, que has sembrado la esperanza en tu pueblo, concede generosidad y fidelidad a los que llamas a ser Servidores entre los hermanos y testigos de ti, que eres nuestra esperanza, para que, al responder al amor de tu gracia, colaboremos para que venga y crezca el Reino de los Cielos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Padrenuestro: Elevemos al Padre eterno, sustento de toda vocación, la oración que su hijo, Jesucristo, nos enseñó: Padre nuestro…

Oración

Señor Jesús, buen pastor de tu pueblo,

te necesitamos para vivir con esperanza.

Queremos rogarte que regales más sacerdotes a tu Iglesia;

para que lleven la luz de tu Palabra

y reúnan a tu familia en torno al altar.

Te damos gracias

porque a través de ellos nos das el perdón

que nos alienta a seguir caminando.

Danos sacerdotes misioneros, itinerantes y samaritanos.

Dispuestos a la entrega de la propia vida.

Que nos acompañen

a construir un mundo nuevo

de paz, de justicia y de solidaridad.

¡Escúchanos, Señor! Que tus sacerdotes puedan ser fieles a tu llamado,

que sean signo de tu amor para tu pueblo

y se entreguen con alegría.

Que sean capaces de compartir la vida de los pobres

y consuelen a los que sufren.

Bendice a nuestra Iglesia Particular Castrense,

con vocaciones a la vida sacerdotal y

regala a nuestros seminaristas, perseverancia y generosidad.

Jesús Buen Pastor, en vos confiamos.

María, Madre de Luján, ruega por nosotros

junto a nuestros santos patronos:

Juan María Vianney, Juan de Capistrano y José Gabriel Brochero

Amén.

Canto a María- Oración ante el Santísimo

Abre el seminario diocesano castrense

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