INDONESIA | La armonía en el respeto a la diversidad se alcanza cuando cada visión particular tiene en cuenta las necesidades comunes, así lo expresó el Santo Padre al compartir su discurso en el Encuentro con autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático en el inicio oficial de su 45° viaje Apostólico que se extenderá entre el 2 y el 13 de septiembre a Asia y Oceanía. Celebrado en la Sala del Palacio Presidencial «Istana Negara» en la ciudad de Yakarta, Indonesia, donde participaron unas trescientas personas, entre autoridades políticas y religiosas, el Cuerpo Diplomático, emprendedores, y representantes de la sociedad civil y de la cultura.
Luego de ser recibido por el presidente Joko Widodo en Palacio Presidencial, Su Santidad Francisco firmó el Libro de Honor, mantuvo una reunión en privado con el Sr. Presidente de Indonesia, al concluir la misma, se trasladaron hasta la Sala de Palacio. Luego del saludo formal a los presentes, Su Santidad Francisco señaló, “(…) al igual que el océano es el elemento natural que une todas las islas indonesias, el respeto mutuo de las características culturales, étnicas, lingüísticas y religiosas específicas de todos los grupos humanos que componen Indonesia es el tejido conectivo indispensable que hace que el pueblo indonesio esté unido y orgulloso.
Su lema nacional «Bhinneka tunggal ika» («Unidos en la diversidad», literalmente «Muchos, pero uno») manifiesta bien esta realidad polifacética de pueblos diversos firmemente unidos en una nación”. Agregando, “la armonía en el respeto a la diversidad se alcanza cuando cada visión particular tiene en cuenta las necesidades comunes y cuando cada etnia y confesión religiosa actúa con espíritu de fraternidad, persiguiendo el noble objetivo de servir al bien de todos”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO
A INDONESIA, PAPÚA NUEVA GUINEA
TIMOR-LESTE, SINGAPUR
(2-13 de septiembre de 2024)
ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Sala del Palacio Presidencial «Istana Negara» (Yakarta, Indonesia)
Miércoles 4 de septiembre de 2024
Señor Presidente
Distinguidas Autoridades
Eminentísimos Cardenales
Queridos Obispos
distinguidos Representantes de las comunidades religiosas, de las diferentes religiones,
distinguidos Representantes de la sociedad civil,
Miembros del Cuerpo Diplomático.
Le agradezco cordialmente, señor Presidente, la grata invitación a visitar el país y sus amables palabras de saludo. Hago llegar al Presidente electo mis más cálidos deseos de una fructífera labor al servicio de Indonesia, un vasto archipiélago de miles y miles de islas bañadas por el mar que conecta Asia con Oceanía.
Casi podría decirse que, al igual que el océano es el elemento natural que une todas las islas indonesias, el respeto mutuo de las características culturales, étnicas, lingüísticas y religiosas específicas de todos los grupos humanos que componen Indonesia es el tejido conectivo indispensable que hace que el pueblo indonesio esté unido y orgulloso.
Su lema nacional «Bhinneka tunggal ika» («Unidos en la diversidad», literalmente «Muchos, pero uno») manifiesta bien esta realidad polifacética de pueblos diversos firmemente unidos en una nación. Y muestra también que, al igual que la gran biodiversidad presente en este archipiélago es fuente de riqueza y esplendor, del mismo modo, las diferencias específicas contribuyen a formar un magnífico mosaico, en el que cada tesela es un elemento insustituible para componer una gran obra original y preciosa. Y éste es tu tesoro, es tu mayor riqueza.
La armonía en el respeto a la diversidad se alcanza cuando cada visión particular tiene en cuenta las necesidades comunes y cuando cada etnia y confesión religiosa actúa con espíritu de fraternidad, persiguiendo el noble objetivo de servir al bien de todos. La conciencia de participar en una historia compartida, en la que cada uno aporta lo suyo y donde la solidaridad de cada parte hacia el todo es fundamental, ayuda a identificar las soluciones adecuadas, a evitar la exasperación de los contrastes y a transformar la oposición en colaboración eficaz.
Este sabio y delicado equilibrio, entre la multiplicidad de culturas y visiones ideológicas diferentes y las razones que cimentan la unidad, debe defenderse continuamente contra cualquier desequilibrio. Es, repito, una labor artesanal encomendada a todos, pero de manera especial a la acción que realiza la política, cuando se fija como meta la armonía, la equidad, el respeto a los derechos fundamentales del ser humano, el desarrollo sostenible, la solidaridad y la búsqueda de la paz, tanto dentro de la sociedad como con los demás pueblos y naciones. De ahí la grandeza de la política. Un sabio dijo que la política es la forma más elevada de caridad. Esto es hermoso.
Para fomentar una armonía pacífica y constructiva que asegure la paz y una las fuerzas para vencer los desequilibrios y las bolsas de miseria que aún persisten en algunas zonas, la Iglesia desea incrementar el diálogo interreligioso. De este modo, se podrán eliminar los prejuicios y crecerá un clima de respeto y confianza mutuos, indispensable para afrontar los desafíos comunes, entre ellos el de contrarrestar el extremismo y la intolerancia, que – distorsionando la religión – intentan imponerse utilizando el engaño y la violencia. En cambio, la cercanía, la escucha de la opinión de los demás, esto crea la fraternidad de una nación. Y esto es algo muy hermoso, muy bello.
La Iglesia católica se pone al servicio del bien común y desea reforzar la colaboración con las instituciones públicas y otros actores de la sociedad civil, pero nunca haciendo proselitismo, nunca; respeta la fe de cada persona. Y con ello, alienta la formación de un tejido social más equilibrado y a asegurar una distribución más eficaz y equitativa de la asistencia social.
Permítanme ahora hacer una referencia al Preámbulo de su Constitución de 1945, que ofrece valiosas indicaciones sobre la dirección del camino que ha elegido la Indonesia democrática e independiente. Y ésta es una historia muy hermosa; cuando uno la lee, ve que fue la elección de todos.
Dos veces en pocas líneas, el Preámbulo se refiere a Dios Todopoderoso y a la necesidad de que su bendición descienda sobre el naciente Estado de Indonesia. Del mismo modo, el texto que abre su Ley Fundamental trata dos veces de la justicia social, reclamando un orden internacional basado en ella como uno de los principales objetivos a alcanzar en beneficio de todo el pueblo indonesio.
La unidad en la multiplicidad, la justicia social y la bendición divina son, pues, los principios fundamentales, destinados a inspirar y guiar los programas específicos, son como la estructura de soporte, la base sólida sobre la que construir la casa. ¿Y cómo no darse cuenta de que estos principios encajan muy bien con el lema de mi visita a Indonesia: «Fe, fraternidad, compasión»?
Desgraciadamente, sin embargo, vemos en el mundo de hoy ciertas tendencias que obstaculizan el desarrollo de la fraternidad universal (cf. Carta encíclica Hermanos todos, 9). En diversas regiones vemos surgir conflictos violentos, que a menudo son el resultado de la falta de respeto mutuo, del deseo intolerante de hacer prevalecer a toda costa los propios intereses, la propia posición o el propio relato histórico parcial, incluso cuando esto lleva a interminables sufrimientos a comunidades enteras y desemboca en verdaderas guerras sangrientas.
A veces se producen tensiones violentas en el seno de los Estados, porque los que están en el poder quisieran uniformizarlo todo, imponiendo su visión incluso en asuntos que deberían dejarse a la autonomía de los individuos o de los grupos.
Por otra parte, a pesar de las persuasivas declaraciones políticas, hay muchas situaciones en las que falta un compromiso efectivo y con visión de futuro para construir la justicia social. Como consecuencia, una parte considerable de la humanidad queda al margen, sin medios para una existencia digna y sin defensas para hacer frente a los graves y crecientes desequilibrios sociales, que desencadenan agudos conflictos. ¿Y cómo se soluciona esto? Con una ley de muerte, es decir, limitando los nacimientos, limitando la mayor riqueza que tiene un país, que son los nacimientos. Su país, en cambio, tiene familias de tres, cuatro, cinco hijos adelante. Y esto se ve en el nivel de edad del país. Sigan así. Es un ejemplo para todos los países. Tal vez esto sea gracioso; tal vez algunas familias prefieran tener un gato, un perro pequeño, y no un niño. Esto no está bien.
En otros contextos, por el contrario, la gente cree que puede o debe desentenderse de buscar la bendición de Dios, juzgándola superflua para el ser humano y la sociedad civil, que debe promover con su propio esfuerzo, pero que, al hacerlo, a menudo encuentra frustración y fracaso. Por el contrario, hay casos en los que la fe en Dios se pone continuamente en primer plano, pero a menudo para ser lamentablemente manipulada y servir no para construir la paz, la comunión, el diálogo, el respeto, la colaboración, la fraternidad, para construir el país, sino para fomentar la división y el odio.
Hermanos y hermanas, frente a estas sombras, es gratificante observar cómo la filosofía que inspira la organización del Estado indonesio manifiesta sabiduría y equilibrio. A este respecto, hago mías las palabras de San Juan Pablo II durante su visita a este mismo palacio en 1989. Entre otras cosas, dijo: «Al reconocer la presencia de la legítima diversidad, al respetar los derechos humanos y políticos de todos los ciudadanos y al promover el crecimiento de la unidad nacional basada en la tolerancia y el respeto del prójimo, ponéis los cimientos de esa sociedad justa y pacífica que todos los indonesios desean para sí y que quieren transmitir a sus hijos» (Discurso al Presidente de la República indonesia y a las autoridades, Yakarta, 9 de octubre de 1989).
Aunque a veces, en el curso de los acontecimientos históricos, los principios rectores antes recordados no siempre han tenido la fuerza de imponerse en todas las circunstancias, siguen siendo válidos y fiables, como un faro que indica la dirección que hay que tomar y advierte de los errores más peligrosos que hay que evitar.
Señor Presidente, Señoras y Señores
Espero que todos, en su actuación cotidiana, sepan inspirarse en estos principios y hacerlos efectivos en el desempeño ordinario de sus respectivas funciones, porque opus justitiae pax, la paz es fruto de la justicia. En efecto, la concordia se alcanza cuando cada uno se compromete no sólo en favor de sus propios intereses y de su propia visión, sino con vistas al bien de todos, a tender puentes, a favorecer acuerdos y sinergias, a unir esfuerzos para derrotar toda forma de miseria moral, económica y social, y a promover la paz y la concordia.
Queridos hermanos y hermanas, continuad por vuestro camino, que es tan hermoso y tan correcto. Y así traigo bendiciones a todo el pueblo: Dios bendiga a Indonesia con la paz, por un futuro lleno de esperanza. Que Dios os bendiga a todos.
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