MONS. OLIVERA | Ha hecho estragos el pecado entre nosotros, ha hecho estragos en la humanidad, sin embargo, Dios que nos ama tanto envió a su Hijo para salvarnos, así lo expresaba el Obispo Castrense de Argentina al compartir la Homilía en la celebración de la Santa Misa, en el Domingo de Ramos, Pasión del Señor. Celebrada en la Parroquia Luján Castrense, en la mañana del domingo 24 de marzo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) luego de haber presidió la Peregrinación y Bendición de Ramos desde el Área Fabricaciones Militares hasta el templo parroquial junto a los fieles castrenses.
Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron Capellanes Castrenses de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad, participaron de la celebración fieles castrenses. Decía Mons. Santiago en el inicio de la Homilía, “es una alegría celebrar en este clima de austeridad y penitencia junto a los Capellanes Castrenses, seminaristas y la comunidad parroquial de esta Iglesia particular castrense.
Con la celebración del Domingo de Ramos iniciamos la semana mayor para adentrarnos en la Semana Santa, sabiendo que este no es un domingo más, no es un domingo más de Ramos, no es un domingo más de Pasión en nuestras vidas, sino que es un nuevo Domingo de Ramos”. Profundizando, el Obispo agregaba, “al decir nuevo significa que los que vinimos peregrinando hoy desde la explanada de Fabricaciones Militares hasta el templo Parroquial, donde bendecíamos los ramos, les decía tras la lectura, aclamamos al Señor como: Bendito el que vino; damos las gracias al Señor que vino a Salvarnos, es el Dios con nosotros”.
Añadiendo, continuó diciendo, “decimos también, Bendito el que vino a salvarnos entre los ramos, las palmas, los olivos que llevaremos a nuestros hogares, que éstos sean signo de la alabanza, de la alegría en nuestros corazones. Que seamos aquel pueblo que permanentemente lo recibe con sinceridad en nuestro corazón, lo celebra en su vida, en su familia en su trabajo, en su realidad y lo hacemos también en un modo público porque el signo de peregrinar por las calles de nuestro pueblo, de nuestra ciudad es la manifestación concreta de nuestra fe”.
Avanzando, Mons. Olivera señalaba, “el pecado ha hecho estragos en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestra la cultura. El pecado es justamente cuando cortamos nuestra relación con Dios, y por haber equivocado el camino de la libertad hace que en nuestro corazón este mal.
El pecado ha hecho estragos de tal manera que en nuestra vida, vivimos esta doble realidad, el pecado ha hecho estragos en nuestras relaciones humanas, en el mundo donde somos testigos de guerras y de violencias increíbles e inauditas tal como ha sucedido en Rusia donde masacran a hermanos nuestros. Todos somos hermanos, somos todos creación de Dios, creaturas de Dios, fuimos hechos a imagen y semejanza suya”.
Ahondando, el Obispo expresó, “el pecado ha hecho estragos en nuestra Patria, tantos años de enfrentamientos; hoy en nuestro país conmemoramos el 24 de marzo, el día de la memoria por la verdad y la justicia y paradójicamente esta memoria la cortamos. Esta memoria que no es toda, es una parte, por más gravedad que tenga una de ellas queremos negar una parte de nuestra historia de hermanos nuestros que enfrentaron a otros hermanos, secuestrando, poniendo bombas, matando.
El día de la memoria en nuestra Patria debe ser una jornada de recogimiento, un día para pedir perdón, para mirarnos y para que nunca más dejarnos gobernar por la violencia, el desprecio sobre el otro y por el querer hacer callar al ajeno. Ha hecho estragos el pecado entre nosotros, ha hecho estragos en la humanidad, sin embargo, Dios que nos ama tanto que envió a su Hijo para salvarnos”.
Siguiendo, Mons. Santiago compartía, “rezamos en la Salve: <gimiendo y llorando en este valle de lágrimas (…)>; y los sacerdotes lo sabemos y en este tiempo lo hacemos mucho más presente el sufrimiento de tantos hermanos nuestros, de tantos de nosotros que sufrimos dificultades familiares, sociales y hoy también donde hay pobreza, hay hambre, miedo de perder el trabajo, sin trabajo con una realidad social cada día más difícil. Estas son nuestras cruces a la cual Dios vino también a decirnos, esto no es la última la palabra, ni el sufrimiento ni la muerte son la última palabra, porque Jesús en nombre de nosotros, los hombres, la humanidad desando el camino de Adán y Eva y ésta es nuestra fe, Cristo muriendo en la Cruz y resucitando dio sentido a nuestra fe.
En este valle de lágrimas, en este camino, en esta peregrinación la última palabra no es el dolor, ni la dificultad, no lo es la muerte, sino la vida, el triunfo la fecundidad. Y Jesús así lo ha mostrado, Jesús desando el camino y como hombre y en nuestro nombre, justamente en total obediencia y fidelidad a Dios, sufriendo y gritando tal como lo hemos escuchado en su Pasión, logró la aprensión y la salvación para todos nosotros”.
Finalmente, el Obispo compartió, “pidamos al Señor entonces que en esta nueva celebración de la Pasión podamos iluminarnos con el gozo del final que conocemos, que hoy dramáticamente hemos escuchado, el largo relato de la Pasión, donde Jesús murió como inocente, como el hombre bueno, como el que pasó haciendo bien. Que podamos ofrecer nuestros dolores, nuestros sufrimientos, nuestra cruz para unir nuestra vida a la Cruz redentora de Jesús, y entonces nuestras cruces y nuestros dolores sean cargados y no arrastrados, porque nos unimos justamente a la Cruz redentora de Jesús”.-
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