Mons. Olivera | Jesús entregó su vida y murió por cada uno de nosotros, así lo señaló el Obispo Castrense de Argentina, en Homilía compartida durante la Celebración del Viernes Santo de la Pasión del Señor. Celebrada en la Parroquia Ntra. Sra. de Luján Castrense, en la tarde del viernes 15 de abril, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Presidió la celebración, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Canciller y Capellán Mayor de la Armada Argentina, Padre Francisco Rostom Maderna, el Capellán Mayor de GNA, Padre Jorge Massut. También, el Rector del Seminario Castrense, Padre Daniel Díaz Ramos, el Vicerrector del Seminario, Padre Diego Pereyra, el Párroco de la Parroquia Luján Castrense, Mons. Alberto Pita y los Capellanes Castrenses, Padre Francisco Roverano, el Padre Charbel Makhlouf y el Padre Santiago García del Hoyo.
En la Homilía, Mons. Santiago decía, “en un clima de austeridad, podríamos decir también de acompañar a Jesús donde cumple la obediencia al Padre, tal como hemos escuchado en la carta a los hebreos, <<aprendió sufriendo a obedecer>>. En este ambiente, tuvimos la alegría de tener este signo de la postración de todos los Sacerdotes presentes, que también es un gozo celebrar esta liturgia de La Pasión del Señor, todo esto nos instala en un clima de gratitud en primer lugar, por esta vida de Jesús entregada sin límite”.
Continuando, el Obispo agregó, “Jesús entregó su vida y murió por cada uno de nosotros, el Señor desando el camino de Adán y Eva quienes desobedecieron el proyecto de Dios y Él como verdadero Dios, pero como verdadero hombre desando ese camino. Obediente hasta la muerte, siendo inocente, siendo bueno, no siendo pecador, en nombre de todos nosotros, ofreció su vida al Padre, esa actitud y esa disponibilidad de Jesús, nos logró la vida en plenitud”.
Profundizando, Mons. Olivera señalaba, “el Papa San Juan Pablo VI dice, «su dolor consciente, inocente, sufrido por amor, nos redime y nos salva», y sin lugar a duda recordamos que, tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarnos. La encarnación iba ordenada a la pasión, el Señor nos redime a costa de su propia vida, un justo condenado injustamente y carga con el pecado de todos nosotros.
Celebrar esta liturgia en este clima de recogimiento y quiera Dios también que, desde el interior, podamos tener dolor de los pecados, porque el Señor muere por todos, pero es importante que cada uno de nosotros piense en su propio nombre. Que podamos decir, el Señor muere por mí, el Señor muere por cada uno de nosotros y nos trae la salvación, muere por amor y lo hace en ese holocausto supremo que es la obediencia, misterioso camino”.
En otro tramo de su Homilía, nos revelaba Mons. Santiago, “(…) contemplar la Cruz es contemplar el amor de Dios sin límite, el amor hasta el extremo, que nos llena de verdadero gozo, que nos lleva con el deseo de reparar tanto amor. Porque cuando nosotros nos sentimos frágiles, pecadores y débiles, tenemos que partir no solo porque miramos la cantidad de pecados o las veces que traicionamos a Jesús, sino porque el dolor debe estar fundamentado en las raíces de no amar a aquel que me amó, no responder con amor a aquel que ama siempre y que me amó primero, aun cuando no lo conocía o cuando lo hemos ofendido”.
Sobre esto último, el Obispo nos decía, “también en la vida, nosotros tenemos a veces, dolores, pruebas, sufrimientos, dificultades que nos dan la posibilidad de ofrecerlo al Señor y que eso sea redentor. Es decir, una Cruz la podemos arrastrar o la podemos cargar, ver a Jesús como Maestro, como Señor realmente, nos ayuda a pensar que nosotros tenemos que cargar con la Cruz, <<el que quiera seguirme, que cargue su Cruz cada día>>. Y la Cruz de Jesús también, justamente callado, obediente, porque confiaba plenamente en la voluntad del Padre, porque sabía cómo ayer, jueves santo comentaba entre ustedes, que, por caminos difíciles y oscuros, la certeza de un creyente, es saber que, todo nos lleva al Señor y en la providencia de Dios, aún, todo sufrimiento asumido y ofrecido, es redentor”.
Mons. Olivera, también recordaba, “el sufrir inocente del Señor, es un silencio que no otorga, sino que denuncia, es un silencio elocuente. En esta liturgia vamos a tener tres momentos importantes, la pasión que hemos leído, la Palabra de Dios que hemos proclamado, la oración universal (…)”.
Avanzando, el Obispo, subrayaba, “este viernes Santo, la liturgia nos invita a pensar en todos y en toda situación, para pedir por la paz, por los que nos gobiernan, por la Iglesia, para pedir por los hermanos nuestros que no están en comunión total, para pedir por los ateos, para pedir por el pueblo hermano de la alianza, el pueblo judío, nos invita hacer la oración universal. Y también tenemos la adoración de la Cruz y la figura de la Virgen de María, como hemos escuchado en el Evangelio de Juan, <<María estaba en silencio (…)», podríamos decir como su Hijo, «<<de pie frente a la Cruz>>»”.
En el final, Mons. Santiago expresó, “quisiera contarles, que recibía en esta tarde, un mensaje a través de WhatsApp de un amigo que vive en España, que en breves palabras me transmitió esto que quisiera compartir con ustedes a modo de final de esta meditación de este viernes Santo.
El mensaje decía:
<<Hay solo un verdadero Héroe
y es el mejor hombre de la historia,
se llama Jesucristo.
No tenía sirvientes y lo llamaban Señor.
No tenía título y lo llamaban Maestro.
No tenía ejército y los reyes le temían.
No ganó batallas militares y aun así conquistó el mundo.
«No cometió delito» y fue crucificado, muerto y sepultado.
Me amó primero sin que yo lo conociera.
Fue enterrado en una tumba
y al tercer Día resucitó y aún, hoy por hoy vive…
¡Y me sigue acompañando siempre! >>
Damos gracias por este Señor que entregó su vida para nuestra salvación”.
Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina
Celebración del Viernes Santo de la Pasión del Señor
0 comentarios