Mons. Olivera | La Cruz es signo de la Vida, de la Vida que no termina, es instrumento de amor, así lo expresó el Obispo Castrense de Argentina al compartir su Homilía durante la celebración de la Pasión del Señor. Fue en la noche del viernes Santo, en la Iglesia Catedral Castrense Stella Maris, único día en el año que no se celebra la Santa Misa en la Iglesia.
En esta noche, recordamos y contemplamos el acto de amor que Jesús tuvo por nosotros, Él nos amó hasta el extremo, Él nos salvó, nos liberó de la muerte y del pecado, por ello celebramos la Pasión del Señor. En esta celebración, el Altar luce desprovisto de manteles, flores, sin candelabros, ni adornos, tampoco se anima la celebración con cantos, solo acompañamos con nuestro silencio y oración.
Presidió la celebración de la Pasión del Señor, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebran, el Canciller y Capellán Mayor de la Armada Argentina, Padre Francisco Rostom Maderna, el Rector de la Iglesia Catedral Castrense, Padre Diego Pereyra. También el Rector del Seminario Castrense, Padre Daniel Díaz Ramos, el Confesor Ordinario del Seminario Castrense, Mons. Alberto Pita, asistieron a la celebración que también fue transmitida por las redes sociales de la Diócesis, fieles castrenses.
A continuación, compartimos la Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:
Homilía del Viernes Santo
2 de abril de 2021
Iglesia Catedral Castrense, Stella Maris
Sin duda la Liturgia del Viernes Santo, -único día del año en que no celebramos la Eucaristía en nuestras Iglesias- es una liturgia fuerte y que nos invita a la contemplación. Podríamos decir que los que estamos aquí, en este templo y los que nos siguen a través de los medios por las redes sociales, tenemos que disponer nuestro corazón, para que podamos contemplar agradecidos la obra de Dios manifestada en Jesucristo, y recordar que, “tanto amó Dios al mundo…”; pensemos lo que significa para el proyecto de Dios, para la mirada cariñosa hacia el hombre, creación suya, que haya desobedecido el plan, que haya querido ser como Dios, que se haya apartado y sin embargo, ante esa actitud de los hombres, representados en Adán y Eva, Dios que nos amó tanto, envía a su Hijo, que es el “Dios con nosotros”, y viene a desandar el camino de Adán y Eva; y como hemos escuchado también en la lectura de la carta a los hebreos, cumplió, vivió el Señor, realmente hasta el extremo la voluntad del Padre, “…aprendió sufriendo a obedecer el proyecto de Dios” dice el autor de la carta.
Hemos escuchado en la primera lectura, en el Libro de Isaías que dice, “…sí, mi Servidor triunfará…” Este texto es impresionante; la descripción, podríamos decir, tan cristológica, tan manifestada hacia Jesús, que sin lugar a dudas nos conmueve, y si la leemos con fe y con un corazón atento y dispuesto, como una tierra llamada a ser fértil, nos transforma y nos convierte.
El proyecto de Dios; misterioso proyecto de Dios, que hace que este Hijo suyo, el “Dios con nosotros” venga a peregrinar por la vida; justamente, el “Hombre” por excelencia bueno, vino a sufrir el escarnio del insulto, de la burla y de la Cruz. Para todos nosotros, es motivo de una gran gratitud y de una gran conmoción interior. Aquél que es todo amor, aquel que nos lo manifestó, un Dios que es ternura, un Dios que es Padre, un Dios que ama siempre, un Dios que perdona, un Dios que amó tanto al mundo, que envió a su Hijo para salvarnos, y así le pagamos al Señor, así le pagamos a Jesús.
El texto de la Pasión que hemos proclamado del Evangelio de San Juan nos da tres claves esenciales, que me parece importante tener presente:
Cuando comenzamos este tiempo Santo, yo decía que era un buen momento de “Ejercicio Espiritual”, de manera de retirarnos y ejercitarnos de verdad, para contemplar la Palabra de Dios de un modo distinto, para leerla más serenamente, para dejarnos interpelar… Así es cómo debemos leer la Pasión y cada uno podría, como sacar mucho y meditar mucho y detenerse en cada aspecto, en lo que hemos leídos y saber de qué lado estamos, o ubicarnos en algún lugar del texto… Todos podemos ser un poco ese pueblo que pide la crucifixión, todos podemos ser un poco Pedro que cobardemente lo niega, todos podemos ser un poco Pilato que se lava las manos cuando hay que jugarse. Cada uno tiene que ver en dónde está ubicado frente a este misterio de Jesús que se actualiza, su Pasión que se actualiza en todo tiempo; porque también Jesús, es crucificado en tantos hermanos nuestro, también Jesús sufre el escarnio en tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo; también Jesús sufre cuando no se vive en la verdad y en la justicia, cuando se equivocan caminos, cuando de alguna manera con nuestro obrar, ponemos una espina más a su corona o un látigo más a su espalda… Cada uno tendrá que ver, cómo descubrimos a Jesús también en el rostro de los necesitados, de los más pobres, -terrible plaga de nuestro tiempo y de nuestra Patria- de los que están más descartados o no son tenidos en cuenta.
Pero, en este texto, como decía, tenemos tres claves: El Señor que sale al encuentro, van a buscarlo para condenarlo, en un vil juicio cobarde y mentiroso, como también a veces vemos en nuestros tiempos. Jesús sale al encuentro y dice, “¿a quién buscan?”, -buena pregunta para nosotros, ¿a quién buscamos? ¿quién es el Jesús a quien seguimos?- y así, como despectivo, responden, -como si pudiera salir algo bueno de Nazaret-, “buscamos a Jesús el Nazareno” y Jesús les da la clave de su auto revelación y responde, “soy yo”; ahí entonces, retroceden un poco, quizá asustados porque “Yo soy” hace alusión, ciertamente a la revelación de Dios.
Jesús es el verdadero Dios, Jesús es el verdadero hombre, que, en nuestra condición, está dispuesto a sufrir todo en nombre nuestro. Nosotros sí merecimos tantas cosas, el Señor Jesús no merece lo que vivió, pero por amor sin límites, hasta el extremo, lo entrega para nuestra salvación.
En este nuevo viernes Santo, podríamos respondernos, a modo de conversión nueva. ¿A quién buscamos, a qué Jesús buscamos, a qué Jesús seguimos, a qué Jesús hacemos presente?
Porque estamos llamados, y en este tiempo nos ayuda para renovar nuestro Bautismo, a tener presente que “representamos”, hacemos presente de nuevo a Jesucristo, en nuestras actitudes, palabras y aún en sentimientos. Ésta es nuestra vocación y a ésto hemos sido llamados, a hacer presente de nuevo a Jesús, que es Él, el “Dios con nosotros”, el Emanuel a quien alabamos y por quien entregamos toda nuestra vida y lo seguimos, no sin esfuerzo y exigencias, pero con la certeza de que estamos llamados a representar de nuevo la vida de Jesús en nuestras vidas. Él es el Rey, no a modo de burla nosotros decimos, “Tú eres Rey, Tú eres el Rey de todos y por lo tanto queremos dejarnos conducir por tus mandatos; nosotros no queremos que te crucifiquen, pero a veces, con nuestras actitudes cobardes te crucificamos en persona o por medio de otros. Lo hacemos cuando no nos comprometemos, o cuando no damos testimonio de la vida cristiana con valentía con todo lo que implica… no queremos que te crucifiquen; rezamos, confiamos, renovamos nuestra fe, pero a veces nosotros te crucificamos”. Pero el Señor, en su infinito amor, en el momento de la Cruz, también le pide al Padre que nos perdone, porque nos equivocamos, porque no sabemos lo que hacemos.
Y el texto de San Juan de hoy, nos da una clave también muy bonita y consoladora que es bueno renovar: “Junto a la Cruz de Jesús, estaba su Madre, María”. En el momento más importante, en el momento en donde la verdad se juega, -que es la muerte-, donde “todo se ha cumplido”, como dijo Jesús, quizá aludiendo al relato de la creación del Génesis que dice “después del séptimo día, vio que todo estaba hecho”-, “todo se ha cumplido” en esta nueva creación, que nos da la posibilidad de recuperar la vida para siempre, y en ese momento trascendente, nos entrega a la Virgen.
Vamos a hacer también un rato de oración con María al pie de la Cruz; pensemos en el corazón de la Madre, seguramente un corazón destrozado, pero con esperanza, porque era una mujer confiada y peregrina de la fe. Ella, ¡entrega a su hijo! Este misterioso plan que el Ángel le había dicho; nacido de Dios, por obra del Espíritu Santo… que seguramente lo habrá visto y contemplado a Jesús en su vida, que allí lo vio así, entregado a favor del desarrollo y el progreso de su pueblo, de su gente, entregado para cumplir el proyecto de Dios, para no esquivarle al Cáliz que venía a beber, que es la Cruz y justamente no es un instrumento de tortura para Jesús, sino que es la actualización salvadora y redentora, podríamos decir, la Cruz que es signo de la Vida, de la Vida que no termina; que no es instrumento de tortura, sino es instrumento de amor… En ese momento el Señor lo cambia a Su hijo por nosotros, y le entrega a la Virgen a Juan, pero en Juan, a cada uno de nosotros.
Que en este Viernes Santo entonces, renovemos la alegría de saber que María, Nuestra Señora de los Dolores, con un corazón desgarrado, al pie de la Cruz desde el inicio del proyecto de Dios en su vida dijo, “hágase” y fielmente, hasta el fin, -también hasta el extremo- acompañó la vida de Jesús.
“Tengo sed”, dice el Señor, y podríamos actualizarlo: tiene sed de que vayamos a Él, tiene sed de que le entreguemos nuestra vida y nuestro corazón, tiene sed de que cumplamos en nuestra vida el proyecto de Dios. Tiene sed de que recibamos y vivamos la Cruz, que sabemos es como una agresión para nuestra naturaleza y que a ninguno nos gusta, pero la fe le da sentido, trasciende la mera realidad humana y es don de Dios.
Como dijo el Señor, “¿acaso no he venido a beber este Cáliz?”; también nosotros, transitaremos, transitamos el camino de la Cruz. Que el Señor nos renueve entonces, la certeza de que no caminamos solos, la certeza de que el Señor lo hizo primero, que por nuestra salvación entregó su vida sin reservas, y que María, nuestra Madre, “la mujer de los dolores” estará siempre a los pies de la Cruz, de cada Cruz de sus hijos. Que Ella entonces, nos renueve en la fe. Que podamos renovar el deseo sincero de tomar la Cruz y saber que no se trata de un instrumento de tortura, sino de gozo y de salvación y que siempre la Cruz, nuestra Cruz y la Cruz de Jesús, deberá ser vivida en clave Pascual, -que es muerte, pero es signo de la vida nueva que el Señor nos da-. Que así sea.-
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