Mons. Olivera | Pidamos al Señor, mendiguémosle confiados el don de la fraternidad y de la paz, que podamos ser instrumentos valientes de la cultura del encuentro, el pedido fue realizado por el Obispo Castrense de Argentina al compartir la Homilía, durante la Santa Misa Crismal. Celebrada en la mañana del martes 4 de abril, en la Catedral Castrense, Stella Maris, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), donde el Mons. Santiago Olivera renovó junto al Clero Castrense sus promesas Sacerdotales y bendijo los Oleos Santos, que se usaran en la administración de los Sacramentos de Bautismo; Confirmación, Unción de los Enfermos y Orden Sagrado.
Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago, Obispo Castrense de Argentina, concelebró con todo su Presbiterio, participaron autoridades de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad, Vida Consagrada y fieles castrenses. En la Homilía, Mons. Olivera señalaba luego de saludar a los presentes, “con todos nosotros, también se encuentra la imagen de la Virgen de Luján a quien llamamos la Virgen de Luján Malvinera, que hace 41 años estuvo allí, acompañando a los hombres de nuestras Fuerzas, ha tantos Soldados que han podido contemplarla, han podido rezarle, así que es significativo que esté aquí en esta celebración Diocesana”.
Seguidamente señalaba, “esta Misa nos permite renovar con verdadero gozo la verdad de la “conjuntes” diocesana usando un término castrense, las distintas Fuerzas, los distintos capellanes sirviendo en ellas, nos unimos en esta manifestación de la única Iglesia particular y personal para el servicio de los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y Federales de Seguridad, a ellos queremos y debemos servir junto a sus familias.
Esta eucaristía, que presido como Obispo Castrense junto a algunos sacerdotes representando nuestro numeroso presbiterio y a otros miembros del pueblo de Dios, adquiriere un significado especial la bendición de los Santos Oleos y la consagración del Santo Crisma, que luego serán utilizados en la administración de los sacramentos en las distintas comunidades y unidades de nuestro Obispado”.
Continuando, señalaba el Obispo, “con el santo crisma que hoy se consagra, serán ungidos los nuevos bautizados y serán signados los que reciben el sacramento de la confirmación, que los hace a los nuevos confirmados valientes testigos del Evangelio, auténticos soldados de Cristo”. Agregando, “porque creemos nos bautizamos, porque creemos nos confirmamos, porque creemos recibimos al Señor en la Eucaristía. Porque creemos ajustamos nuestra vida a las enseñanzas de Jesús y ponemos por obra su Palabra”.
Más adelante, preguntaba en la Homilía Mons. Santiago: “¿Qué cristianos estamos formando? ¿Qué cristianos somos? ¿con qué o cuáles cristianos contamos?
Frente a estas preguntas se desprende la importancia que debemos dar a la formación inicial y permanente de nuestros hermanos. De esta formación va a depender, en gran medida, el futuro y el nivel de nuestras comunidades, y podríamos decir, el futuro de nuestra cultura, de nuestros ambientes, de nuestras familias, de nuestras Instituciones que servimos, de nuestras Fuerzas Armadas y Federales de Seguridad, de nuestra Patria”.
Además, expresó, “nuestra misión y compromiso requiere de nuestra parte actitudes prudentes de pastores, requiere sereno discernimiento y valentía de soldado. En estos 40 años de Democracia, que gracias a Dios vamos transitando, debemos estar atentos para sostenerla y defenderla siempre porque a veces peligrosamente se atenta contra ella. La democracia -es bueno recordarlo una y otra vez-, es “eco temporal del Evangelio””.
A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:
Martes Santo – 4 de abril de 2023
Misa Crismal Iglesia Catedral Stella Maris
Nos sumamos con la alegría de compartir todos, representantes del pueblo de Dios, Sacerdotes, autoridades de las Fuerzas, nos da alegría que estén aquí acompañándonos. Con todos nosotros, también se encuentra la imagen de la Virgen de Luján a quien llamamos la Virgen de Luján Malvinera, que hace 41 años estuvo allí, acompañando a los hombres de nuestras Fuerzas, ha tantos Soldados que han podido contemplarla, han podido rezarle, así que es significativo que esté aquí en esta celebración Diocesana.
Me gustaría que a la luz del texto que acabamos de escuchar, que nosotros podamos replicar, que, en la Sinagoga, todos tenían los ojos puestos en Jesús. El pasado Domingo de Ramos, hemos iniciado Semana Santa, que es sin duda central en nuestra vida de fe, de creyentes, de cristianos.
En este contexto, recibía un comentario de una Señora, piadosa, religiosa, profunda y decía, <<esta semana Santa debería llamarse, la Semana de la Contemplación>>. Porque tenemos que contemplar con los ojos puestos en Jesús este gran amor expresado en el Señor que viene para liberarnos de toda opresión, del pecado, que viene a darnos un año de Gracia, y para nosotros cada día es tiempo de Gracia porque Jesús, está en medio nuestro, porque no debemos olvidar nunca que es el Dios con nosotros.
Siempre en las distintas realidades, en las distintas situaciones, en los distintos momentos de nuestras vidas, Dios está con nosotros en su Hijo Jesús. Contemplemos este misterio gozoso junto con aquellos que en tiempos de la vida terrenal ponían su mirada en Jesús, que nosotros pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en Jesús.
Lo hacemos extensivo por intermedio de estos medios de comunión tal como me gusta llamar a estos nuevos medios de comunicación, que puedan estar presentes a lo largo y ancho del país, en esta extensa realidad castrense, que podemos llegar a muchos, invitarlos a todos, como entrar en un gran retiro espiritual, un encuentro con Jesús.
Siempre renuevo con alegría celebrar cada año la Misa Crismal.
Esta convocatoria nos ofrece una buena oportunidad para animar y fortalecer el espíritu de comunión, como también el camino pastoral de nuestra Iglesia particular. Esta Misa nos permite renovar con verdadero gozo la verdad de la “conjuntes” diocesana usando un término castrense, las distintas Fuerzas, los distintos capellanes sirviendo en ellas, nos unimos en esta manifestación de la única Iglesia particular y personal para el servicio de los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y Federales de Seguridad, a ellos queremos y debemos servir junto a sus familias.
Esta eucaristía, que presido como Obispo Castrense junto a algunos sacerdotes representando nuestro numeroso presbiterio y a otros miembros del pueblo de Dios, adquiriere un significado especial la bendición de los Santos Oleos y la consagración del Santo Crisma, que luego serán utilizados en la administración de los sacramentos en las distintas comunidades y unidades de nuestro Obispado.
Con el santo crisma que hoy se consagra, serán ungidos los nuevos bautizados y serán signados los que reciben el sacramento de la confirmación, que los hace a los nuevos confirmados valientes testigos del Evangelio, auténticos soldados de Cristo. Asimismo, el santo crisma se utiliza para consagrar sacerdotes y dedicar iglesias. El óleo de los catecúmenos prepara y dispone para el bautismo y con el óleo de los enfermos, nuestros hermanos serán aliviados en sus enfermedades y también para algunos será viático en el tránsito a la vida eterna.
Esta bendición y consagración nos habla de la dimensión sacramental de la Iglesia, que nos comunica la gracia pascual de Cristo y nos inicia en la vida de la comunidad cristiana. Esta verdad se vive, de modo especial, en la Iniciación Cristiana como proceso que define nuestra identidad. Vamos constatando la urgente necesidad de volver a anunciar las verdades más simples y hondas de nuestra fe; eso supone plasmar en la vida estas verdades: Porque creemos nos bautizamos, porque creemos nos confirmamos, porque creemos recibimos al Señor en la Eucaristía. Porque creemos ajustamos nuestra vida a las enseñanzas de Jesús y ponemos por obra su Palabra.
Como sabemos este proceso, este camino que se inicia desde la recepción del Bautismo es un tema fundamental para la vida de las realidades a nosotros confiadas y de cada cristiano. En el modo de realizarlo está en juego la seriedad de la evangelización, la autenticidad de la comunidad eclesial, la verdad del ser cristiano. Buena pregunta es formularnos: ¿Qué cristianos estamos formando? ¿Qué cristianos somos? ¿con qué o cuáles cristianos contamos?
Frente a estas preguntas se desprende la importancia que debemos dar a la formación inicial y permanente de nuestros hermanos. De esta formación va a depender, en gran medida, el futuro y el nivel de nuestras comunidades, y podríamos decir, el futuro de nuestra cultura, de nuestros ambientes, de nuestras familias, de nuestras Instituciones que servimos, de nuestras Fuerzas Armadas y Federales de Seguridad, de nuestra Patria. El anuncio claro y explícito del Evangelio y las implicancias que llevan al asumirlo debe verse en las respuestas y actitudes de nuestros fieles.
Muchos cristianos están anestesiados en su condición de bautizados, y muchas veces viven y aceptan criterios muy lejos de la fe cristiana. Muchos bautizados necesitan ser evangelizados, y esto lo experimentamos no pocas veces en nuestra actividad pastoral.
Nuestro tiempo está presentando signos adversos a la fe, esto requiere de nuestra parte el estar atentos para vivir nuestro compromiso, un ejemplo concreto es el mantenernos alertas en todo lo que atenta con los derechos humanos más elementales, defendiendo la vida desde sus inicios y acompañando a los hermanos en todas las etapas de la misma. Este tema humano y religioso nos compromete como ciudadanos. Algunos en nuestra sociedad con interpretaciones sesgadas y erróneas y con fuerte ideologización han transformado muchas realidades, queriéndolas imponer como única verdad, y eso ya es una mentira disfrazada. Nuestra misión y compromiso requiere de nuestra parte actitudes prudentes de pastores, requiere sereno discernimiento y valentía de soldado. En estos 40 años de Democracia, que gracias a Dios vamos transitando, debemos estar atentos para sostenerla y defenderla siempre porque a veces peligrosamente se atenta contra ella. La democracia -es bueno recordarlo una y otra vez-, es “eco temporal del Evangelio”.
El texto del Evangelio de San Lucas que leemos hoy Jesús comenta el texto de Isaías, manifestando que Él era el enviado para anunciar la buena noticia a los pobres, esto es a todos: los marginados, los no tenidos en cuenta, los que están al borde del camino…para todos Jesús mostró un trato especial, a nadie excluyó de su amor y de su salvación… Nosotros cristianos, como Jesús estamos llamados también con nuestras palabras y acciones teniendo sus mismos sentimientos, a anunciar la liberación a todos sin exclusión y el año del Gracia que el Señor regala con su Presencia. Presencia del Señor que se actualiza de un modo particular con la vida de los sacerdotes en nuestro Obispado. Presencia, que es el primer acto de amor. Nosotros estamos presentes en nuestros lugares de envío pastoral, estamos allí donde están parte de nuestros fieles. Así, “presentes” en medio de nuestro pueblo, presentes y dispuestos. Este es nuestro servicio. Presentes como signo del Amor de Dios y presentes para servir.
Esta Celebración tiene un profundo carácter sacerdotal, ya que en ella conmemoramos el día en que el Señor Jesús confirió su sacerdocio a los apóstoles y a nosotros. Fuimos ungidos como Jesús para servir y anunciar a nuestro pueblo la Buena Nueva. Participamos hoy de un signo muy fuerte, los sacerdotes renuevan las promesas que un día hicieron ante su Obispo y ante el pueblo santo de Dios. Por eso también es un día en que los sacerdotes debemos especialmente hacer memoria agradecida por el Obispo que nos ordenó.
Renovamos el ministerio recibido, teniendo presente la exhortación de Pablo a Timoteo: “te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido” (2Tim 1,6). Este don es el que da sentido a nuestras vidas. Hoy y siempre debemos recordar la grandeza del don que hemos recibido. Es esta una ocasión propicia y reparadora para volver a darle al Señor Jesús un «sí» pleno e incondicional, a Él que sin mérito de nuestra parte nos eligió y nos llamó, cuando Cristo por medio del Obispo nos impuso sus manos y nos consagró a su misión, constituyéndonos sacerdotes para siempre, mediadores entre Dios y los hombres.
Los invito hoy, y lógico también me sumo, a renovar las promesas sacerdotales en clave de conversión y disponibilidad para poder ser santos sacerdotes.
Queridos hermanos presbíteros, un día fuimos ungidos para vivir como sacerdotes y ser felices desempeñando este gran ministerio. Hoy queremos renovar esa unción del Espíritu Santo, que selló nuestra amistad con Cristo y nos insertó profundamente en la Iglesia. Renovar una vez más nuestro sacerdocio nos debe llenar de gozo, porque Dios vuelve a mirarnos con amor y nos invita a dejar todo para seguirlo. Renovar supone estar dispuestos a dejar atrás proyectos personales y embarcarnos en la gozosa aventura de Anunciar el Evangelio.
Me gusta pensar nuestro ministerio a la luz de los fieles que modelan nuestro servicio. Servimos a soldados, y así como decimos “Pastores con olor a ovejas” podemos decir nosotros en nuestra realidad castrense “pastores con olor a soldado”, muchas veces transpirando y esto es para nosotros, consecuencia o fruto del entrenamiento y del esfuerzo, de la exigencia, de la fidelidad a la obediencia, de la entrega sin medida para ser capaces como nuestro pueblo que se nos ha confiado a dar la vida por amor a Dios, a la Patria y a los hombres y mujeres que en ella viven.
Pido confiado al Señor, que nos renueve en el celo, esto es, en el ardor y en el fervor apostólico y como esto no es algo que pueda promulgarse por decreto, debemos pedirle a Dios que nos ayude a profundizar nuestra intimidad con Él que nos llamó a dejarlo todo. Solo en el trato diario con Jesús, renovaremos las fuerzas de cada día.
Pidamos al Señor, mendiguémosle confiados el don de la fraternidad y de la paz, que podamos ser instrumentos valientes de la cultura del encuentro, fortaleciendo siempre el respeto de todo hombre y mujer, mirando a cada hombre y mujer con particular solicitud, esto es verdadero respeto de los “derechos humanos”.
Es oportuno volver a recordar hoy, que el camino real e insustituible para avanzar por el camino de nuestra santificación y tener vivo el celo o pasión pastoral, es la oración, entendida como “estar con Cristo” (Mc 3,14), como “permanecer con Él” (Juan 15,5), para que así Su mirada se transforme progresivamente en nuestra mirada y Su corazón en nuestro corazón y de esta manera podamos dar mucho fruto y un fruto que dure. Al sacerdote que siempre reza y se esfuerza por ser fiel al don recibido, Dios le ayuda siempre.
La oración, que es también la oración fiel, a la Liturgia de las Horas, que solemnemente nos hemos comprometido a rezar el día de nuestra ordenación.
Como el corazón de la oración cristiana y la clave de nuestro ministerio es la Eucaristía; la celebración de la Santa Misa debe ser para cada uno de nosotros el centro y el momento más importante de cada vida. Cada Misa que celebro me debe recordar que yo, con Cristo, estoy llamado a ser hostia viva para la salvación del mundo; que a las palabras de la consagración debo unir la entrega de mi vida. Nuestra condición de vida, nuestros lugares a veces exigen de nosotros mayor fortaleza para no descuidar y menos dejar ese espacio tan importante y vital que es el encuentro personal y serenos con Jesús, que nos ayuda a discernir y a transitar sus caminos.
En esta Eucaristía recordamos y damos gracias por nuestro Papa Francisco. Como Iglesia Particular queremos renovar nuestra adhesión y nuestra oración diaria por Francisco, don para nuestra Iglesia, don para el mundo, don para nuestra Patria y lo hacemos también con la sana alegría y sano orgullo de saber que por más de un año él fue Administrador Apostólico de este Obispado.
También hoy bendecimos estos cuadros de San Juan de Capistrano, Patrono de todos los Capellanes Castrenses del Mundo, realizados por el señor Rafael Guerrero, -una gran persona y excelente pintor de Río Segundo- que serán entronizados en cada Capellanía Mayor. A nuestro Patrono nos encomendamos porque él animó a no bajar los brazos, invitó a los hombres de su tiempo, como decía: “creyentes valientes, todos a defender la fe”. Y frente a muchas situaciones estamos llamados como valientes soldados, valientes creyentes a no desanimarnos en el Anuncio de la fe, a vivirla e invitar a hacerla vida, con la exigencia y fortaleza que esto supone.
No quiero dejar de darles la bienvenida a los sacerdotes Capellanes Castrenses, agregados y auxiliares para servir en este particular ministerio, y nos unimos con gratitud al padre Francisco Roverano sirviendo este año en la Antártida y al padre Ricardo González acompañando a nuestros fieles desplegados en Chipre.
Nuestra Iglesia Particular celebra también con gozo el camino de los futuros Diáconos Permanentes y la creación del Centro de Formación de Ministerios y diaconado permanente San Lorenzo, dando algunos de los candidatos sus primeros pasos, como también damos profundas gracias a Dios por el Don de las Vírgenes Consagradas que ofrecen su oración y su vida por cada uno de nosotros, pastores y fieles castrenses.
Pidamos a María, La Purísima Madre de Dios y Madre Nuestra, en sus Advocaciones Diocesanas de Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria, de nuestra Diócesis y de la Gendarmería Nacional, Stella Maris, Patrona de la Armada Argentina y de la Prefectura Nacional, Nuestra Señora de la Merced, Patrona del Ejército Argentino, de Nuestra Señora de Loreto, Patrona de la Fuerza Aérea y Nuestra Señora del Buen Viaje, Patrona de la Policía de Seguridad Aeroportuaria que nos siga sosteniendo y acompañando y que el ejemplo de su Si nos estimule en la fidelidad de lo cotidiano. Que Así sea.
+Santiago Olivera
Obispo Castrense de Argentina
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