MONS. OLIVERA | Propongo vivir este Triduo Pascual como una novedad, porque hacemos memoria agradecida de lo que el Señor hizo, ofrendó su vida por amor

17 abril, 2025

MONS. OLIVERA | Propongo vivir este Triduo Pascual como una novedad, porque hacemos memoria agradecida de lo que el Señor hizo, ofrendó su vida por amor, así lo pidió y explicaba el Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad en la nota publicada en la sección, columna de opinión del diario digital MDZ. Antes del mediodía de hoy, el medio periodístico mendocino publicaba la nota titulada, TRIDUO PASCUAL: LOS TRES DÍAS CLAVE PARA LOS CRISTIANOS escrita por Mons. Santiago Olivera.

El Obispo compartía, “esta semana santa cristiana, celebra la entrega de Jesús, su vida ofrendada por amor: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarnos” y tanto amó Jesucristo a su pueblo, pero no en sentido general, podríamos poner cada uno de nosotros nuestro nombre y nuestro apellido, porque así murió Jesús, por cada uno para darnos la liberación”. Completando, el Mons. Santiago agregó, “me gusta pensar siempre que cada celebración litúrgica, que cada celebración cristiana, cada Triduo Pascual,  en este caso como Obispo católico,  invito a pensar que es un nuevo Triduo Pascual, celebramos una nueva Pascua, con la originalidad de cada día, no una más en nuestras vidas- y más cuando vamos creciendo-   y podemos vivirlo año tras año, con el riesgo que pueda convertirse en rutina, para evitar eso, propongo vivirlo como una novedad, porque hacemos memoria que actualiza, hacemos sin duda memoria agradecida de lo que el Señor hizo”.

A continuación, compartimos en forma completa la nota de Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense y de las Fuerzas Federales de Seguridad:

Triduo Pascual: los tres días clave para los cristianos

El Triduo Pascual, también conocido como los «Tres Días Santos», es el período litúrgico que abarca desde la tarde del Jueves Santo hasta la tarde del Domingo de Resurrección.

Estamos próximos a vivir el Triduo Pascual que nos invita a profundizar nuestro misterio central de la fe: “Jesús que muere por amor sin límite por cada uno de nosotros”, nos da, con su muerte, la posibilidad de una vida para siempre, es la liberación de toda esclavitud, la liberación de los más grave y lo que más ata al hombre, que es el propio pecado, muriendo- porque él mismo Jesús se hizo pecado-  destruyó  todo esto y lo venció con su Resurrección. Providencialmente este año y, podríamos decir gozosamente, la noche del Pésaj o la Pascua hebrea coincide con nuestra Pascua. “La luna llena brilla en el cielo, /la noche de Pésaj ha llegado, /la mesa está puesta, /la familia está reunida, (…) /la historia (del Éxodo) será contada.” Esto es lo que sintetizaba, el poeta Samuel Ibn Nagrela (Granada, siglo XII) estas palabras que hablan de liberación, de luz, del certero paso de Dios por la vida.

Esta semana santa cristiana, celebra la entrega de Jesús, su vida ofrendada por amor: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarnos” y tanto amó Jesucristo a su pueblo, pero no en sentido general, podríamos poner cada uno de nosotros nuestro nombre y nuestro apellido, porque así murió Jesús, por cada uno para darnos la liberación. Del Pésaj, de la Pascua del pueblo Hebreo, de la esclavitud en Egipto, la Pascua cristiana, toma el sentido pleno de la liberación, este paso de la esclavitud a la libertad, del desorden al orden del corazón. De la vida conquistada.

Me gusta pensar siempre que cada celebración litúrgica, que cada celebración cristiana, cada Triduo Pascual,  en este caso como Obispo católico,  invito a pensar que es un nuevo Triduo Pascual, celebramos una nueva Pascua, con la originalidad de cada día, no una más en nuestras vidas- y más cuando vamos creciendo-   y podemos vivirlo año tras año, con el riesgo que pueda convertirse en rutina, para evitar eso, propongo vivirlo como una novedad, porque hacemos memoria que actualiza, hacemos sin duda memoria agradecida de lo que el Señor hizo.

El Triduo Pascual se inicia con la Misa vespertina del jueves santo, la Cena del Señor

Conmemoramos la Ultima Cena, donde Jesús se entrega y se hace don y ofrenda, esto es, ofrece su Cuerpo y su Sangre para que siempre tengamos Vida plena y abundante, y también conmemoramos la institución del  Ministerio Sacerdotal, es en la última Cena que el Señor dice: “Hagan esto en memoria mía” y el Mandato nuevo del amor, frente al gesto del lavatorio de los pies. 

Siempre me gusta pensar que cuando Jesús hace ese gesto que, en nuestras Iglesias y parroquias y el Papa Francisco lo repite en muchos de los lugares donde hay verdaderamente dolor,  como es el caso de lo que están los que están presos,  este gesto del lavatorio de los pies. Siempre me impresiona como digo, que hay cierta resistencia de algunos, del mismo Pedro cuando el Señor quería lavarle los pies, le dice “ Tú Señor me vas a lavar los pies a mí”, “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo” le dice Jesús, siempre me impresiona cuando, al concluir, el Señor dice “comprenden lo que acabo de hacer con ustedes, ustedes me llama Maestro y Señor, y tienen razón porque lo soy;  y si yo que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros, les he dado el ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes (del evangelio de Juan capítulo 13) ustedes también deben lavarse los pies los unos a los otros,  no es una “si les parece, si tienen tiempo, si están dispuestos”, sino “les he dado el ejemplo para que hagan lo mismo”, esto es la solidaridad, esto es la fraternidad, esto es ponernos en la necesidad del otro, esto es salir de nosotros mismos, de mirarnos a nosotros mismos, de buscar nuestro propio gozo, nuestra propia felicidad, nuestro propio bienestar, nuestro propio éxito para confiar en los otros; y esto es mandato, esto no es opción, este mandato de Jesús- el mandamiento de la Caridad-  que también celebramos en este día, nos mete en el don de la Eucaristía,  el jueves Santo recordamos la Santa Cena, la última cena de Jesús, el cual, con los dones del pan y el vino, y sus palabras “tomen y coman esto es mi cuerpo que será entregado, esta es mi sangre  derramada, ofrecida por ustedes”, tiene su continuidad en ser celebrada hoy, y hasta el último, día, por las palabras mismas de Jesús “hagan esto en memoria mía”, instituyendo el don del sacerdocio ministerial.

En el viernes santo entramos en un silencio respetuoso y hondo

No es un silencio que hiere sino un silencio que se solidariza, un silencio que es conversión, un silencio que es la certeza de un Dios que- muriendo en la cruz- se hizo pecado y, en nombre de cada uno, nos rescató, nos redimió y nos salvó.  La cruz es instrumento, sin duda, de dolor y mortificación, es una imagen que ciertamente, aquel que queremos y aquellos que queremos, cuando la padecen, cuando la abrazan o cuando toman la cruz;  nos da sentimientos de compasión. Pero, antes que nada, quisiera decirles que la cruz nos habla de un amor sin límites, volvemos a recordar “… tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo…”  y no hay amor más grande- dijo Jesús-  que el que da la vida por sus amigos. Él así nos llama, amigos. La cruz, más que un instrumento de tortura, es el monumento de amor sin reserva, ahí contemplamos que Jesús “nos amó hasta el extremo”

Entramos en este tiempo, que es como un gran retiro espiritual, días que no deben ser iguales, días que deben ser distintos, días que deben ser como esos pequeños retiros en la ciudad, mi familia, en el lugar habitual: darme un poco de tiempo para rezar un poco más, ejercer mayores gestos de caridad y solidaridad, pensar en los otros, mirarlos con un corazón compasivo y comprensivo para que- verdaderamente el Señor pase por mi vida, y mi vida sea una auténtica Pascua. Liberarnos del egoísmo y del pecado para nacer a una vida nueva. Esa vida nueva como respuesta a aquella propuesta de la Iglesia aquel miércoles de cenizas “conviértete y cree en el Evangelio”,  vivir de acuerdo a las enseñanzas del Evangelio y aquellas otras palabras “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, la muerte siempre nos marca la realidad,  la muerte de seres queridos, la muerte de amigos  e incluso, nuestros propias anuncios de la muerte cuando estamos o podemos estar enfermos, todo esto  nos recuerda nuestra finitud, pero también nos recuerda las verdad de Dios, que solo Él permanece eternamente, todos pasamos pero Él es eterno, Él no pasa nunca, Él es el que Es. 

El  Sábado de Gloria actualizamos el Antiguo Testamento

La liberación y la cercanía de un Pueblo que tuvo una alianza con Dios, “ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios”, esta maravillosa amistad de un Dios con cada uno, que se actualiza en esta nueva alianza con la muerte y resurrección de Jesús. El sábado de Gloria se nos invita a vivir con los signos de la luz, y dejamos iluminar por Jesús, luz que abraza, luz que quema, pero esa luz que da sentido, esa luz que purifica. Se nos invita a renovar nuestro bautismo, sabiendo que morimos al hombre viejo y- como bautizados-  somos hijos en el Hijo, hijos por el Hijo y nuestra relación con Dios, ya no es distante y lejano, sino que es un Dios que nos atrevemos a decirle, porque así nos enseñó Jesús, a decirle Padre.

En nuestras ciudades, en nuestros ambientes en que- a veces- muchas cosas parecen aparente fracaso, sin embargo, Dios sigue obrando, Dios sigue suscitando en nuestro propio corazón la llamada a la libertad, en nuestro propio corazón la llamada a vivir de acuerdo al Evangelio. Es posible tener una Patria Nueva, es posible vivir una patria de hermanos, es posible vivir la cultura del encuentro, de la fraternidad y la cultura de la vida. Es posible porque tenemos esperanza, porque la esperanza no defrauda. 

* Monseñor Santiago Olivera, Obispo para las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad de la República Argentina

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