Mons. Olivera | Renovemos nuestra vocación de ser soldados de Cristo, sabiendo que la lucha es fuerte, pero no estamos solos, el Espíritu Santo nos anima, nos sostiene y nos fortalece, así lo señalaba el Obispo Castrense de Argentina al compartir la Homilía, durante la celebración Eucarística, donde administró sacramento de Confirmación. Celebrada en la Catedral, San Juan Bosco, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut, en el mediodía del sábado 3 de diciembre, recordando que el Obispo arribaba en la jornada anterior (viernes 2), donde pudo reunirse con los Capellanes de la Región.
Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron, el Vicario Pastoral de la Diócesis y Capellán Mayor de GNA, Padre Jorge Massut y los Capellanes Castrenses, Padre Adrián Torres, Padre Claudio Raby, Padre José García y el Padre Juan José Kosteki. Participaron autoridades y efectivos del Ejército Argentino, Fuerza Aérea Argentina, recibieron el Sacramento de Confirmación Cadetes del Liceo Militar, Gral. Roca (LMGR) e hijos de efectivos de las Fuerzas Armadas presentes en la región.
En el comienzo de la celebración, Mons. Santiago, agradeció a su hermano de la Diócesis de Comodoro Rivadavia, Mons. Joaquín Gimeno Lahoz por facilitar la Catedral, además se refería a nuestra Diócesis Castrense, expresando, que es la única Diócesis personal, a ella se le confían los fieles de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas Federales de Seguridad y sus realidades, por lo tanto, en aquella región, comparte la asistencia espiritual con el territorio de la Iglesia Diocesana de Comodoro Rivadavia. En la Homilía, el Obispo decía, “es una alegría poder estar con la familia castrense, también con las autoridades militares, compartir con el Ejército Argentino y la Fuerza Área Argentina que son parte de nuestra misma Diócesis”.
Continuando, compartía, “los invito a que nos preparemos y aprovechemos todos, la posibilidad de renovar nuestro propio camino espiritual y de cercanía con Jesús. Los sacramentos, sin lugar a duda son esas gracias, esos signos sensibles pero eficaces de los regalos de Dios, de la presencia de Dios en nuestra vida”. Mons. Olivera, resaltó, “recién le preguntaba al Padre Adrián Torres, cuando me presentaba a los que se confirman, si estaban debidamente preparados, el Capellán ni dijo, <sí, están debidamente preparados>. Él dijo, algo que es muy importante, para que lo tengamos en cuenta, <ciertamente todos ellos, están bautizados, se han venido preparando>. Agregando además el Padre Adrián, <creo -como creemos en Dios-, que son dignos de recibir este santo sacramento>”.
Avanzando, Mons. Santiago señalaba, “el adherirse a Jesús, al Evangelio supone que hemos descubierto que Dios nos ama mucho. ¿Y uno podría preguntarse, de qué nos salva Dios? Estamos viviendo el tiempo que nos prepara para la Navidad, el Adviento, y la Navidad es este gran regalo que actualizamos celebrando lo que pasó hace más de dos mil años, que es un Dios que se hace carne.
Sin duda que nos prepara para la segunda venida, pero recordamos la alegría del Dios con nosotros, del Emmanuel, el Dios con nosotros hasta el fin de los tiempos. Dios que se hace carne, Dios que se abaja por nosotros los hombres y por nuestra salvación, Dios descendió del cielo”.
En otro tramo, el Obispo Castrense, preguntó, “¿Qué produjo en nosotros el bautismo? Es que fuimos hechos hijos de Dios, que se nos abrieron las puertas para gozar y crecer en amistad con Él, y los sacramentos son esas caricias para el camino espiritual.
La vida cristiana es adhesión al Evangelio, la vida cristiana es comunión con la Palabra de Dios, la vida cristiana es pensar, actuar, obrar, sentir como cristiano y no como pagano, es decir, no como, un no creyente. Tristemente descubrimos en nuestra cultura, en nuestras comunidades, en nuestras familias hay actitudes no cristianas”.
Entonces, afirmaba, “hoy es un día, en que podemos preguntarnos cada uno de nosotros, en este camino a la Navidad: ¿Yo, cómo vivo? ¿Vivo cómo cristiano? ¿Pienso como cristiano? ¿Amo como Dios ama a todos? ¿Pienso en la transparencia y en el perdón? ¿Cómo amo a mis enemigos? Porque Jesús dijo, <<amar a los que nos mana es no tener tanto mérito>>”.
En otro párrafo, Mons. Olivera recordó, “hoy hermanos nuestros van a recibir por primera vez la Comunión, una comunión que es completar la común unión con el Pan de la vida. Sacramento que, en cada Eucaristía, el Pan y el Vino que presentamos se convierte en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, (…). Jesús nos ha tomado a nosotros los sacerdotes, para en nombre suyo, en persona, como Cristo Cabeza, digamos, en el momento de la consagración, <<tomen y coman éste es mi Cuerpo>>; <<tomen y beban, está es mi Sangre>>, y al concluir, decimos, <<éste es el misterio de nuestra fe>>. Dirá Santo Tomás, <todos los sentidos los engañan, menos el oído>, porque parece un poco de pan y vino, sin embargo, el oído no engaña, (…)”.
Sobre esto último, el Obispo profundizaba diciendo, “para recibir a Jesús, nos preparamos y estamos en comunión con su Palabra, con su vida, con sus mandamientos, por eso nos confesamos. Por eso deseamos recuperar la gracia, cuando pecamos la gracia perdida por el pecado la recuperamos en el sacramento de la confesión, de la reconciliación, (…). Este misterio grande, el mismo Cuerpo de Jesús, presencia real que está en el Sagrario, y que tantas veces nos acercamos a reconocer, a agradecer, a alabar, adorar su presencia (…)”.
En otro tramo, compartía Mons. Santiago, “<<Que tu promesa se cumpla en nosotros>>, la promesa del Padre es, que envía al Espíritu Santo para que nos fortalezca, nos consuele, nos ayude a saborear las cosas de Dios, nos aconseje por los caminos de Dios, es el abogado, es el Paráclito, es quien nos protege y nos sostiene para ser testigos valientes. La Confirmación nos compromete a renovar el bautismo, por eso renunciamos al pecado y compartimos estar dispuestos a entregar nuestra propia vida si fuera necesario por el Evangelio”.
Profundizando, el Obispo señalaba, “en el ámbito castrense, han oído lo que significa ser un soldado, cuando yo era chico, se nos decía que el que se confirmaba era un solado de Cristo. Esto, implica lucha, esto implica preparación, orden, disciplina, obediencia, que linda esta figura que debemos recuperar, somos soldados, por lo tanto, dispuestos a la lucha, a la lucha desde el amor sin duda”.
Casi en el final Mons. Olivera compartía, “renovemos con mucha alegría nuestra vocación de ser soldados de Cristo, enviados, sabiendo que la lucha es fuerte, pero que no estamos solos, sino que el Espíritu Santo nos anima, nos sostiene y nos fortalece, aun cuando tengamos miedo o suframos persecución, cuando uno manifiesta que es creyente, y que a veces va de contramano a las propuestas del mundo”. Completando, pedía, “(…) renovemos en este nuevo 24 de diciembre y 25, día de la Navidad, la certeza de un Dios que nos amó tanto que se hizo carne, se hizo pequeño, se hizo uno de nosotros, para desandar el camino de Adán y Eva y recuperarnos la vida que no termina”.-
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