MONS. OLVIERA | Renovamos el propósito de responder al pedido de Señor y acoger la misión de seguir <sirviendo a los servidores de la Patria>, desde nuestra propia identidad de ministros

28 junio, 2024

MONS. OLVIERA | Renovamos el propósito de responder al pedido de Señor y acoger la misión de seguir <<sirviendo a los servidores de la Patria>>, desde nuestra propia identidad de ministros, así lo expresó el Obispo Castrense de Argentina al compartir la Homilía durante la celebración de la Santa Misa en acción de Gracias por el 67° Aniversario del Obispado Castrense de Argentina y el 41° Aniversario de la Consagración de la Iglesia Catedral Castrense, Stella Maris. Celebrada en la mañana del viernes 28 de junio, en la sede Episcopal, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, participaron fieles castrenses de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad.

Presidió la Santa Misa, Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina, concelebraron el encargado de negocios a.i. de la Nunciatura Apostólica, Mons. Daniele Liessi, Capellanes de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad. En la Homilía, decía Mons. Santiago, “conmemorar el 67° aniversario de la creación del Vicariato Castrense, hoy Obispado, nos da la posibilidad de detenernos y, haciendo una mirada reflexiva del tiempo transcurrido, poder reconocer los motivos de gratitud y los desafíos que se nos presentan. También recordamos que un día como hoy, de hace 41 años, el entonces Nuncio Apostólico en la Argentina Monseñor Ubaldo Calabresi consagraba este templo Catedral”.

Continuando, decía el Obispo, “para nuestra Iglesia Castrense este día es celebrado como fiesta y para nuestra Iglesia catedral como verdadera solemnidad. Pero la Palabra que hemos proclamado he querido que sea la misma que corresponde a este día porque nos habla de la fe. Y es en la fe donde debemos ahondar y profundizar, es la fe que con nuestros actos debemos manifestar”. Seguidamente citaba Mons. Olivera, “hay un libro del querido obispo, monseñor Justo Laguna titulado “Luces y sombras de la Iglesia que amo”, ya el título dice mucho, pero destaco del libro: <<La Iglesia es, por excelencia, la presencia del Reino de Dios aquí y ahora en este mundo, donde crecen juntos trigo y cizaña, y donde sale el sol sobre justos y pecadores[1]>>”.

En otro párrafo, Mons. Santiago reflexionaba, “de esos frutos buenos, del trigo que resplandece y alimenta el espíritu, puedo citar dos, de los tantos que podríamos nombrar: el siervo de Dios Coronel Argentino del Valle Larrabure, hombre de fe y de palabra, que amó a Dios y a la Patria hasta el fin entregando y derramando su sangre por encarnar el Evangelio, amando aún a los que le hacían mal, a sus “enemigos” y el venerable siervo de Dios Enrique Shaw- oficial de la Armada-, esposo y padre de una numerosa familia, luego empresario ejemplar, con auténtica vocación de servicio trabajando por el desarrollo y dignidad de sus empleados y obreros”.

Avanzando, el Obispo señalaba, “la figura de estos hombres grandes y testigos valientes de la fe, nos animan en el camino y misión recibida del Jesús. Nos suscitan una gratitud inmensa al Señor que- como buen capitán- guía la barca de su Iglesia por el extenso territorio de nuestra nación y más allá de sus fronteras, donde- como Iglesia castrense- estamos presentes.

Pero también nos toca asumir y “darnos por aludidos”, tomando las noticias recientes y que involucran a miembros de nuestras Fuerzas, como el caso que nos conmociona del pequeño Loan de Corrientes, donde un miembro retirado de la Armada se encuentra detenido; o la insistencia en los mal llamados “bautismos” de finalización de estudios y cursos que atentan contra la salud y la vida de varios jóvenes, no hace mucho lamentábamos la muerte de uno de ellos, a causa de estas prácticas-. Practicas respaldadas por el “siempre se hizo así”, como también lamentablemente hemos visto la clara “cosificación” de la mujer en el “festejo” del día del padre, cuyos videos se han hecho “virales”, mostrando una realidad desafiante, no solo de las Fuerzas, sino también en nuestra misión evangelizadora. ¿Hasta dónde cala hondo el evangelio?

Antes de concluir la Homilía, el Obispo compartió, “(…) porque nos sabemos enviados y con la presencia de un Superior Mayor, cuyas palabras consuelan y fortalecen, acatamos ese mandato del amor, como una orden de vida que da vida y esperanza, es el Señor Jesús que nos vuelve a decir: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt. 28, 19- 20). Transitando el Año Diocesano de la Fe, primer año del trienio preparatorio al Año Jubilar del 2027, renovamos el propósito de responder al pedido de Señor y acoger-con un corazón renovado y confiado- la misión de seguir “sirviendo a los servidores de la Patria”, desde nuestra propia identidad de ministros”.

A continuación, compartimos en forma completa la Homilía de Mons. Santiago Olivera Obispo Castrense de Argentina:

Misa del 28 de junio de 2024

Catedral Stella Maris

Evangelio San Mateo 8, 1-4

“Con gratitud y desafíos, anunciando el Evangelio, entre los hombres y mujeres con vocación de custodiar y entregar la vida por la Patria y su gente, como centinelas de la paz”

            Conmemorar el 67° aniversario de la creación del Vicariato Castrense, hoy Obispado, nos da la posibilidad de detenernos y, haciendo una mirada reflexiva del tiempo transcurrido, poder reconocer los motivos de gratitud y los desafíos que se nos presentan.

             También recordamos que un día como hoy, de hace 41 años, el entonces Nuncio Apostólico en la Argentina Monseñor Ubaldo Calabresi consagraba este templo Catedral. El templo es el espacio que invita al recogimiento y a la oración, es el lugar que nos recuerda que cada uno es “piedra viva” de la edificación de un edificio espiritual. Esta casa de Dios también nos habla de identidad y de pertenencia. La Iglesia visible simboliza la casa paterna hacia la cual el pueblo de Dios está en marcha. Para nuestra Iglesia Castrense este día es celebrado como fiesta y para nuestra Iglesia catedral como verdadera solemnidad. Pero la Palabra que hemos proclamado he querido que sea la misma que corresponde a este día porque nos habla de la fe. Y es en la fe donde debemos ahondar y profundizar, es la fe que con nuestros actos debemos manifestar.  El enfermo de lepra se acerca confiado: “Señor, si quieres puedes purificarme” Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: ¡Quiero, queda limpio!, en el instante se curó. Dialogaron, el enfermo se arrodilló confiado creyendo en el poder de Jesús, tenía fe. El milagro sucedió por la fe de este enfermo de lepra, pero también, lo sabemos por los Evangelios los milagros, las acciones extraordinarias de Jesús confirman y afianzan nuestra fe. Así debemos acercarnos al Señor, con la fe y por la fe debemos encarar el desafío de cada día, por y con la fe sabemos de las cosas extraordinarias que el Señor puede hacer en cada uno de nosotros.

            Hay un libro del querido obispo, monseñor Justo Laguna titulado “Luces y sombras de la Iglesia que amo”, ya el título dice mucho, pero destaco del libro:

“La Iglesia es, por excelencia,  la presencia del Reino de Dios

aquí y ahora en este mundo, donde crecen juntos trigo y cizaña, y  

donde sale el sol sobre justos y pecadores”[2]

            Tomando las palabras del obispo, nuestra misión- como obispado castrense- común al de toda la Iglesia, ha tenido frutos evangélicos claros en muchos de sus miembros, también los hay “ocultos”- cuya revelación las tendremos en el Cielo- y aquellos que Dios, en su Providencia, ha querido darnos a conocer desde ahora.

            De esos frutos buenos, del trigo que resplandece y alimenta el espíritu, puedo citar dos, de los tantos que podríamos nombrar: el siervo de Dios Coronel Argentino del Valle Larrabure, hombre de fe y de palabra, que amó a Dios y a la Patria hasta el fin entregando y derramando su sangre por encarnar el Evangelio, amando aún a los que le hacían mal, a sus “enemigos” y el venerable siervo de Dios Enrique Shaw- oficial de la Armada-, esposo y padre de una numerosa familia, luego empresario ejemplar, con auténtica vocación de servicio trabajando por el desarrollo y dignidad de sus empleados y obreros. Hombres formados en nuestras filas y que- camino en el proceso de canonización- son figuras claras de ese Reino que la Iglesia está llamada a anunciar y ser presencia. Serían parte de la “Luces de la Iglesia”, que destaca monseñor Laguna en su libro.

            La figura de estos hombres grandes y testigos valientes de la fe, nos animan en el camino y misión recibida del Jesús. Nos suscitan una gratitud inmensa al Señor que- como buen capitán- guía la barca de su Iglesia por el extenso territorio de nuestra nación y más allá de sus fronteras, donde- como Iglesia castrense- estamos presentes.

            Pero también nos toca asumir y “darnos por aludidos”, tomando las noticias recientes y que involucran a miembros de nuestras Fuerzas, como el caso que nos conmociona del pequeño Loan de Corrientes, donde un miembro retirado de la Armada se encuentra detenido; o la insistencia en los mal llamados “bautismos” de finalización de estudios y cursos que atentan contra la salud y la vida de varios jóvenes, no hace mucho lamentábamos la muerte de uno de ellos, a causa de estas prácticas-. Practicas respaldadas por el “siempre se hizo así”, como también lamentablemente hemos visto la clara “cosificación” de la mujer en el “festejo” del día del padre, cuyos videos se han hecho “virales”, mostrando una realidad desafiante, no solo de las Fuerzas, sino también en nuestra misión evangelizadora. ¿Hasta dónde cala hondo el evangelio? ¿Qué incidencia tiene la fe en la vida de cada uno de ellos? Estas son realidades que han salido a la luz, pero si existen estas, posiblemente existan otras que distan mucho de los valores con los cuales son formados los hombres y mujeres con vocación de custodiar la Patria, de ser centinelas de la paz.

 Estamos transitando en nuestro jubileo como Iglesia castrense para celebrar los 70 años el año de la fe y lo unimos a la convocatoria hacia el próximo jubileo universal convocado por nuestro Santo Padre Francisco, en el año de la oración. Nosotros como Iglesia personal y peculiar, llamados a estar allí donde están nuestros fieles, esto es el pueblo que se nos confía, debemos renovarnos y preguntarnos hasta dónde llega el anuncio del Evangelio, ¿hasta dónde cala hondo preguntaba más adelante? Es un apasionante desafío, anunciar la buena nueva y que verdaderamente se encarne en valores que hacen vivir la cultura del amor, del respeto, de los valores que más de una vez se proclaman en nuestras fuerzas y los sabemos verdaderos deseos.

 Por el peculiar modo de vida, por los desarraigos y por la posibilidad cierta de dar literalmente la vida, es que nuestra Iglesia castrense tiene razón de ser. La vida interior encarnada, la oración que nos centra y hace ver los caminos que debemos transitar nos fortalece e ilumina.

            Como les compartía, no podemos “mirar” para otro lado. Como Iglesia, nos incentiva la vida de tantos hombres y mujeres que, también hoy, forman parte de nuestras Fuerzas y quieren y viven con los valores de la fe y del ideario de cada una de ellas.

            Miramos con gratitud el buen trigo, cuyas espigas resplandecen en lo pequeño de cada día y alimentan con una comida que no pasa y que perdura en el tiempo. Que da cimientos sólidos y animan en la esperanza de saber que “lo bueno” es posible y trabajar por ello vale la pena.

Sabemos y conocemos que muchos de nuestros fieles y sus familias sufren injusticias, también nos sentimos cerca de ellos. Y confiamos que la justicia “largamente esperada” se haga realidad pronto en nuestros tiempos nuevos.

            Nos desafía lo otro y a la vez, no nos desanima ni desalienta, por el contrario, porque nos sabemos enviados y con la presencia de un Superior Mayor, cuyas palabras  consuelan y fortalecen, acatamos ese mandato del amor, como una orden de vida que da vida y esperanza,  es el Señor Jesús que nos vuelve a decir:

            Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia”  (Mt. 28, 19- 20)

            Transitando el Año Diocesano de la Fe, primer año del trienio preparatorio al Año Jubilar del 2027, renovamos el propósito de responder al pedido de Señor y acoger-con un corazón renovado y confiado- la misión de seguir “sirviendo a los servidores de la Patria”, desde nuestra propia identidad de ministros.

Que María, nuestra Madre, bajo las distintas advocaciones de cada fuerza como la Virgen de Luján, de la Merced, de Loreto, de Stella Maris y del Buen Viaje nos anime, renueve y consuele en la apasionante aventura de Anunciar con la Palabra y con la Vida el Evangelio de su amado Hijo Jesús.

CELEBRACIÓN.-


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