Papa Francisco | Abrámonos a la luz de Jesús, Él es amor, Él es vida sin fin, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora de Roma), Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunía con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
Esto nos decía Su Santidad, “el Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta el episodio de la Transfiguración de Jesús (cf. Mc 9, 2-10). Después de anunciar su pasión a los discípulos, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, sube a un monte alto y allí se manifiesta físicamente en toda su luz. Así les revela el sentido de lo que habían vivido juntos hasta ese momento. La predicación del Reino, el perdón de los pecados, las curaciones y los signos realizados eran en realidad chispas de una luz mayor: la luz de Jesús, la luz que es Jesús”.
Continuando, el Papa nos pedía, “hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la luz de Jesús! Él es amor, Él es vida sin fin. A lo largo de los caminos, a veces tortuosos, de la existencia, busquemos su rostro, lleno de misericordia, de fidelidad, de esperanza. La oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos nos ayudan a ello. La oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos nos ayudan a mantener la mirada fija en Jesús”.
Finalmente, el Pontífice nos preguntó: “(…) en mi camino, ¿mantengo la mirada fija en Cristo que me acompaña? Y al hacerlo, ¿doy espacio al silencio, a la oración, a la adoración? Por último, ¿busco cada pequeño rayo de luz de Jesús, que se refleja en mí y en cada hermano y hermana que encuentro? ¿Y me acuerdo de dar gracias al Señor por ello?”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta el episodio de la Transfiguración de Jesús (cf. Mc 9, 2-10).
Después de anunciar su pasión a los discípulos, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, sube a un monte alto y allí se manifiesta físicamente en toda su luz. Así les revela el sentido de lo que habían vivido juntos hasta ese momento. La predicación del Reino, el perdón de los pecados, las curaciones y los signos realizados eran en realidad chispas de una luz mayor: la luz de Jesús, la luz que es Jesús. Y de esta luz los discípulos no deben apartar nunca más los ojos, sobre todo en los momentos de prueba, como los que se acercan ahora de la Pasión.
Este es el mensaje: no apartar nunca los ojos de la luz de Jesús. Un poco como hacían antiguamente los campesinos que, al arar los campos, centraban la mirada en un punto preciso que tenían delante y, manteniendo los ojos fijos en la meta, trazaban surcos rectos. Esto es lo que estamos llamados a hacer los cristianos en el camino de la vida: tener siempre ante los ojos el rostro resplandeciente de Jesús, no apartar nunca la mirada de Jesús.
Hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la luz de Jesús! Él es amor, Él es vida sin fin. A lo largo de los caminos, a veces tortuosos, de la existencia, busquemos su rostro, lleno de misericordia, de fidelidad, de esperanza. La oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos nos ayudan a ello. La oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos nos ayudan a mantener la mirada fija en Jesús. Y éste es un buen propósito para la Cuaresma: cultivar miradas abiertas, convertirnos en «buscadores de la luz», buscadores de la luz de Jesús en la oración y en las personas.
Preguntémonos, pues: en mi camino, ¿mantengo la mirada fija en Cristo que me acompaña? Y al hacerlo, ¿doy espacio al silencio, a la oración, a la adoración? Por último, ¿busco cada pequeño rayo de luz de Jesús, que se refleja en mí y en cada hermano y hermana que encuentro? ¿Y me acuerdo de dar gracias al Señor por ello?
Que María, resplandeciente de la luz de Dios, nos ayude a mantener la mirada fija en Jesús y a mirarnos los unos a los otros con confianza y amor.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
Ayer, 24 de febrero, recordamos con dolor el segundo aniversario del comienzo de la guerra a gran escala en Ucrania. ¡Tantas víctimas, heridos, destrucción, angustia, lágrimas en un período que se está haciendo terriblemente largo y cuyo final aún no se vislumbra! Es una guerra que no sólo está devastando esa región de Europa, sino que está desatando una ola mundial de miedo y odio. Al tiempo que renuevo mi más profundo afecto por el atormentado pueblo ucraniano y rezo por todos, especialmente por las numerosas víctimas inocentes, abogo por el restablecimiento de esa pizca de humanidad que cree las condiciones para una solución diplomática en busca de una paz justa y duradera. Y, hermanos y hermanas, ¡no nos olvidemos de rezar por Palestina, por Israel y por los numerosos pueblos devastados por la guerra, y de ayudar concretamente a los que sufren! Pensemos en tanto sufrimiento, pensemos en los niños heridos e inocentes.
Sigo con preocupación el aumento de la violencia en la parte oriental de la República Democrática del Congo. Me uno al llamamiento de los Obispos a rezar por la paz, esperando el fin de los combates y la búsqueda de un diálogo sincero y constructivo.
Los secuestros, cada vez más frecuentes en Nigeria, son motivo de preocupación. Expreso mi cercanía en la oración al pueblo nigeriano, esperando que se hagan esfuerzos para frenar en lo posible la difusión de estos episodios.
También estoy cerca del pueblo de Mongolia, azotado por una ola de frío intenso, que está teniendo graves consecuencias humanitarias. Este fenómeno extremo es también un signo del cambio climático y de sus efectos. La crisis climática es un problema social global, que afecta profundamente a la vida de muchos hermanos y hermanas, sobre todo de los más vulnerables: recemos por opciones sabias y valientes para contribuir al cuidado de la creación.
Os saludo a vosotros, fieles de Roma y de diversas partes del mundo, de modo especial a los peregrinos de Jaén (España), a los jóvenes greco-católicos rumanos de París, a las Comunidades Neocatecumenales de Polonia, Rumanía e Italia.
Saludo al Pontificio Seminario Interregional Campano de Posillipo, a la Secretaría del Foro Internacional de Acción Católica, a los Scouts de Paliano y a los candidatos a la Confirmación de Lastra Signa, Torre Maina y Gorzano.
Saludo también a la Federación Italiana de Enfermedades Raras, al Círculo Cultural «Reggio Ricama», a los miembros del Movimiento No Violento y a los voluntarios de la Asociación N.O.E.T.A.
Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.
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