PAPA FRANCISCO | El Señor pone en nosotros las semillas de su Palabra y de su gracia, semillas buenas y abundantes, y luego, sin dejar de acompañarnos, espera pacientemente, así lo expresaba Su Santidad al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora Roma), el Santo Padre Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se encontró con los fieles y peregrinos reunidos en Plaza San Pedro.
En sus palabras, el Papa nos decía, “hoy el Evangelio de la liturgia nos habla del Reino de Dios a través de la imagen de la semilla (cf. Mc 4,26-34). Jesús utiliza varias veces este símil (cf. Mt 13,1-23; Mc 4,1-20; Lc 8,4-15), y hoy lo hace invitándonos a reflexionar en particular sobre una actitud importante relacionada con la imagen de la semilla, y la actitud es la espera confiada. En efecto, en la siembra, por muy buena y abundante que sea la semilla que esparce el agricultor, y por muy bien que prepare la tierra, las plantas no brotan inmediatamente: ¡se necesita tiempo y paciencia!”
Continuando, señaló, “debajo de la tierra ya se está produciendo el milagro (cf. v. 27), hay un gran desarrollo, pero es invisible, se necesita paciencia y, mientras tanto, hay que seguir cuidando los terrones, regándolos y manteniéndolos limpios, a pesar de que en la superficie parezca que no ocurre nada. El Reino de Dios también es así. El Señor pone en nosotros las semillas de su Palabra y de su gracia, semillas buenas y abundantes, y luego, sin dejar de acompañarnos, espera pacientemente. El Señor sigue cuidando de nosotros, con la confianza de un Padre, pero nos da tiempo -el Señor es paciente- para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras”.
Agregando, el Papa compartió, “y no sólo eso. Al hacerlo, el Señor nos da un ejemplo: nos enseña también a sembrar el Evangelio con confianza allí donde estamos, y luego a esperar que la semilla sembrada crezca y dé fruto en nosotros y en los demás, (…). Completando, nos preguntó: “¿dejo que la Palabra siembre en mí? ¿Siembro a mi vez con confianza la Palabra de Dios en los ambientes en los que vivo?”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
Hoy el Evangelio de la liturgia nos habla del Reino de Dios a través de la imagen de la semilla (cf. Mc 4,26-34). Jesús utiliza varias veces este símil (cf. Mt 13,1-23; Mc 4,1-20; Lc 8,4-15), y hoy lo hace invitándonos a reflexionar en particular sobre una actitud importante relacionada con la imagen de la semilla, y la actitud es la espera confiada.
En efecto, en la siembra, por muy buena y abundante que sea la semilla que esparce el agricultor, y por muy bien que prepare la tierra, las plantas no brotan inmediatamente: ¡se necesita tiempo y paciencia! Por eso es necesario que, después de sembrar, sepa esperar con confianza, para dejar que las semillas se abran en el momento oportuno y los brotes broten de la tierra y crezcan, con fuerza suficiente para asegurar, al final, una cosecha abundante (cf. vv. 28-29). Debajo de la tierra ya se está produciendo el milagro (cf. v. 27), hay un gran desarrollo, pero es invisible, se necesita paciencia y, mientras tanto, hay que seguir cuidando los terrones, regándolos y manteniéndolos limpios, a pesar de que en la superficie parezca que no ocurre nada.
El Reino de Dios también es así. El Señor pone en nosotros las semillas de su Palabra y de su gracia, semillas buenas y abundantes, y luego, sin dejar de acompañarnos, espera pacientemente. El Señor sigue cuidando de nosotros, con la confianza de un Padre, pero nos da tiempo -el Señor es paciente- para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras. Y esto porque quiere que nada se pierda en su campo, que todo llegue a la plena madurez; quiere que todos podamos crecer como espigas.
Y no sólo eso. Al hacerlo, el Señor nos da un ejemplo: nos enseña también a sembrar el Evangelio con confianza allí donde estamos, y luego a esperar que la semilla sembrada crezca y dé fruto en nosotros y en los demás, sin desanimarnos y sin dejar de apoyarnos y ayudarnos unos a otros incluso allí donde, a pesar de nuestros esfuerzos, no parece que veamos resultados inmediatos. De hecho, a menudo, incluso entre nosotros, más allá de las apariencias, el milagro ya está en marcha y, a su debido tiempo, dará frutos abundantes.
Así que podemos preguntarnos: ¿dejo que la Palabra siembre en mí? ¿Siembro a mi vez con confianza la Palabra de Dios en los ambientes en los que vivo? ¿Soy paciente en la espera, o me desanimo porque no veo resultados inmediatamente? ¿Y soy capaz de confiarlo todo serenamente al Señor, mientras hago todo lo posible por anunciar el Evangelio?
Que la Virgen María, que acogió e hizo crecer en sí misma la semilla de la Palabra, nos ayude a ser sembradores generosos y confiados del Evangelio.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
ayer, en Cracovia, fue beatificado Miguel Rapacz, sacerdote y mártir, pastor según el corazón de Cristo, testigo fiel y generoso del Evangelio, que experimentó tanto la persecución nazi como la soviética, y respondió con el don de su vida. ¡Aplaudamos al nuevo beato!
Siguen llegando noticias dolorosas de enfrentamientos y masacres en la parte oriental de la República Democrática del Congo. Hago un llamamiento a las autoridades nacionales y a la comunidad internacional para que hagan todo lo posible para detener la violencia y salvaguardar la vida de los civiles. Entre las víctimas, muchos son cristianos asesinados in odium fidei. Son mártires. Su sacrificio es una semilla que germina y da fruto, y nos enseña a dar testimonio del Evangelio con valentía y coherencia.
No dejemos de rezar por la paz en Ucrania, en Tierra Santa, en Sudán, en Myanmar y dondequiera que haya pueblos que sufren la guerra.
Os saludo a todos, romanos y peregrinos. En particular, saludo a los fieles del Líbano, Egipto y España; a los estudiantes de la «London Oratory School»; a los de la diócesis de Opole, en Polonia, y a los de Budapest-Albertfalva; a los participantes en el Foro europeo de laicos, sobre el tema «Fe, arte y sinodalidad»; y al grupo de madres de la comunidad católica congoleña de Roma. ¡Estas madres cantan bien! Me encantaría oírlas cantar de nuevo.
Saludo a los fieles de Carini, Catania, Siracusa y Mesina; a los chicos de Comunión y Confirmación de Mestrino, a los chicos de Confirmación de Castelsardo (Sassari), Bolgare (Bérgamo) y Camin (Padua); y, por último, un pensamiento de gratitud a los donantes de sangre, que acaban de celebrar su Fiesta Nacional.
Os saludo a todos y os deseo un buen domingo. No olviden rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!
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