PAPA FRANCISCO | El verdadero poder es cuidar de los más débiles, eso te hace grande, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración mariana del Ángelus. Antes del mediodía Su Santidad Francisco se presentó en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunía con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
El Papa nos decía, “(…) el Evangelio de la liturgia (Mc 9,30-37) nos habla de Jesús anunciando lo que sucederá en la culminación de su vida: «El Hijo del hombre -dice Jesús- es entregado en manos de los hombres y lo matarán, pero después de tres días resucitará» (v. 31)”.
Agregando, continuó, “los discípulos, sin embargo, mientras siguen al Maestro, tienen otra cosa en la cabeza y también en los labios. Cuando Jesús les pregunta de qué hablaban, no responden”.
Continuando, señalaba, “(…) este silencio: los discípulos callan porque estaban discutiendo sobre quién era el más grande (cf. v. 34). Callan por vergüenza. ¡Qué contraste con las palabras del Señor! Mientras Jesús les confiaba el sentido de sus vidas, ellos hablaban de poder”.
En otro párrafo, el Pontífice añadía, “(…) Jesús responde abiertamente a las palabras susurradas por el camino: «El que quiera ser el primero, que sea el último» (cf. v. 35). ¿Quieres ser grande? Hazte pequeño, ponte al servicio de todos.
Con una palabra tan sencilla como decisiva, Jesús renueva nuestro estilo de vida. Nos enseña que el verdadero poder no reside en el dominio del más fuerte, sino en el cuidado de los más débiles. El verdadero poder es cuidar de los más débiles, ¡eso te hace grande!”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
Hoy el Evangelio de la liturgia (Mc 9,30-37) nos habla de Jesús anunciando lo que sucederá en la culminación de su vida: «El Hijo del hombre -dice Jesús- es entregado en manos de los hombres y lo matarán, pero después de tres días resucitará» (v. 31). Los discípulos, sin embargo, mientras siguen al Maestro, tienen otra cosa en la cabeza y también en los labios. Cuando Jesús les pregunta de qué hablaban, no responden.
Prestemos atención a este silencio: los discípulos callan porque estaban discutiendo sobre quién era el más grande (cf. v. 34). Callan por vergüenza. ¡Qué contraste con las palabras del Señor! Mientras Jesús les confiaba el sentido de sus vidas, ellos hablaban de poder. Así que ahora la vergüenza les cierra la boca, como antes el orgullo les había cerrado el corazón. Sin embargo, Jesús responde abiertamente a las palabras susurradas por el camino: «El que quiera ser el primero, que sea el último» (cf. v. 35). ¿Quieres ser grande? Hazte pequeño, ponte al servicio de todos.
Con una palabra tan sencilla como decisiva, Jesús renueva nuestro estilo de vida. Nos enseña que el verdadero poder no reside en el dominio del más fuerte, sino en el cuidado de los más débiles. El verdadero poder es cuidar de los más débiles, ¡eso te hace grande!
Por eso el Maestro llama a un niño, lo pone en medio de los discípulos y lo abraza, diciendo: «Quien acoge a uno de estos niños en mi nombre, me acoge a mí» (v. 37). El niño no tiene poder: el niño tiene necesidad. Cuando cuidamos del hombre, reconocemos que el hombre está siempre necesitado de vida.
Nosotros, todos nosotros, estamos vivos porque hemos sido acogidos, pero el poder nos hace olvidar esta verdad. ¡Estás vivo porque has sido acogido! Entonces nos convertimos en gobernantes, no en servidores, y los primeros en sufrir son los últimos: los pequeños, los débiles, los pobres.
Hermanos y hermanas, ¡cuántas personas, cuántas, sufren y mueren a causa de las luchas de poder! Son vidas que el mundo rechaza, como rechazó Jesús, los que son excluidos y mueren… Cuando fue entregado en manos de los hombres, no encontró un abrazo, sino una cruz. Sin embargo, el Evangelio sigue siendo una palabra viva y esperanzadora: ¡El que fue rechazado, ha resucitado, es el Señor!
Ahora, en este hermoso domingo, podemos preguntarnos: ¿puedo reconocer el rostro de Jesús en los más pequeños? ¿Cuido de mi prójimo, sirviendo con generosidad? ¿Y doy las gracias a los que cuidan de mí?
Oremos juntos a María, para que seamos como ella, libres de vanagloria y prontos en el servicio.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
He sabido con dolor que ha sido asesinado Juan Antonio López, delegado de la Palabra de Dios, coordinador de la pastoral social de la diócesis de Trujillo y miembro fundador de la pastoral de ecología integral en Honduras. Me uno al luto de esa Iglesia y a la condena de toda forma de violencia. Estoy cerca de quienes ven pisoteados sus derechos elementales y de quienes trabajan por el bien común en respuesta al clamor de los pobres y de la tierra.
Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de muchos países. En particular, saludo a los ecuatorianos residentes en Roma que celebran a Nuestra Señora de Cisne. Saludo a la Coral «Teresa Enríquez de Torrijos» de Toledo, al grupo de familias y niños de Eslovaquia y a los fieles de México.
Saludo a los participantes en la marcha de sensibilización sobre las condiciones de los presos. Debemos trabajar para que los presos estén en condiciones de dignidad. Todos podemos cometer errores. Estar detenido es reanudar después una vida honesta. Saludo a la delegación que vino para el Día de los Enfermos de Ataxia, y a la Asociación «La Palma» de Castagnola di Massa.
Hermanos y hermanas, sigamos rezando por la paz. Desgraciadamente, las tensiones son altas en los frentes de guerra. Que se oiga la voz de los pueblos que piden la paz. No olvidemos a la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar, tantos países que están en guerra. Recemos por la paz.
Deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!
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