PAPA FRANCISCO | Es un momento hermoso el de la Comunión, que nos enseña a vivir cada gesto de amor como un don de gracia, tanto para el que lo da como para el que lo recibe

28 julio, 2024

PAPA FRANCISCO | Es un momento hermoso el de la Comunión, que nos enseña a vivir cada gesto de amor como un don de gracia, tanto para el que lo da como para el que lo recibe, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy, Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde se reunió con fieles y peregrinos que lo aguardaban en Plaza San Pedro.

En esta oportunidad, el Santo Padre dijo, “hoy el Evangelio de la liturgia nos habla del milagro de los panes y los peces (cf. Jn 6,1-15). Un milagro, es decir, un «signo», cuyos protagonistas realizan tres gestos que Jesús repetirá en la Última Cena”.

Continuando, señaló, “primero: ofrecer. El Evangelio habla de un muchacho que tiene cinco panes y dos peces (cf. Jn 6,9). Es el gesto por el que reconocemos que tenemos algo bueno que dar, y decimos nuestro «sí», aunque lo que tengamos sea demasiado poco en comparación con lo que se necesita”.

Más adelante, agregó el Papa, “(…) el segundo gesto: dar gracias (cf. Jn 6,11). El primer gesto es ofrecer, el segundo es dar gracias. Es decir, decir al Señor con humildad, pero también con alegría: «Todo lo que tengo es don tuyo, Señor, y para agradecértelo sólo puedo devolverte lo que tú me diste primero, junto con tu Hijo Jesucristo, añadiendo lo que pueda». Cada uno de nosotros puede añadir algo”.

Completando, el Pontífice se refirió tercero de los gestos: compartir, esto nos decía de él, “en la Misa es la Comunión, cuando juntos nos acercamos al altar para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo: el fruto del don de cada uno transformado por el Señor en alimento para todos. Es un momento hermoso, el de la Comunión, que nos enseña a vivir cada gesto de amor como un don de gracia, tanto para el que lo da como para el que lo recibe”.

Finalmente, preguntó: “¿creo realmente, por la gracia de Dios, que tengo algo único que dar a mis hermanos y hermanas, o me siento anónimamente «uno entre muchos»? ¿Soy protagonista de un bien que dar?”

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

Hoy el Evangelio de la liturgia nos habla del milagro de los panes y los peces (cf. Jn 6,1-15). Un milagro, es decir, un «signo», cuyos protagonistas realizan tres gestos que Jesús repetirá en la Última Cena. ¿Cuáles son esos gestos? Ofrecer, dar gracias y compartir.

Primero: ofrecer. El Evangelio habla de un muchacho que tiene cinco panes y dos peces (cf. Jn 6,9). Es el gesto por el que reconocemos que tenemos algo bueno que dar, y decimos nuestro «sí», aunque lo que tengamos sea demasiado poco en comparación con lo que se necesita. Esto se acentúa, en la Misa, cuando el sacerdote ofrece el pan y el vino en el altar, y cada uno se ofrece a sí mismo, su propia vida. Es un gesto que puede parecer poco, si pensamos en las inmensas necesidades de la humanidad, como los cinco panes y los dos peces ante una multitud de miles; pero Dios lo convierte en el material del mayor milagro que existe: aquel en el que Él mismo se hace presente en medio de nosotros, para la salvación del mundo.

Así entendemos el segundo gesto: dar gracias (cf. Jn 6,11). El primer gesto es ofrecer, el segundo es dar gracias. Es decir, decir al Señor con humildad, pero también con alegría: «Todo lo que tengo es don tuyo, Señor, y para agradecértelo sólo puedo devolverte lo que tú me diste primero, junto con tu Hijo Jesucristo, añadiendo lo que pueda». Cada uno de nosotros puede añadir algo. ¿Qué puedo dar yo al Señor? ¿Qué puede dar el pequeño? El amor de los pobres. Decir: ‘Señor, te amo’. Nosotros los pobres: ¡nuestro amor es tan pequeño! Pero podemos dárselo al Señor, el Señor lo acepta.

Ofrecer, dar gracias, y el tercer gesto es compartir. En la Misa es la Comunión, cuando juntos nos acercamos al altar para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo: el fruto del don de cada uno transformado por el Señor en alimento para todos. Es un momento hermoso, el de la Comunión, que nos enseña a vivir cada gesto de amor como un don de gracia, tanto para el que lo da como para el que lo recibe.

Hermanos, hermanas, preguntémonos: ¿creo realmente, por la gracia de Dios, que tengo algo único que dar a mis hermanos y hermanas, o me siento anónimamente «uno entre muchos»? ¿Soy protagonista de un bien que dar? ¿Estoy agradecido al Señor por los dones con los que me manifiesta continuamente su amor? ¿Vivo el compartir con los demás como un momento de encuentro y enriquecimiento mutuo?

Que la Virgen María nos ayude a vivir con fe cada Celebración Eucarística, y a reconocer y gustar cada día los «milagros» de la gracia de Dios.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Aseguro mis oraciones por las víctimas del gran corrimiento de tierras que arrasó una aldea del sur de Etiopía. Estoy cerca de esa población tan probada y de quienes están llevando socorro.

Y mientras hay tanta gente en el mundo que sufre calamidades y hambre, se siguen construyendo y vendiendo armas y quemando recursos, alimentando guerras grandes y pequeñas. Esto es un escándalo que la comunidad internacional no debe tolerar, y contradice el espíritu de fraternidad de los Juegos Olímpicos que acaban de comenzar. No lo olvidemos, hermanos y hermanas: ¡la guerra es la derrota!

Hoy es el Día Mundial de los Abuelos y los Ancianos. El tema es «No me abandones en la vejez» (cf. Sal 71,9). En efecto, el abandono de los ancianos es una triste realidad a la que no debemos acostumbrarnos. Para muchos de ellos, especialmente en estos días de verano, la soledad corre el riesgo de convertirse en una carga difícil de soportar. La Jornada de hoy nos llama a escuchar la voz de los ancianos que dicen: «¡No me abandones!» y a responder: «¡No te abandonaré!». Fortalezcamos la alianza entre nietos y abuelos, entre jóvenes y mayores. ¡Digamos «no» a la soledad de los mayores! Nuestro futuro depende mucho de cómo abuelos y nietos aprendan a vivir juntos. ¡No olvidemos a los mayores! ¡Y un aplauso a todos los abuelos!

Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos venidos de diversas partes de Italia y del mundo. Saludo en particular a los participantes en el Congreso general de la Unión de apostolado católico; a los jóvenes de la Acción católica de Bolonia y a los de la Unidad pastoral Riviera del Po-Sermide, de la diócesis de Mantua; al grupo de jóvenes de 18 años de la diócesis de Verona; y a los animadores del Oratorio «Carlo Acutis» de Quartu Sant’Elena.

Saludo a todos los que participan en la clausura de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen en Trastevere: esta noche habrá una procesión de Nuestra Señora «fiumarola» por el Tíber. ¡Aprendamos de María, nuestra Madre, a practicar el Evangelio en la vida cotidiana! Había oído algunos cantos neocatecumenales… ¡Entonces me gustaría volver a oírlos!

Deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!

Abre el seminario diocesano castrense

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