Papa Francisco | Escuchar requiere tiempo, atención, apertura de mente y corazón

28 octubre, 2018

Papa Francisco | Escuchar requiere tiempo, atención, apertura de mente y corazón, la síntesis fue dicha por Su Santidad Francisco cuando se presentó desde la ventana del Palacio Apostólico, este medio día en ciudad del Vaticano. El Santo Padre, luego de celebrar la Santa Misa en la Basílica Vaticana, al concluir la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema “Jóvenes, fe y discernimiento vocacional”, se dirigió a los presentes, los peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro antes de recitar el Ángelus.

El Papa se refirió en primer lugar a la primera lectura de hoy, del profeta Jeremías (31: 7-9), allí dijo al respecto, “fue particularmente entonada en este momento, porque es una palabra de esperanza que Dios le da a su pueblo. Una palabra de consuelo, fundada en el hecho de que Dios es un padre para su pueblo, lo ama y lo trata como a un hijo (vea el versículo 9)”.

El Santo Padre también se refirió al Sínodo del Jóvenes, allí decía, “escuchar requiere tiempo, atención, apertura de mente y corazón (…)”. Agregando, “con esta actitud fundamental de escuchar, tratamos de leer la realidad, de captar los signos de nuestros tiempos (…)”.

Profundizando mucho más, el Santo Padre Francisco subrayó, “reunir voces y rostros de las realidades más variadas y así poder intentar una interpretación que tenga en cuenta la riqueza y complejidad de los fenómenos, siempre a la luz del Evangelio”. Explicándonos, “en estos días, discutimos cómo caminar juntos a través de muchos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y la sexualidad, el drama de las guerras y la violencia”.

Su Santidad declaró también, “los frutos de este trabajo ya están «fermentando», al igual que el jugo de uva en los barriles después de la cosecha. El Sínodo Juvenil fue una buena cosecha, y promete buen vino”. Señalando, “(…), el primer fruto de esta Asamblea sinodal debería ser precisamente el ejemplo de un método que hemos tratado de seguir, desde la fase preparatoria”.

Pero también nos advierte que más allá de todo, “(…), más que el documento, es importante que se extienda una forma de ser y trabajar juntos, jóvenes y viejos, en la escucha y el discernimiento, para alcanzar elecciones pastorales que respondan a la realidad”. Aclarándonos el Papa Francisco dijo, “para ello invocamos la intercesión de la Virgen María. A ella, que es la Madre de la Iglesia, confiamos la acción de gracias a Dios por el don de esta Asamblea sinodal”.

A continuación compartimos con ustedes la interpretación del italiano al castellano de Su Santidad Francisco del mensaje antes de recitar la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Pero no parece tan bueno! [está lloviendo y hay viento]

Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, celebramos la misa de clausura de la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada a los jóvenes. La primera lectura del profeta Jeremías (31: 7-9), fue particularmente entonada en este momento, porque es una palabra de esperanza que Dios le da a su pueblo. Una palabra de consuelo, fundada en el hecho de que Dios es un padre para su pueblo, lo ama y lo trata como a un hijo (vea el versículo 9); Abre ante él un horizonte del futuro, un camino accesible y practicable por el que «los ciegos y los lisiados, la mujer embarazada y la mujer en trabajo de parto» (v. 8), es decir, las personas en dificultad, pueden caminar. Porque la esperanza de Dios no es un espejismo, como ciertas publicidades donde todos están sanos y hermosos, pero es una promesa para personas reales, con fortalezas y debilidades, potencialidad y fragilidad, como todos nosotros: la esperanza de Dios es una promesa para gente como nosotros.

Esta Palabra de Dios expresa bien la experiencia que experimentamos durante las semanas del Sínodo: fue un momento de consuelo y esperanza. En primer lugar, fue un momento de escucha: de hecho, escuchar requiere tiempo, atención, apertura de mente y corazón. Pero este compromiso se transformó cada día en consuelo, sobre todo porque teníamos entre nosotros la presencia animada y estimulante de los jóvenes, con sus historias y sus contribuciones. A través de los testimonios de los Padres sinodales, la realidad multifacética de las nuevas generaciones ha entrado en el Sínodo, por así decirlo, en todos los lados: desde todos los continentes y desde muchas situaciones humanas y sociales diferentes.

Con esta actitud fundamental de escuchar, tratamos de leer la realidad, de captar los signos de nuestros tiempos. El discernimiento comunitario, hecho a la luz de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo. Este es uno de los regalos más hermosos que el Señor hace a la Iglesia Católica, es decir, reunir voces y rostros de las realidades más variadas y así poder intentar una interpretación que tenga en cuenta la riqueza y complejidad de los fenómenos, siempre a la luz del Evangelio. Entonces, en estos días, discutimos cómo caminar juntos a través de muchos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y la sexualidad, el drama de las guerras y la violencia.

Los frutos de este trabajo ya están «fermentando», al igual que el jugo de uva en los barriles después de la cosecha. El Sínodo Juvenil fue una buena cosecha, y promete buen vino. Pero me gustaría decir que el primer fruto de esta Asamblea sinodal debería ser precisamente el ejemplo de un método que hemos tratado de seguir, desde la fase preparatoria. Un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la redacción de un documento, que también es valioso y útil. Sin embargo, más que el documento, es importante que se extienda una forma de ser y trabajar juntos, jóvenes y viejos, en la escucha y el discernimiento, para alcanzar elecciones pastorales que respondan a la realidad.

Para ello invocamos la intercesión de la Virgen María. A ella, que es la Madre de la Iglesia, confiamos la acción de gracias a Dios por el don de esta Asamblea sinodal. Y ahora nos ayuda a llevar adelante lo que se ha experimentado, sin temor, en la vida ordinaria de las comunidades. Que el Espíritu Santo haga crecer los frutos de nuestro trabajo con su sabia imaginación, para seguir caminando juntos con los jóvenes de todo el mundo.-

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