PAPA FRANCISCO | Jesús es quien nos desvela y nos comunica, con su Palabra y la gracia de los Sacramentos, la belleza de la Patria hacia la que estamos en camino, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Regina Caeli. Antes del mediodía de hoy, Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano desde donde también se encontraba con los fieles reunidos en Plaza San Pedro.
Esto nos decía el Papa, “hoy, en Italia y en otros países, celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor. El Evangelio de la Misa afirma que Jesús, después de haber confiado a los Apóstoles la tarea de continuar su obra, «fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16,19)”.
Continuando dijo, “el regreso de Jesús al Padre se nos presenta no como una partida de nosotros, sino como una precedencia hacia nuestra meta, que es el Cielo. Como cuando en la montaña se sube hacia una cima: se camina, con dificultad, y finalmente, en un recodo del camino, se abre el horizonte y se ve el panorama. Entonces todo el cuerpo encuentra fuerzas para afrontar la ascensión final”.
Entonces, Su Santidad Francisco, subrayaba, “(…) nosotros, la Iglesia, somos precisamente ese cuerpo que Jesús, habiendo subido al cielo, arrastra consigo como en una «carrera de cuerdas». Es Él quien nos desvela y nos comunica, con su Palabra y la gracia de los Sacramentos, la belleza de la Patria hacia la que estamos en camino”.
Finalmente, el Papa preguntaba: “¿está vivo en mí el deseo de Dios, el deseo de su amor infinito, de su vida que es vida eterna? ¿O estoy algo aplastado y anclado en las cosas pasajeras, o en el dinero, o en el éxito, o en los placeres? Y mi deseo del Cielo, ¿me aísla, me cierra, o me lleva a amar a mis hermanos y hermanas con un espíritu grande y desinteresado, a sentir que son mis compañeros de camino hacia el Paraíso?”
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
Y ahora quisiera dar un ¡Feliz Domingo a los jóvenes de Génova!
Hoy, en Italia y en otros países, celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor. El Evangelio de la Misa afirma que Jesús, después de haber confiado a los Apóstoles la tarea de continuar su obra, «fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16,19). Así dice el Evangelio: «Fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios».
El regreso de Jesús al Padre se nos presenta no como una partida de nosotros, sino como una precedencia hacia nuestra meta, que es el Cielo. Como cuando en la montaña se sube hacia una cima: se camina, con dificultad, y finalmente, en un recodo del camino, se abre el horizonte y se ve el panorama. Entonces todo el cuerpo encuentra fuerzas para afrontar la ascensión final. Todo el cuerpo -brazos, piernas y todos los músculos- se tensa y se concentra para alcanzar la cumbre.
Y nosotros, la Iglesia, somos precisamente ese cuerpo que Jesús, habiendo subido al cielo, arrastra consigo como en una «carrera de cuerdas». Es Él quien nos desvela y nos comunica, con su Palabra y la gracia de los Sacramentos, la belleza de la Patria hacia la que estamos en camino. De este modo, también nosotros, sus miembros -somos miembros de Jesús-, subimos con alegría junto a Él, nuestro guía, sabiendo que el paso de uno es un paso para todos, y que nadie debe perderse ni quedarse atrás, porque somos un solo cuerpo (cf. Col 1,18; 1 Co 12,12-27).
Escuchemos bien: paso a paso, paso a paso, Jesús nos muestra el camino. ¿Cuáles son esos pasos? El Evangelio de hoy dice: «anunciad el Evangelio, bautizad, expulsad los demonios, enfrentad a las serpientes, curad a los enfermos» (cf. Mc 16,16-18); en resumen, haced las obras del amor: dar vida, llevar esperanza, alejaros de toda maldad y mezquindad, responder al mal con el bien, estar cerca de los que sufren. Este es el «paso a paso». Y cuanto más lo hagamos, cuanto más nos dejemos transformar por el Espíritu, cuanto más sigamos su ejemplo, más sentiremos, como en la montaña, que el aire que nos rodea se vuelve ligero y limpio, que el horizonte se ensancha y la meta se acerca, que las palabras y los gestos se vuelven buenos, que la mente y el corazón se ensanchan, que el corazón respira.
Entonces podemos preguntarnos: ¿está vivo en mí el deseo de Dios, el deseo de su amor infinito, de su vida que es vida eterna? ¿O estoy algo aplastado y anclado en las cosas pasajeras, o en el dinero, o en el éxito, o en los placeres? Y mi deseo del Cielo, ¿me aísla, me cierra, o me lleva a amar a mis hermanos y hermanas con un espíritu grande y desinteresado, a sentir que son mis compañeros de camino hacia el Paraíso?
Que María nos ayude, a nosotros que ya hemos llegado a la meta, a caminar juntos con alegría hacia la gloria del Cielo.
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Después del Regina Caeli
Queridos hermanos y hermanas
Mientras celebramos la Ascensión del Señor resucitado, que nos libera y nos quiere libres, renuevo mi llamamiento en favor de un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania, asegurándoos la disponibilidad de la Santa Sede para favorecer todos los esfuerzos en este sentido, especialmente por los que están gravemente heridos y enfermos. Y sigamos rezando por la paz en Ucrania, en Palestina, en Israel, en Myanmar… Recemos por la paz.
Hoy es la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, con el tema «Inteligencia artificial y sabiduría del corazón». Sólo recuperando la sabiduría del corazón podremos interpretar las exigencias de nuestro tiempo y redescubrir el camino hacia una comunicación plenamente humana. ¡Nuestro agradecimiento a todos los trabajadores de la comunicación por su labor!
Hoy celebramos en muchos países el Día de la Madre; pensemos con gratitud en todas las madres, y recemos también por las madres que se han ido al Cielo. Y encomendamos a las madres a la protección de María, nuestra Madre celestial. Y a todas las madres, ¡un fuerte aplauso!
Saludo a los peregrinos de Roma y de diversas partes de Italia y del mundo, especialmente a los de Hungría y Malta; a los alumnos del Colegio de Santo Tomás de Lisboa; a las bandas de música de Austria y Alemania, que rinden homenaje a la memoria del Papa Benedicto XVI. ¡Tocan muy bien! Gracias. Saludo también a los fieles de Pesaro, Cagliari, Giulianova Lido, y a los de Ponti sul Mincio que han venido en bicicleta; a los donantes de sangre de AVIS, a la Asociación «Giovane Montagna» de Turín, a los niños de la Confirmación de Génova, y a los enfermos de fibromialgia, en la Jornada dedicada a esta patología.
Quiero dar las gracias a los organizadores de la exposición fotográfica «Cambios», instalada bajo la columnata de la plaza de San Pedro. Fotógrafos de todo el mundo nos hablan de la belleza de nuestra casa común, un don del Creador que estamos llamados a custodiar. Os invito a visitar esta exposición.
Os saludo a todos, y a los niños de la Inmaculada. Os deseo a todos un buen domingo, y a los habitantes de Génova un buen viaje. Por favor, no olviden rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.
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