PAPA FRANCISCO | Jesús nos espera y se encuentra justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para nosotros

26 marzo, 2025

PAPA FRANCISCO | Jesús nos espera y se encuentra justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para nosotros, así lo señaló el Santo Padre al compartir su mensaje escrito y que fuera preparado para la Audiencia General del día de hoy. Su Santidad Francisco nos comparte, “(…) después de meditar sobre el encuentro de Jesús con Nicodemo, que había ido a buscar a Jesús, hoy reflexionamos sobre esos momentos en los que parece como si Él nos estuviera esperando allí mismo, en esa encrucijada de nuestra vida. Son encuentros que nos sorprenden, y al principio tal vez incluso desconfiamos un poco (…)”.

Continuando, decía, “probablemente, ésta fue también la experiencia de la mujer samaritana, mencionada en el capítulo cuarto del Evangelio de Juan (cf. 4,5-26). No esperaba encontrar a un hombre en el pozo a mediodía, es más, no esperaba encontrar a nadie. De hecho, va a buscar agua al pozo a una hora inusual, cuando hace mucho calor”.

Agregando más adelante, el Papa escribía, “Jesús es el primero en expresar su deseo: «¡Dame de beber!». (v. 10). Para abrir el diálogo, Jesús se hace pasar por débil, para tranquilizar al otro, para que no se asuste. La sed es a menudo, incluso en la Biblia, la imagen del deseo. Pero aquí Jesús tiene sed ante todo de la salvación de la mujer. «El que pedía de beber», dice san Agustín, “tenía sed de la fe de esta mujer”[1].

En otro párrafo, el Pontífice añadía, “cuando se da cuenta de que Jesús conoce su vida, la mujer desvía la conversación hacia la cuestión religiosa que dividía a judíos y samaritanos. Esto nos pasa a veces también a nosotros cuando rezamos: en el momento en que Dios está tocando nuestras vidas con sus problemas, a veces nos perdemos en reflexiones que nos dan la ilusión de una oración exitosa. Y cuando ella, una vez más sorprendida, observa que sobre estas cosas es mejor esperar al Mesías, Él le dice: «Soy yo quien te habla» (v. 26). Es como una declaración de amor: Aquel a quien esperas soy Yo; Aquel que por fin puede responder a tu deseo de ser amada”.

Finalmente, el Papa comparte, “¡no perdamos la esperanza! Aunque nuestra historia parezca pesada, complicada, tal vez incluso arruinada, siempre tenemos la posibilidad de entregársela a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino. ¡Dios es misericordia y siempre nos está esperando!”

A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:

Ciclo de catequesis – Jubileo 2025

Jesucristo, nuestra esperanza

II. La vida de Jesús. Los encuentros

2. La mujer samaritana.

«¡Dame de beber!» (Jn 4,7)

26 marzo 2025

[Jesús dijo a la samaritana:] «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “¡Dame de beber!”, se lo habrías pedido y te habría dado agua viva».

Queridos hermanos y hermanas

después de meditar sobre el encuentro de Jesús con Nicodemo, que había ido a buscar a Jesús, hoy reflexionamos sobre esos momentos en los que parece como si Él nos estuviera esperando allí mismo, en esa encrucijada de nuestra vida. Son encuentros que nos sorprenden, y al principio tal vez incluso desconfiamos un poco: tratamos de ser prudentes y de entender lo que está pasando.

Probablemente, ésta fue también la experiencia de la mujer samaritana, mencionada en el capítulo cuarto del Evangelio de Juan (cf. 4,5-26). No esperaba encontrar a un hombre en el pozo a mediodía, es más, no esperaba encontrar a nadie. De hecho, va a buscar agua al pozo a una hora inusual, cuando hace mucho calor. Quizá esta mujer se avergüenza de su vida, quizá se ha sentido juzgada, condenada, no comprendida, y por eso se ha aislado, ha roto relaciones con todo el mundo.

Para ir a Galilea desde Judea, Jesús podría haber elegido otra ruta y no atravesar Samaría. También habría sido más seguro, dadas las tensas relaciones entre judíos y samaritanos. En cambio, quiere pasar por allí y se detiene en ese pozo ¡a esa misma hora! Jesús nos espera y se encuentra justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para nosotros. El pozo, en el antiguo Oriente Medio, es un lugar de encuentro, donde a veces se conciertan matrimonios, es un lugar de esponsales. Jesús quiere ayudar a esta mujer a comprender dónde buscar la verdadera respuesta a su deseo de ser amada.

El tema del deseo es fundamental para entender este encuentro. Jesús es el primero en expresar su deseo: «¡Dame de beber!». (v. 10). Para abrir el diálogo, Jesús se hace pasar por débil, para tranquilizar al otro, para que no se asuste. La sed es a menudo, incluso en la Biblia, la imagen del deseo. Pero aquí Jesús tiene sed ante todo de la salvación de la mujer. «El que pedía de beber», dice san Agustín, “tenía sed de la fe de esta mujer”[1].

Si Nicodemo había acudido a Jesús de noche, aquí Jesús encuentra a la samaritana a mediodía, la hora en que hay más luz. Es un momento de revelación. Jesús se da a conocer ante ella como el Mesías y también arroja luz sobre su vida. Le ayuda a releer su historia, que es complicada y dolorosa: ha tenido cinco maridos y ahora está con un sexto que no es marido. El número seis no es aleatorio, sino que suele indicar imperfección. Tal vez sea una alusión al séptimo esposo, el que saciará por fin el deseo de esta mujer de ser amada de verdad. Y ese esposo sólo puede ser Jesús.

Cuando se da cuenta de que Jesús conoce su vida, la mujer desvía la conversación hacia la cuestión religiosa que dividía a judíos y samaritanos. Esto nos pasa a veces también a nosotros cuando rezamos: en el momento en que Dios está tocando nuestras vidas con sus problemas, a veces nos perdemos en reflexiones que nos dan la ilusión de una oración exitosa. En realidad, nos ponemos barreras de protección. El Señor, sin embargo, es siempre más grande, y a aquella samaritana, a la que según los patrones culturales ni siquiera debería haber hablado, le da la más alta revelación: le habla del Padre, al que hay que adorar en espíritu y en verdad. Y cuando ella, una vez más sorprendida, observa que sobre estas cosas es mejor esperar al Mesías, Él le dice: «Soy yo quien te habla» (v. 26). Es como una declaración de amor: Aquel a quien esperas soy Yo; Aquel que por fin puede responder a tu deseo de ser amada.

En ese momento, la mujer corre a llamar a la gente del pueblo, porque es precisamente de la experiencia de sentirse amada de donde surge la misión. ¿Y qué anuncio podría haber traído sino su experiencia de ser comprendida, acogida, perdonada? Es una imagen que debe hacernos reflexionar sobre nuestra búsqueda de nuevas formas de evangelizar.

Como una persona enamorada, la samaritana olvida su ánfora a los pies de Jesús. El peso de aquella ánfora sobre su cabeza, cada vez que volvía a casa, le recordaba su condición, su vida agitada. Pero ahora el ánfora está a los pies de Jesús. El pasado ya no es una carga; está reconciliada. Y lo mismo nos sucede a nosotros: para ir a anunciar el Evangelio, primero tenemos que poner el peso de nuestra historia a los pies del Señor, entregarle el peso de nuestro pasado. Sólo las personas reconciliadas pueden llevar el Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, ¡no perdamos la esperanza! Aunque nuestra historia parezca pesada, complicada, tal vez incluso arruinada, siempre tenemos la posibilidad de entregársela a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino. ¡Dios es misericordia y siempre nos está esperando!

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[1]Homelia15,11.

[00397-IT.01] [Texto original: Italiano]

[B0205-XX.01]

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