PAPA FRANCISCO | La Sagrada Escritura tiene una nota de fondo que la acompaña de principio a fin, y esta nota es el amor de Dios, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje durante la Audiencia General del día miércoles. Celebrada en Plaza San Pedro, Su Santidad Francisco, continuando con el ciclo de catequesis, “El Espíritu y la Esposa”, El Espíritu Santo conduce al pueblo de Dios a Jesús, nuestra esperanza, centró sus palabras en “Toda la Escritura está inspirada por Dios. Conocer el amor de Dios por las palabras de Dios”. (Lectura: 2 Pt 1,20-21).
Al respecto, el Papa decía, “la última vez contemplamos la obra del Espíritu en la creación; hoy lo vemos en la revelación, de la que la Sagrada Escritura es el testimonio inspirado por Dios y autorizado. La Segunda Carta de San Pablo a Timoteo contiene esta afirmación: «Toda la Escritura está inspirada por Dios» (3,16). Y otro pasaje del Nuevo Testamento dice: «Movidos por el Espíritu Santo, aquellos hombres hablaron de parte de Dios» (2 Pe 1,21). Esta es la doctrina de la inspiración divina de la Escritura, la que proclamamos como artículo de fe en el Credo, cuando decimos que el Espíritu Santo «habló por medio de los profetas»”.
Continuando, agregaba, “el Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras, es también quien las explica y las hace eternamente vivas y activas. Él las hace inspiradoras. «Las Sagradas Escrituras inspiradas por Dios -dice el Concilio Vaticano II- y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra de Dios mismo y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los profetas y de los apóstoles» (n. 21)”.
Ampliando, el Santo Padre señaló, “(…) la Iglesia se alimenta de la lectura espiritual de la Sagrada Escritura, es decir, de la lectura hecha bajo la guía del Espíritu Santo que la ha inspirado. En su centro, como un faro que lo ilumina todo, está el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, que realiza el plan de salvación, realiza todas las figuras y profecías, desvela todos los misterios ocultos y ofrece la verdadera clave de lectura de toda la Biblia. La muerte y resurrección de Cristo es el faro que ilumina toda la Biblia, y también ilumina nuestras vidas”.
En otro párrafo, el Pontífice, dijo, “una forma de hacer lectura espiritual de la Palabra de Dios es lo que se llama lectio divina, una palabra que quizá no entendamos lo que significa. Consiste en dedicar un momento del día a la lectura personal, meditada, de un pasaje de la Escritura. Y esto es muy importante: cada día dedicar un tiempo a la escucha, a la meditación, a la lectura de un pasaje de la Escritura. Y para esto recomiendo: ten siempre un Evangelio de bolsillo y llévalo en el bolso, en los bolsillos…”
Completando, el Papa compartió finalmente, “concluyamos con un pensamiento que puede ayudarnos a enamorarnos de la Palabra de Dios. Como ciertas piezas musicales, también la Sagrada Escritura tiene una nota de fondo que la acompaña de principio a fin, y esta nota es el amor de Dios. «Toda la Biblia -observa san Agustín- no hace otra cosa que narrar el amor de Dios» [1]. Que el Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras y ahora respira desde las Escrituras, nos ayude a captar este amor de Dios en las situaciones concretas de la vida”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Ciclo de catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo conduce al pueblo de Dios a Jesús, nuestra esperanza. Toda la Escritura está inspirada por Dios. Conocer el amor de Dios por las palabras de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días, ¡bienvenidos!
Continuamos nuestra catequesis sobre el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia hacia Cristo, nuestra esperanza. Él es el guía. La última vez contemplamos la obra del Espíritu en la creación; hoy lo vemos en la revelación, de la que la Sagrada Escritura es el testimonio inspirado por Dios y autorizado.
La Segunda Carta de San Pablo a Timoteo contiene esta afirmación: «Toda la Escritura está inspirada por Dios» (3,16). Y otro pasaje del Nuevo Testamento dice: «Movidos por el Espíritu Santo, aquellos hombres hablaron de parte de Dios» (2 Pe 1,21). Esta es la doctrina de la inspiración divina de la Escritura, la que proclamamos como artículo de fe en el Credo, cuando decimos que el Espíritu Santo «habló por medio de los profetas». La inspiración divina de la Biblia.
El Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras, es también quien las explica y las hace eternamente vivas y activas. Él las hace inspiradoras. «Las Sagradas Escrituras inspiradas por Dios -dice el Concilio Vaticano II- y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra de Dios mismo y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los profetas y de los apóstoles» (n. 21). De este modo, el Espíritu Santo continúa, en la Iglesia, la acción de Jesús resucitado que, después de la Pascua, «abrió la mente de los discípulos a la comprensión de las Escrituras» (cf. Lc 24,45).
Puede suceder, en efecto, que un determinado pasaje de la Escritura, que hemos leído tantas veces sin ninguna emoción particular, un día lo leamos en un clima de fe y de oración, y entonces ese texto de repente se ilumine, nos hable, arroje luz sobre un problema que estamos viviendo, aclare la voluntad de Dios para nosotros en una determinada situación. ¿A qué se debe este cambio, si no a una iluminación del Espíritu Santo? Las palabras de la Escritura, bajo la acción del Espíritu, se vuelven luminosas; y en esas instancias tocamos con nuestras propias manos cuán cierta es la afirmación de la Carta a los Hebreos: «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos» (4,12).
Hermanos y hermanas, la Iglesia se alimenta de la lectura espiritual de la Sagrada Escritura, es decir, de la lectura hecha bajo la guía del Espíritu Santo que la ha inspirado. En su centro, como un faro que lo ilumina todo, está el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, que realiza el plan de salvación, realiza todas las figuras y profecías, desvela todos los misterios ocultos y ofrece la verdadera clave de lectura de toda la Biblia. La muerte y resurrección de Cristo es el faro que ilumina toda la Biblia, y también ilumina nuestras vidas. El Apocalipsis lo describe con la imagen del Cordero que rompe los sellos del libro «escrito por dentro y por fuera, pero sellado con siete sellos» (cf. 5,1-9), la Escritura del Antiguo Testamento. La Iglesia, Esposa de Cristo, es la intérprete autorizada del texto inspirado de la Escritura, la Iglesia es la mediadora de su anuncio auténtico. Al estar dotada del Espíritu Santo -por eso es intérprete-, la Iglesia es «columna y apoyo de la verdad» (1 Tm 3,15). ¿Por qué? Porque es inspirada, sostenida por el Espíritu Santo. Y la tarea de la Iglesia es ayudar a los fieles y a los que buscan la verdad a interpretar correctamente los textos bíblicos.
Una forma de hacer lectura espiritual de la Palabra de Dios es lo que se llama lectio divina, una palabra que quizá no entendamos lo que significa. Consiste en dedicar un momento del día a la lectura personal, meditada, de un pasaje de la Escritura. Y esto es muy importante: cada día dedicar un tiempo a la escucha, a la meditación, a la lectura de un pasaje de la Escritura. Y para esto recomiendo: ten siempre un Evangelio de bolsillo y llévalo en el bolso, en los bolsillos… Así cuando estés de viaje o cuando estés un poco libre lo coges y lees… Esto es muy importante para la vida. Coge un Evangelio de bolsillo y durante el día léelo una vez, dos veces, cuando ocurra. Pero la lectura espiritual de la Escritura por excelencia es la lectura comunitaria que se hace en la Liturgia, en la Misa. Allí vemos cómo un acontecimiento o una enseñanza, dados en el Antiguo Testamento, encuentran su pleno cumplimiento en el Evangelio de Cristo. Y la homilía, ese comentario que hace el celebrante, debe ayudar a trasladar la Palabra de Dios del libro a la vida. Pero para ello la homilía debe ser breve: una imagen, un pensamiento y un sentimiento. La homilía no debe durar más de ocho minutos, porque después de ese tiempo se pierde la atención y la gente se duerme, y tiene razón. Una homilía debe ser así. Y esto es lo que quiero decir a los sacerdotes, que hablan tanto, tantas veces, y no se entiende de qué hablan. Una homilía corta: un pensamiento, un sentimiento y una indicación para la acción, para cómo hacerlo. No más de ocho minutos. Porque la homilía debe ayudar a trasladar la Palabra de Dios del libro a la vida. Y entre las muchas palabras de Dios que escuchamos cada día en la Misa o en la Liturgia de las Horas, siempre hay una que va dirigida a nosotros en particular. Algo que toca el corazón. Tomada en serio, puede iluminar nuestra jornada, animar nuestra oración. Se trata de no dejar que caiga en saco roto.
Concluyamos con un pensamiento que puede ayudarnos a enamorarnos de la Palabra de Dios. Como ciertas piezas musicales, también la Sagrada Escritura tiene una nota de fondo que la acompaña de principio a fin, y esta nota es el amor de Dios. «Toda la Biblia -observa san Agustín- no hace otra cosa que narrar el amor de Dios» [1]. Y san Gregorio Magno llama a la Escritura «una carta de Dios omnipotente a su criatura», como una carta del Esposo a su esposa, y nos exhorta a «aprender a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios» [2]. «Por esta revelación -dice el Vaticano II- el Dios invisible, en su gran amor, habla a los hombres como a amigos y se entretiene con ellos para invitarlos y admitirlos a la comunión consigo mismo» ( Dei Verbum, 2).
Queridos hermanos y hermanas, ¡manos a la obra con la lectura de la Biblia! Pero no olvidéis el Evangelio de bolsillo: llevadlo en el bolso, en el bolsillo y en algún momento del día leed un pasaje. Esto os acercará mucho al Espíritu Santo que está en la Palabra de Dios. Que el Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras y ahora respira desde las Escrituras, nos ayude a captar este amor de Dios en las situaciones concretas de la vida. Gracias.
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[1] De catechizandis rudibus, I, 8, 4: PL 40, 319.
[2] Registrum Epistolarum, V, 46 (ed. Ewald-Hartmann, pp. 345-346).
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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidámosle al Espíritu Santo que ilumine toda nuestra vida con su Palabra, para que podamos dar testimonio de Cristo. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Gracias.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a S.E. Mons. Ambrogio Spreafico con los fieles de la diócesis de Frosinone-Veroli-Ferentino, que celebran el 1500 aniversario de la muerte del Santo Pontífice Ormisda, patrono de la ciudad de Frosinone.
Saludo también a la «Volley Academy Piacenza», comprometida en la promoción de un ambiente deportivo seguro, en colaboración con el servicio diocesano para la protección de los menores; y a los participantes en el Foro Académico Sociolaboral de la Industria Energética, promovido por Scholas Occurrentes.
Por último, mi pensamiento está con los jóvenes, los enfermos, los ancianos y los recién casados. Mañana celebraremos la memoria litúrgica de San Antonio de Padua, sacerdote y Doctor de la Iglesia. Que el ejemplo de este insigne predicador, protector de los pobres y de los que sufren, despierte en todos el deseo de seguir el camino de la fe e imitar su vida, convirtiéndonos así en testigos creíbles del Evangelio.
Y no olvidemos la atormentada Ucrania, no olvidemos Palestina, Israel. No olvidemos Myanmar y tantos países que están en guerra. Recemos por la paz, hoy necesitamos la paz. La guerra siempre, desde el primer día, es una derrota. Recemos por la paz. Que el Señor nos dé fuerza para luchar siempre por la paz.
Y a todos vosotros, ¡mi bendición!
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