PAPA FRANCISCO | No se puede ser aparentemente muy justo con todo el mundo, y luego por dentro cultivar el odio hacia los demás, así reflexionaba el Santo Padre al compartir su mensaje antes de recitar la oración Mariana del Ángelus. Antes del mediodía de hoy (hora de Roma) Su Santidad Francisco se presentaba en la ventana del Estudio Apostólico Vaticano, desde donde se reunión con los fieles y peregrinos presentes en Plaza San Pedro.
En esta jornada el Papa nos decía, “(…) en el Evangelio de la liturgia (cf. Mc 7,1-8.14-15.21-23), Jesús habla de los puros y los impuros: un tema muy querido por sus contemporáneos, que estaba vinculado sobre todo a la observancia de ritos y normas de comportamiento, para evitar cualquier contacto con cosas o personas consideradas impuras y, si esto ocurría, borrar la «mancha» (cf. Lev 11-15)”. Continuando, agregó, “algunos escribas y fariseos, estrictos observadores de tales normas, acusan a Jesús de permitir que sus discípulos tomen alimentos sin lavarse las manos. Y Jesús aprovecha esta reprimenda de los fariseos a sus discípulos para hablar del significado de «pureza»”.
Entonces, señaló el Pontífice, “la pureza -dice Jesús- no está ligada a ritos externos, sino ante todo a disposiciones interiores. Para ser puro, por tanto, de nada sirve lavarse las manos varias veces, si luego uno alberga en su corazón malos sentimientos como la avaricia, la envidia o el orgullo, o malas intenciones como el engaño, el robo, la traición y la calumnia (cf. Mc 7,21-22)”.
Completando, en otro párrafo el Papa subrayó, “(…) no se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el patio de la iglesia, pararse a hacer chismes desagradables y despiadados sobre todo y sobre todos. Esto es una doble vida y no se puede. Y esto es lo que hacían los fariseos. Pureza externa sin buenas actitudes, actitudes misericordiosas con los demás. O, también, no se puede ser aparentemente muy justo con todo el mundo, tal vez incluso hacer un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego por dentro cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Hoy, en el Evangelio de la liturgia (cf. Mc 7,1-8.14-15.21-23), Jesús habla de los puros y los impuros: un tema muy querido por sus contemporáneos, que estaba vinculado sobre todo a la observancia de ritos y normas de comportamiento, para evitar cualquier contacto con cosas o personas consideradas impuras y, si esto ocurría, borrar la «mancha» (cf. Lev 11-15). Era casi una obsesión de algunos religiosos de la época, la pureza y la impureza.
Algunos escribas y fariseos, estrictos observadores de tales normas, acusan a Jesús de permitir que sus discípulos tomen alimentos sin lavarse las manos. Y Jesús aprovecha esta reprimenda de los fariseos a sus discípulos para hablar del significado de «pureza».
La pureza -dice Jesús- no está ligada a ritos externos, sino ante todo a disposiciones interiores. Para ser puro, por tanto, de nada sirve lavarse las manos varias veces, si luego uno alberga en su corazón malos sentimientos como la avaricia, la envidia o el orgullo, o malas intenciones como el engaño, el robo, la traición y la calumnia (cf. Mc 7,21-22). Jesús llama la atención para prevenir contra el ritualismo, que no hace crecer en la bondad; al contrario, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón.
Y esto, hermanos y hermanas, también es importante para nosotros: no se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el patio de la iglesia, pararse a hacer chismes desagradables y despiadados sobre todo y sobre todos. Ese cotilleo que arruina el corazón, que arruina el alma. No se puede. Vas a Misa y luego haces estas cosas, ¡es una cosa fea! O te muestras piadoso en la oración, pero luego en casa tratas con frialdad y distanciamiento a los miembros de tu familia, o descuidas a tus padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía (cf. Mc 7,10-13). Esto es una doble vida y no se puede. Y esto es lo que hacían los fariseos. Pureza externa sin buenas actitudes, actitudes misericordiosas con los demás. O, también, no se puede ser aparentemente muy justo con todo el mundo, tal vez incluso hacer un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego por dentro cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo.
De este modo, la relación con Dios se reduce a gestos exteriores, y por dentro uno permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia, quedándose en pensamientos, mensajes y comportamientos sin amor. Estamos hechos para otra cosa. Preguntémonos, pues: ¿vivo mi fe con coherencia, es decir, lo que hago en la Iglesia trato de hacerlo con el mismo espíritu fuera de ella? Con mis sentimientos, palabras y obras, ¿concreto en mi cercanía y respeto a mis hermanos lo que digo en la oración? Reflexionemos sobre ello. Y que María, Madre purísima, nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor sentido y practicado, un culto agradable a Dios (cf. Rm 12, 1).
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Después del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
Ayer, en Šaštín (Eslovaquia), fue beatificado Ján Havlík, seminarista de la Congregación de la Misión, fundada por san Vicente de Paúl. Este joven fue asesinado en 1965, durante la persecución del régimen contra la Iglesia en la entonces Checoslovaquia. Que su perseverancia en el testimonio de la fe en Cristo sea un estímulo para los que todavía hoy sufren esas pruebas. ¡Aplaudamos al nuevo Beato! Me enteré con dolor de que el sábado 24 de agosto, en la comuna de Barsalogho, Burkina Faso, cientos de personas, entre ellas mujeres y niños, murieron y muchas otras resultaron heridas en un atentado terrorista. Al condenar estos atroces atentados contra la vida humana, expreso mi solidaridad a toda la nación y mi más sentido pésame a las familias de las víctimas. Que la Virgen María ayude al querido pueblo de Burkina Faso a recobrar la paz y la seguridad. Rezo también por las víctimas del accidente en el santuario de Nossa Senhora da Conceição, en la ciudad de Recife, Brasil. Que el Señor Resucitado conforte a los heridos y a sus familias. Y siempre cerca del atormentado pueblo ucraniano, duramente golpeado por los atentados contra sus infraestructuras energéticas. Además de causar muertos y heridos, han dejado a más de un millón de personas sin electricidad ni agua. Recordemos que la voz de los inocentes siempre encuentra eco en Dios, que no es indiferente a su sufrimiento. Una vez más, dirijo mis pensamientos con preocupación al conflicto en Palestina e Israel, que amenaza con extenderse a otras ciudades palestinas. Hago un llamamiento para que se detengan las negociaciones y cese inmediatamente el fuego, para que se liberen los rehenes, para que se socorra a la población de Gaza, donde también se propagan tantas enfermedades, entre ellas la poliomielitis. Que haya paz en Tierra Santa, que haya paz en Jerusalén. Que la Ciudad Santa sea un lugar de encuentro donde cristianos, judíos y musulmanes se sientan respetados y acogidos, y nadie cuestione el statu quo en sus respectivos Santos Lugares. Hoy celebramos la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Espero que todos -instituciones, asociaciones, familias y cada persona- se comprometan concretamente por nuestra casa común. El grito de la Tierra herida es cada vez más alarmante y exige una acción decidida y urgente. Mañana comenzaré un viaje apostólico a algunos países de Asia y Oceanía. Os ruego que recéis por los frutos de este viaje. Os saludo a todos, romanos y peregrinos. En particular, saludo a los jóvenes de Lucca, acompañados por su arzobispo monseñor Paolo Giulietti y algunos sacerdotes; saludo a los buenos jóvenes de Immacolata y a los jóvenes de Campocroce di Mirano. Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Disfruten del almuerzo y adiós.
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