PAPA FRANCISCO | Vengan, Jesús es la Puerta de la paz, así lo expresó el Santo Padre en la Solemnidad de la Natividad del Señor desde la Logia Central de la Basílica de San Pedro al impartir la Bendición Urbi et Orbi. El Papa nos decía, “esta noche se ha renovado el misterio que nunca deja de asombrarnos y conmovernos: la Virgen María dio a luz a Jesús, el Hijo de Dios, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre.
Así lo encontraron los pastores de Belén, llenos de alegría, mientras los ángeles cantaban: «Gloria a Dios y paz a los hombres» (cf. Lc 2,6-14). Paz a los hombres”. Continuando, agregó, “(…) la puerta del corazón de Dios está siempre abierta, ¡volvamos a Él! Volvamos al corazón que nos ama y nos perdona. ¡Dejémonos perdonar por Él, reconciliémonos con Él! ¡Dios siempre perdona! Dios lo perdona todo. Dejémonos perdonar por Él”.
Pero que significa haber abierto la Puerta Santa del Jubileo, así lo explicaba el Papa, “(…) representa a Jesús, la Puerta de la salvación abierta para todos. Jesús es la Puerta; es la Puerta que el Padre misericordioso ha abierto en medio del mundo, en medio de la historia, para que todos podamos volver a Él. Todos somos como ovejas perdidas y necesitamos un Pastor y una Puerta para volver a la casa del Padre. Jesús es el Pastor, Jesús es la Puerta”.
Su Santidad afirmó: “¡No tengáis miedo! La Puerta está abierta, ¡la Puerta está abierta de par en par! No es necesario llamar a la Puerta. Está abierta. Vengan. Reconciliémonos con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos unos con otros, incluso con nuestros enemigos. La misericordia de Dios lo puede todo, desata todos los nudos, derriba todos los muros de división, la misericordia de Dios disuelve el odio y el espíritu de venganza. Vengan, Jesús es la Puerta de la Paz”.
Reflexionando sobre la paz en el mundo, el Papa dijo de nuestro continente, “que el Niño Jesús inspire a las autoridades políticas y a todas las personas de buena voluntad del continente americano, para que se encuentren cuanto antes soluciones eficaces en la verdad y en la justicia, que promuevan la concordia social, sobre todo creo que en Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua, y que se hagan esfuerzos, especialmente en este Año jubilar, para construir el bien común y redescubrir la dignidad de cada persona, superando las divisiones políticas”.
Finalizando, el Pontífice señaló, “(…) que el Jubileo sea una ocasión para perdonar las deudas, especialmente las que pesan sobre los países más pobres. Peregrinos de la esperanza, ¡salgamos a su encuentro! Abrámosle las puertas de nuestro corazón. Abrámosle las puertas de nuestro corazón, como Él nos ha abierto la puerta de su Corazón”.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
Mensaje del Santo Padre y bendición «Urbi et Orbi» en la fiesta de Navidad
Mensaje de Navidad del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Navidad!
Esta noche se ha renovado el misterio que nunca deja de asombrarnos y conmovernos: la Virgen María dio a luz a Jesús, el Hijo de Dios, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Así lo encontraron los pastores de Belén, llenos de alegría, mientras los ángeles cantaban: «Gloria a Dios y paz a los hombres» (cf. Lc 2,6-14). Paz a los hombres.
Sí, este acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, está siendo renovado por el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Amor y de Vida que impregnó el seno de María y de su carne humana formó a Jesús. Y así hoy, en los dolores de nuestro tiempo, se encarna de nuevo y verdaderamente la Palabra eterna de salvación, que dice a cada hombre y a cada mujer, que dice al mundo entero -este es el mensaje-: «¡Te amo, te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta para ti!».
Hermanas, hermanos, la puerta del corazón de Dios está siempre abierta, ¡volvamos a Él! Volvamos al corazón que nos ama y nos perdona. ¡Dejémonos perdonar por Él, reconciliémonos con Él! ¡Dios siempre perdona! Dios lo perdona todo. Dejémonos perdonar por Él.
Esto es lo que significa la Puerta Santa del Jubileo, que abrí anoche aquí en San Pedro: representa a Jesús, la Puerta de la salvación abierta para todos. Jesús es la Puerta; es la Puerta que el Padre misericordioso ha abierto en medio del mundo, en medio de la historia, para que todos podamos volver a Él. Todos somos como ovejas perdidas y necesitamos un Pastor y una Puerta para volver a la casa del Padre. Jesús es el Pastor, Jesús es la Puerta.
Hermanos, hermanas, ¡no tengáis miedo! La Puerta está abierta, ¡la Puerta está abierta de par en par! No es necesario llamar a la Puerta. Está abierta. Venid. Reconciliémonos con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos unos con otros, incluso con nuestros enemigos. La misericordia de Dios lo puede todo, desata todos los nudos, derriba todos los muros de división, la misericordia de Dios disuelve el odio y el espíritu de venganza. Vengan, Jesús es la Puerta de la Paz.
A menudo sólo nos detenemos en el umbral; no tenemos el valor de cruzarlo, porque nos desafía. Entrar por la Puerta exige el sacrificio de dar un paso -un pequeño sacrificio; dar un paso por algo tan grande-, exige dejar atrás contenciones y divisiones, para entregarse a los brazos abiertos del Niño que es el Príncipe de la Paz. En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a cada persona, a cada pueblo y nación a tener el valor de atravesar la Puerta, de convertirse en peregrinos de la esperanza, ¡de silenciar las armas y superar las divisiones!
¡Silencien las armas en la atormentada Ucrania! Que haya audacia para abrir la puerta a la negociación y a gestos de diálogo y encuentro, para alcanzar una paz justa y duradera.
¡Silencien las armas en Oriente Medio! Con la mirada fija en la cuna de Belén, dirijo mi pensamiento a las comunidades cristianas de Palestina e Israel, y en particular a la querida comunidad de Gaza, donde la situación humanitaria es muy grave. Cesen el fuego, liberen a los rehenes y ayuden a la población agotada por el hambre y la guerra. También estoy cerca de la comunidad cristiana del Líbano, especialmente en el sur, y de la comunidad cristiana de Siria, en este momento tan delicado. Que se abran las puertas del diálogo y de la paz en toda la región, desgarrada por el conflicto. Y también quiero recordar aquí al pueblo de Libia, animándole a buscar soluciones que permitan la reconciliación nacional.
Que el nacimiento del Salvador traiga un tiempo de esperanza a las familias de los miles de niños que mueren a causa de una epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo, así como a las poblaciones del este de ese país y a las de Burkina Faso, Malí, Níger y Mozambique. La crisis humanitaria que les afecta está causada principalmente por los conflictos armados y la lacra del terrorismo, y se ve agravada por los efectos devastadores del cambio climático, que provocan la pérdida de vidas y el desplazamiento de millones de personas. Pienso también en los pueblos de los países del Cuerno de África, para quienes imploro los dones de la paz, la concordia y la fraternidad. Que el Hijo del Altísimo apoye los esfuerzos de la comunidad internacional para facilitar el acceso de la ayuda humanitaria a la población civil de Sudán e iniciar nuevas negociaciones para un alto el fuego.
Que el anuncio de la Navidad traiga consuelo a los habitantes de Myanmar, que, a causa de los continuos enfrentamientos armados, sufren grandes penurias y se ven obligados a huir de sus hogares.
Que el Niño Jesús inspire a las autoridades políticas y a todas las personas de buena voluntad del continente americano, para que se encuentren cuanto antes soluciones eficaces en la verdad y en la justicia, que promuevan la concordia social, sobre todo creo que en Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua, y que se hagan esfuerzos, especialmente en este Año jubilar, para construir el bien común y redescubrir la dignidad de cada persona, superando las divisiones políticas.
Que el Jubileo sea una ocasión para derribar todos los muros de separación: los ideológicos, que tan a menudo marcan la vida política, y también los físicos, como la división que afecta a la isla de Chipre desde hace cincuenta años y que ha desgarrado su tejido humano y social. Espero que pueda alcanzarse una solución de mutuo acuerdo, una solución que ponga fin a la división respetando plenamente los derechos y la dignidad de todas las comunidades chipriotas.
Jesús, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, es la Puerta abierta de par en par que estamos invitados a atravesar para redescubrir el sentido de nuestra existencia y el carácter sagrado de toda vida -toda vida es sagrada- y para recuperar los valores fundacionales de la familia humana. Nos espera en el umbral. Espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles: espera a los niños, a todos los niños que sufren la guerra y pasan hambre; espera a los ancianos, que a menudo se ven obligados a vivir en condiciones de soledad y abandono; espera a los que han perdido su casa o huyen de su tierra, tratando de encontrar un refugio seguro; espera a los que han perdido o no encuentran trabajo; espera a los presos que, a pesar de todo, siguen siendo hijos de Dios, siempre hijos de Dios; espera a los que son perseguidos por su fe. Son muchos.
En este día de fiesta, no dejemos de expresar nuestra gratitud a quienes hacen el bien de modo silencioso y fiel: pienso en los padres, en los educadores y en los maestros, que tienen la gran responsabilidad de formar a las generaciones futuras; pienso en los agentes sanitarios, en la policía, en quienes se dedican a obras de caridad, especialmente en los misioneros esparcidos por el mundo, que llevan luz y consuelo a tantas personas en dificultad. A todos ellos queremos decirles: ¡gracias!
Hermanos y hermanas, que el Jubileo sea una ocasión para perdonar las deudas, especialmente las que pesan sobre los países más pobres. Cada uno está llamado a perdonar las ofensas recibidas, porque el Hijo de Dios, que nació en el frío y la oscuridad de la noche, perdona todas nuestras deudas. Él vino para curarnos y perdonarnos. Peregrinos de la esperanza, ¡salgamos a su encuentro! Abrámosle las puertas de nuestro corazón. Abrámosle las puertas de nuestro corazón, como Él nos ha abierto la puerta de su Corazón.
Les deseo a todos una Navidad llena de bendiciones.
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