PAPÚA NUEVA GUINEA | El amor es más fuerte que todo y su belleza puede sanar el mundo, porque tiene sus raíces en Dios, así lo expresó el Santo Padre al compartir su mensaje durante el Encuentro con fieles de la Diócesis de Vanino. El mismo se desarrolló en la tarde de hoy (hora local) en la Explanada delante de la Catedral de la Santa Cruz, en la ciudad de Vanimo, Papúa Nueva Guinea.
Su Santidad Francisco luego de escuchar y también saludar a los presentes, les decía a ellos, “como hemos oído, desde mediados del siglo XIX, la misión aquí nunca ha cesado: monjas, religiosos, catequistas y misioneros laicos no han dejado de predicar la Palabra de Dios y de ofrecer ayuda a sus hermanos y hermanas, en la atención pastoral, la educación, la atención sanitaria y muchas otras áreas, afrontando muchas dificultades, para ser un instrumento «de paz y amor» para todos (…)”.
Continuando, agregó el Papa, “así, iglesias, escuelas, hospitales y centros misioneros testimonian a nuestro alrededor que Cristo vino a traer la salvación a todos, para que cada uno florezca en toda su belleza para el bien común (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 182). Aquí son «expertos» en belleza, ¡porque están rodeados de belleza!”
En otro párrafo el Pontífice señaló, “pero esta riqueza el Señor la confía como signo e instrumento, para que también vosotros viváis así, unidos en armonía con Él y con vuestros hermanos, respetando la casa común y cuidando unos de otros (cf. Mensaje para la celebración de la V Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, 1 de septiembre de 2019)”. Completando, dijo, “(…) nuestra misión es precisamente ésta: difundir por doquier, mediante el amor de Dios y de los hermanos, la belleza del Evangelio de Cristo (cf. Evangelii gaudium, 120)”.
Antes de cerrar su mensaje, el Papa les dijo, “(…) el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede sanar el mundo, porque tiene sus raíces en Dios (cf. Catequesis, 9 de septiembre de 2020). Difundámoslo, pues, y defendámoslo, incluso cuando hacerlo pueda costarnos alguna incomprensión, alguna oposición”.
Una vez concluido el encuentro con los fieles de la diócesis de Vanimo, el Santo Padre Francisco se trasladó en coche a la Escuela humanística de la Santísima Trinidad de la localidad de Baro donde se reunió en privado con un grupo de misioneros. A su llegada, el Papa fue recibido por los misioneros quienes lo acompañaron a la Sala Escuela y Reina del Paraíso donde asistió a un breve concierto de la orquesta de alumnos de la escuela.
Seguidamente, tuvo lugar un encuentro privado con los misioneros. El Papa Francisco se trasladó en coche al aeropuerto de Vanimo, desde donde partió a bordo de un avión militar C-130 para regresar a Puerto Moresby. Tras aterrizar en el aeropuerto de Pouerto Moresby, el Santo Padre regresó en coche a la Nunciatura Apostólica.
A continuación, compartimos en forma completa el mensaje de Su Santidad Francisco:
VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO
A INDONESIA, PAPÚA NUEVA GUINEA
TIMOR-LESTE, SINGAPUR
(2-13 de septiembre de 2024)
ENCUENTRO CON LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE VANIMO
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Explanada delante de la Catedral de la Santa Cruz (Vanimo, Papúa Nueva Guinea)
Domingo 8 de septiembre de 2024
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Agradezco al Obispo las palabras que me ha dirigido. Saludo a las Autoridades, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los misioneros, a los catequistas, a los jóvenes, a los fieles -algunos venidos de muy lejos- y a vosotros, queridos niños. Gracias Maria Joseph, Steven, Sor Jaisha Joseph, David y Maria por lo que habéis compartido. Me alegro de encontraros en esta maravillosa, joven y misionera tierra.
Como hemos oído, desde mediados del siglo XIX, la misión aquí nunca ha cesado: monjas, religiosos, catequistas y misioneros laicos no han dejado de predicar la Palabra de Dios y de ofrecer ayuda a sus hermanos y hermanas, en la atención pastoral, la educación, la atención sanitaria y muchas otras áreas, afrontando muchas dificultades, para ser un instrumento «de paz y amor» para todos, como dijo la Hermana Jaisha Joseph.
Así, iglesias, escuelas, hospitales y centros misioneros testimonian a nuestro alrededor que Cristo vino a traer la salvación a todos, para que cada uno florezca en toda su belleza para el bien común (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 182).
Aquí son «expertos» en belleza, ¡porque están rodeados de belleza! Vivís en una tierra magnífica, rica en una gran variedad de plantas y pájaros, donde os quedáis boquiabiertos ante los colores, los sonidos y los olores, y ante el grandioso espectáculo de una naturaleza rebosante de vida, que evoca la imagen del Edén.
Pero esta riqueza el Señor la confía como signo e instrumento, para que también vosotros viváis así, unidos en armonía con Él y con vuestros hermanos, respetando la casa común y cuidando unos de otros (cf. Mensaje para la celebración de la V Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, 1 de septiembre de 2019).
Mirando a nuestro alrededor, vemos lo dulce que es el paisaje de la naturaleza. Pero volviendo a nosotros mismos, nos damos cuenta de que hay un espectáculo aún más bello: el de lo que crece en nosotros cuando nos amamos, como testimoniaron David y María, hablando de su camino como esposos, en el sacramento del Matrimonio. Y nuestra misión es precisamente ésta: difundir por doquier, mediante el amor de Dios y de los hermanos, la belleza del Evangelio de Cristo (cf. Evangelii gaudium, 120).
Hemos escuchado cómo algunos de ustedes, para hacerlo, emprenden largos viajes, para llegar incluso a las comunidades más lejanas, dejando a veces sus casas, como nos ha dicho Steven. Hacen una cosa hermosa, y es importante que no se queden solos, sino que toda la comunidad les apoye, para que puedan cumplir su mandato con serenidad, sobre todo cuando tienen que conciliar las exigencias de la misión con las responsabilidades familiares.
Pero hay también otro modo de ayudarles, y es que cada uno de nosotros promueva el anuncio misionero allí donde vive (cf. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 23): en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, para que, en todas partes, en los bosques, en los pueblos y en las ciudades, a la belleza del paisaje corresponda la belleza de una comunidad en la que las personas se aman, como nos enseñó Jesús cuando dijo: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros» (Jn 13, 35; cf. Mt 22, 35-40).
Así formaremos, cada vez más, como una gran orquesta -que tanto gusta a María José, nuestra violinista- capaz, con sus notas, de recomponer rivalidades, de superar divisiones -personales, familiares y tribales-; de expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición y la magia; de poner fin a comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la explotación, el consumo de alcohol y drogas: males que aprisionan y hacen infelices a tantos hermanos y hermanas, incluso aquí.
Recordemos: el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede sanar el mundo, porque tiene sus raíces en Dios (cf. Catequesis, 9 de septiembre de 2020). Difundámoslo, pues, y defendámoslo, incluso cuando hacerlo pueda costarnos alguna incomprensión, alguna oposición. Nos lo ha testimoniado con la palabra y con el ejemplo el beato Pedro To Rot -esposo, padre, catequista y mártir de esta tierra-, que dio su vida precisamente para defender la unidad de la familia frente a quienes querían socavar sus fundamentos.
Queridos amigos, muchos turistas, después de visitar vuestro país, vuelven a casa diciendo que han visto el «paraíso». Generalmente se refieren a las atracciones paisajísticas y medioambientales de las que han disfrutado. Pero sabemos que, como hemos dicho, ése no es el mayor tesoro. Hay otro, más bello y fascinante, que se encuentra en vuestros corazones y que se manifiesta en la caridad con la que os amáis.
Éste es el don más precioso que podéis compartir y dar a conocer a todos, haciendo famosa a Papúa Nueva Guinea no sólo por su variedad de flora y fauna, sus playas encantadoras y su mar cristalino, sino también y sobre todo por la gente buena que allí se encuentra; y os lo digo especialmente a vosotros, niños, con vuestras sonrisas contagiosas y vuestra alegría desbordante, que brota en todas direcciones. Sois la imagen más bella que los que se van de aquí pueden llevarse consigo y guardar en su corazón.
Os animo, pues, a embellecer cada vez más esta tierra feliz con vuestra presencia de Iglesia amorosa. Os bendigo y rezo por vosotros. Y os encomiendo: rezad también vosotros por mí. Gracias.
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